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¿Se puede controlar a Trump en un debate electoral? Lo que proponen tras el fiasco de su primer cara a cara con Biden

El primer debate presidencial entre Donald Trump y Joe Biden fue un evento caótico, cargado de interrupciones, insultos, amenazas y mentiras de parte del presidente y, en general, incompatible con el espíritu democrático que le corresponde a esos encuentros y que el electorado merece y necesita para ilustrar su decisión al votar.

A tal grado se ha deplorado el espectáculo protagonizado por un Trump descarrilado y desesperado, y con un Biden mayormente tranquilo e incluso sonriente, que se ha puesto en duda la pertinencia de que se realicen más debates. ¿De qué servirá al electorado y al proceso democrático una nueva catarata de ofensas y falacias originadas no en el interés de contrastar la oferta política del rival sino en la pretensión ominosa de estigmatizar al contrario e incluso a todo el proceso electoral?

El presidente Donald Trump (der.) habla con Chris Wallace, periodista de Fox News y moderador del primer debate presidencial entre Trump y Joe Biden. (Reuters)
El presidente Donald Trump (der.) habla con Chris Wallace, periodista de Fox News y moderador del primer debate presidencial entre Trump y Joe Biden. (Reuters)

Ante ello, la Comisión de Debates Presidenciales, la entidad responsable de organizar esos encuentros entre los candidatos presidenciales, señaló que impondrá “estructuras adicionales” para “mantener el orden” en los dos debates presidenciales aún pendientes, el 15 y el 22 de octubre, antes de las elecciones del 3 de noviembre.

“El debate dejó claro que estructuras adicionales deben ser añadidas al formato de los restantes debates para asegurar una discusión más ordenada de los asuntos… La Comisión de Debates Presidenciales considerará cuidadosamente los cambios que adoptará y anunciará esas medidas pronto”, informó la citada entidad, de acuerdo a Yahoo News.

Pero, ¿qué medidas podrían ser esas? ¿Qué podría contener el arrebato de un Trump incontinente y decidido no a debatir o a dialogar sino a desarticular el discurso del rival mientras viste al propio en distorsiones y equívocos?

En el debate del pasado martes 29 de septiembre, el moderador Chris Wallace, periodista de Fox News, se esforzó en varias ocasiones para que Trump respetara sus tiempos y turnos para hablar y no interrumpiera constantemente durante el turno de Biden.

Pero lo más que pudo hacer, dadas las capacidades a su disposición, era alzar la voz para evitar las interrupciones y para recordar al presidente que su campaña aceptó las reglas y debía cumplirlas.

Chris Wallace, periodista de Fox News y moderador del primer debate entre Trump y Biden. (Getty Images)
Chris Wallace, periodista de Fox News y moderador del primer debate entre Trump y Biden. (Getty Images)

Trump hizo poco caso y con frecuencia discutió con Wallace tanto sobre el contenido de las preguntas como sobre el pedido de no interrumpir a Biden. A lo más, Wallace tuvo mínimo y efímero éxito para restablecer el orden durante el debate.

Algunos lo han responsabilizado por el fiasco del debate, señalando que pudo ser más enérgico, pero en realidad hizo tanto como pudo, si bien sus capacidades eran de suyo limitadas ante un participante que premeditadamente buscó romper el diálogo y desarticular las posibilidades de difusión del mensaje y las ideas de Biden.

“Señor presidente, su campaña aceptó que cada parte tuviera dos minutos para responder sin interrupciones… ¿Por qué no respeta lo que su campaña aceptó como una regla? ¿De acuerdo, señor?”, le dijo Wallace en un momento a Trump.

“Él nunca cumple su palabra”, interrumpió a su vez Biden, quien también se salió en ocasiones del orden, pero mucho menos que Trump y, en buena medida, dentro de lo usual en estos debates.

Es dudoso que otro presentador hubiese logrado, con las herramientas que tenía Wallace, controlar mejor a Trump. Porque, en realidad, los moderadores tienen capacidad para conducir el debate dentro de las reglas previstas, propiciar la discusión y corregir los eventuales desvíos. Pero resulta muy poco capacitado para frenar el desmantelamiento completo del debate, saltándose lo acordado, como hizo Trump.

