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El presidente de Boca y un mensaje preocupante ante la violencia de género, que denota irresponsabilidad e ignorancia

No es de hablar demasiado Jorge Amor Ameal en este, su segundo ciclo como presidente de Boca. En el primero llegó a tomar las riendas de la entidad desde la vicepresidencia y ante el inesperado deceso de Pedro Pompilio en 2008. Festejó dos títulos (Apertura 2008 y 2011) y su gestión fue un híbrido: ni se transformó en un suceso ni fue un fracaso. Pero luego de algunos intentos infructuosos de retornar al poder xeneize, se le presentó una excelente ocasión para relanzarse, acompañado por un ídolo del club, quizás el máximo de la historia, y factótum de la victoria en las urnas: Juan Román Riquelme. Y también por una cabeza renovadora, disruptiva, aggiornada a lo que son los tiempos actuales en materia de marketing y comunicación, como la de Mario Pergolini. Un tridente interesante, podría decirse mirándolo desde afuera y con terminología bien futbolera.

Amor Ameal habla poco. No tiene por qué hablar mucho, por cierto, aunque el hecho de estar al comando de un club tan popular e influyente como Boca sugiere precisamente lo contrario. El problema es cuando en su discurso a cuentagotas toca los pianitos, pierde el control de la máquina y termina estrellado contra el guardrail. Porque su lugar, su función, le exige un timming que no puede abandonar. Está forzado a un 24x7 de sensatez hasta el último minuto de su gestión, algo que a los 71 años no hay que explicarle.

La denuncia a Sebastián Villa

Hace unas horas, en un programa de TyC Sports, lo consultaron sobre el caso del colombiano Sebastián Villa, envuelto en un supuesto episodio de violencia de género denunciado por su ex pareja Daniela Cortés en su cuenta de Instagram el 27 de abril pasado. La consulta a Ameal pasó por el lado de los trascendidos que surgieron recientemente acerca de si el delantero "podría perderse algunos de los partidos por la Copa Libertadores" por su situación aún irresuelta. El presidente de Boca adujo que si "Villa juega o no, es una decisión que le compete al técnico (Miguel Angel Russo). El jugador se encuentra trabajando a la par del plantel".

La palabra de Amor Ameal en TyC Sports

Cuando amplió el radio de su declaración, Ameal dejó un mensaje preocupante: "Yo creo que alrededor de Villa se creó una situación relacionada con el tema de la violencia, pero la Justicia no determinó si realmente es o no culpable. Supongamos que es culpable, bueno, hay que curarlo. No se puede, sobre la pena, seguir penando. Hay que ir por otro camino. Si el chico tuvo un problema, veamos cómo lo podemos resolver"."Les digo con total honestidad, creo que a la gente hay que ayudarla, no hay que seguirla sancionando, complicándole la vida".

Efectivamente, es la Justicia la que deberá determinar si el delantero, de 24 años, es culpable o no. Y si no lo fuera, será su ex pareja la que tendrá que asumir las responsabilidades y el daño que hubieren provocado su denuncia, no sólo al jugador involucrado, sino también el impacto indirecto causado al club en el que se desempeña. La gravedad de lo que dijo Amor Ameal radica en el enfoque de "hay que curarlo. No se puede, sobre la pena, seguir penando". Puede pensarlo de esa forma, claro: es libre de creer lo que quiera. Pero como presidente de Boca, como persona en sí, como padre de familia, como integrante de una sociedad que aborrece la violencia de género, debiera tener en claro que lo primero no es "curarlo", sino que se haga Justicia. Y todo lo que venga después será parte de una eventual rehabilitación del en este caso victimario.

Acusaciones cruzadas entre Sebastián Villa y su ex, Daniela Cortés

Una mirada garantista diseminada públicamente como la que tuvo Amor Ameal para hechos tan delicados y que hasta cuestan vidas, que destrozan familias, que generan traumas psicológicos, suena a irresponsabilidad y cierta dosis de ignorancia. Boca hasta puede haber perdido una excelente oportunidad económica de una venta de Villa al exterior o sentir que su capital se ha desvalorizado por motivos que no pudo controlar. Lo que no puede perder, a nivel conducción, a nivel dirigencial, es el sentido común y la sensibilidad social, el compromiso de solidarizarse con las víctimas de la aberración, de un flagelo condenable desde todo punto de vista y emancipado de ideologías. Eso es peor que cualquier derrota deportiva o déficit presupuestario bajo una gestión deportiva. Y no tiene retorno.