Como Rafa, LeBron y Lewis: elevar el deporte a otro nivel

Toni Nadal, tío y mentor tenístico de Rafael, encontró en la columna que escribe para el diario El País, de España, una lúcida definición para lo que lograron su sobrino y Roger Federer en el universo de las raquetas: "Elevaron a su propio deporte a una categoría superior". Este fin de semana del 13er triunfo de Rafa en Roland Garros, hubo otros actores que transportaron al deporte a Marte: LeBron James se calzó otro anillo de la NBA con un tercer equipo distinto, y Lewis Hamilton arribó a la cifra de 91 victorias en la Fórmula 1, igualando el récord de Michael Schumacher. Con menos flashes internacionales, el rugby aportó lo suyo a esa superación constante en el alto nivel.

El partido entre los All Blacks y los Wallabies tuvo casi 9 minutos de agregado difíciles de observar en otras disciplinas, porque ninguno de ambos equipos quiso el empate y los dos buscaron la victoria apasionadamente, aun exponiéndose a la derrota, en un frenético ida y vuelta bajo lluvia y viento de Wellington. Dos hechos adornaron el cuadro: las imágenes de ambos planteles confraternizando en el tercer tiempo y, a diferencia de lo que se suele observar en estos tiempos, en las tribunas no hubo hinchas de cartón ni sonidos de videojuegos, sino el alma y el aliento de 31 mil personas.

El test entre los eternos rivales de la Bledisloe Cup fue el primero que jugaron dos selecciones desde la pandemia. El rugby es uno de los deportes más afectados por la Covid-19. No se pudo terminar aún el Seis Naciones y el programa del Rugby Championship está pendiente de la decisión que tomará mañana Sudáfrica, que podría renunciar al torneo por no estar preparada para defender el título. Pero no es sólo el virus lo que afecta al rugby globalmente.

Pese a venir de una Copa del Mundo de Japón que dio excelentes registros y dividendos, el deporte sigue atrapado en una lógica geopolítica económica que lo mantiene lejos del alcance universal de acontecimientos como los que producen el tenis, la NBA, la F. 1 y, obvio, el fútbol.

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En pleno comienzo de la pandemia, World Rugby fue a elecciones para la presidencia, remarcando las pujas hay entre los poderes del Norte y el Sur, que dejan las decisiones vitales en manos de un puñado de naciones. Ese poder está no sólo en los escritorios, sino también en la cancha. Por más que WR esté armando comisiones, revisando reglamentos y planteando horizontes para salir fortalecida del colapso que trajo el virus, habrá que ver hasta dónde se atreve a modificar el status quo.

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El rugby cumplirá dos siglos en 2023 pero recién lleva 25 años de profesionalismo, que se inició cuando la entonces International Rugby Board decretó a fines de agosto de 1995 la llamada "Era Abierta", ante la aparición del australiano Kerry Packer, magnate de medios comunicación, para armar lo que después fue el Tres Naciones, hoy Rugby Championship con un cuarto país, la Argentina. Cuando el dinero se hizo visible, los dirigentes lo legalizaron para administrarlo ellos.

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En este cuarto de siglo el rugby cambió radicalmente. En reglas, en físicos (los jugadores de hoy tienen 4 kilos más en promedio que los de 1995) y en estrategias. Se consolidó el Mundial, se agregaron y se incrementaron los cambios en los partidos, se incorporó el TMO. El rugby creció, pero no hasta un nivel universal. A propósito de los 25 años, el historiador inglés Ross Reyburn acaba de publicar un libro, Saving Rugby Union. The price of professionalism ("Salvar a la Rugby Union. El precio del profesionalismo"), en el que sostiene que las decisiones perjudicaron notablemente al rugby amateur, así como generaron un aumento de lesiones, una carrera hacia el rugby league y un apartheid financiero manejado desde Europa. El prólogo de Willie McBride -legendario segunda línea irlandés que jugó en cinco giras de los Lions- es muy duro en esa vía, especialmente en cuanto a las lesiones que se producen por los numerosos cambios en los últimos minutos de los partidos.

Pasado mañana volverán a enfrentarse All Blacks y Wallabies, esta vez con 41 mil personas en el Eden Park, de Auckland. El rugby puede elevarse de nuevo a una categoría superior, pero todavía dentro de sus propios límites.