Mientras Trump se mantenga en esa actitud (y no se ha identificado razón por la que podría dejar de hacerlo), poco será lo que cualquier moderador pueda hacer para frenar la catarata del presidente.

(Photo by Scott Olson/Getty Images)
(Photo by Scott Olson/Getty Images)

Con todo, algunas medidas se han sugerido. Por ejemplo, no dejar el micrófono abierto a ambos candidatos, sino solo encender el de la persona que tenga la palabra y el turno en ese momento.

O se podría penalizar al candidato no cooperativo quitándole minutos al habla como una suerte de sanción por las interrupciones, pero es poco probable que ello fuese aceptado por las campañas.

Trump, inclusive, no reconoce tener ninguna responsabilidad en el caos del debate y dijo en Twitter que si se quieren hacer cambios “traten con un nuevo moderador y un candidato demócrata más inteligente”.

Y hay quien ha culpado a Wallace no solo de no poder poner orden en el debate sino de haber puesto, o forzado, palabras en la boca de Trump, sobre todo algunas de las que se le han revirado punzantemente al presidente. Por ejemplo, el asesor presidencial Peter Navarro afirmó que fue Wallace quien le preguntó a Trump si condenaba el supremacismo blanco y luego lo interrumpió para hacerle “el trabajo” a Biden.

Lo cierto es que Trump no condenó firmemente a los grupos supremacistas blancos e incluso envalentonó directamente a uno de ellos, los Proud Boys.

El propio Wallace dijo a The New York Times que “nunca soñé que esto se descarrilaría como lo hizo”. Ciertamente, se esperaba que Trump tuviera una actitud muy combativa, pero presumiblemente no que llegara al extremo de destruir el formato mismo del debate.

Al final, todo fue, a juicio de Wallace, “una oportunidad terriblemente perdida”.

Pero otros afirman que, en realidad, el debate y todo su caos ofrecieron al electorado una vista clara del talante de Trump, cargado de ofensas y falsedades, evidentemente desesperado e incluso, en lo referente a sus afirmaciones sobre el proceso electoral, convencido de que no puede ganar la elección y urgido de fabricar una alternativa a ello vía teorías conspirativas y alegaciones infundadas de fraude.

En ese sentido, el pasado debate sí habría hecho un servicio a los ciudadanos para que, con base en lo que vieron, contrasten las actitudes de cada candidato y orienten su voto.

En contrapartida, los seguidores más entusiastas de Trump vieron con beneplácito la actitud del presidente y la asociaron con fortaleza, mientras que la de Biden la señalaron de débil.

Está en discusión qué medidas podrán establecerse para que en  los dos siguientes debates entre Trump y Biden no vuelva a desatarse el caos que el presidente propició con sus interrupciones y ataques. (Getty Images)
Está en discusión qué medidas podrán establecerse para que en los dos siguientes debates entre Trump y Biden no vuelva a desatarse el caos que el presidente propició con sus interrupciones y ataques. (Getty Images)

Sea como sea, el debate dejó en general a Biden en una posición favorable e, incluso, le permitió recaudar 10 millones de dólares para su campaña entre sus seguidores. Con ese saldo, posiblemente el equipo de Biden desearía más oportunidades como esta.

Aún no se conocen cuáles serán los ajustes a los debates, máxime cuando el próximo se dará en la modalidad de foro, con la participación de votantes indecisos en Florida. ¿Se encarará también Trump con los votantes participantes, tratará de evitar o dislocar preguntas y respuestas, tanto las que le hagan a él como las de Biden? Son incógnitas punzantes.

A Wallace, por ejemplo, no le parece apropiado que se apague el micrófono de un candidato, pues aunque eso evitará parcialmente que su voz sea transmitida por la televisión, aún así puede interrumpir al rival y, en todo caso, el micrófono que quede abierto puede captar la voz del candidato al que se le cerró.

Y poco es lo que puede hacerse si un evento cuya finalidad es propiciar las virtudes cívicas de discusión abierta y contraste de propuestas y personalidades dentro de un entorno de respeto es desdeñado por uno de los protagonistas, quien opta por utilizarlo para hacer ‘bullying’, difundir equívocos e impedir la expresión del rival.

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