El equipo campeón de España de fútbol sala que también es un referente feminista

Jugadoras del Burela Pescados Rubén celebrando su victoria. Foto: Twitter @burelafs
Jugadoras del Burela Pescados Rubén celebrando su victoria. Foto: Twitter @burelafs

Al norte de la provincia gallega de Lugo, en la costa del Cantábrico, se encuentra la localidad de Burela. Es un pueblo pequeño, como casi todos los de la zona, que en el último censo dio algo menos de 10.000 habitantes. Se vive fundamentalmente de la pesca y de la industria conservera que ha surgido a su alrededor. Pero en los últimos tiempos no solo el bonito y la merluza han dado fama a este rincón de la comarca de A Mariña. También hay mucho deporte.

En concreto, el club local de fútbol sala, Pescados Rubén Burela (el patrocinador es una empresa de la vecina ciudad de Foz que, por el nombre, es fácil deducir a qué se dedica), ha conseguido convertirse en un protagonista habitual de la actualidad nacional, lo que tiene mucho mérito considerando su lugar de procedencia. El equipo masculino ha disputado esta temporada su quinta temporada en la Primera División, en la que, aunque ha quedado último, se libra de descender debido a las medidas extraordinarias adoptadas por el coronavirus. Sin embargo, las que realmente destacan son las jugadoras de la plantilla femenina, hasta el punto de que acaban de lograr proclamarse ni más ni menos que campeonas de España.

Este domingo, en Málaga, se disputó la final del campeonato de este año y las futbolistas naranjas consiguieron derrotar por 3-2 al Alcorcón. Es la tercera vez que la plantilla gallega alcanza tal gesta, la primera desde el año 2016. Pero sin ser, ni mucho menos, méritos menores, los triunfos sobre la pista del Burela palidecen ante su gestión, que le ha llevado a ser toda una referencia en materia de feminismo, igualdad de trato y respeto a sus empleadas.

De hecho, aunque este mismo mes de junio la RFEF ha anunciado que la máxima categoría del fútbol sala femenino tendrá estatus profesional, el club burelao ya aplicaba esta consideración a sus futbolistas desde el año pasado. Las jugadoras fueron las primeras no ya del futsal español, sino incluso también del fútbol 11 en disfrutar de un convenio colectivo que les garantizaba un sueldo mínimo de 900 euros más primas, que subiría automáticamente si también lo hacía el salario mínimo interprofesional.

Y no solo eso: tal como cuenta el periodista Denís Iglesias para El Salto Diario, las Guerreiras Laranxas tienen garantizada una serie de derechos que deberían parecer evidentes pero que, por desgracia, en muchos otros sitios suenan a ciencia ficción. Por ejemplo, el hecho de quedarse embarazadas no les penaliza, sino que el club se compromete a renovarles automáticamente el contrato por un año. Lo mismo ocurre en caso de lesiones graves; como la normativa de la competición permite, en esa situación, incorporar una jugadora nueva, la que no pueda jugar temporalmente no pierde su empleo, sino que es reubicada en otras tareas.

También hay asegurada una ayuda de 500 euros para las futbolistas que deban hacerse cargo tanto de menores de edad como de ancianos. O incluso la posibilidad, si hiciera falta, de adelantar una nómina sin sufrir luego recargo alguno. Por supuesto, tratándose de contratos laborales legales, hay periodo de vacaciones, días de libre disposición e indemnizaciones en caso de accidentes.

De esta manera, las jugadoras pueden centrarse en el deporte sin pluriemplearse, como ocurre a menudo en otros lugares. Así, el Burela ha logrado crear un grupo de jugadoras absolutamente comprometidas con la causa y, además, de altísimo nivel. En la plantilla hay cinco brasileñas (país que, como era de esperar, domina este deporte a nivel mundial), aparte de la portuguesa Jenny Santos y de varias internacionales españolas como Luci Gómez, Ana Romero, Ale de Paz, Jenny Lores o Patricia Peque González. Algunas de ellas formaron parte de la Roja que se proclamó vencedora de la primera Eurocopa de fútbol sala femenino de la historia, disputada en febrero de 2019.

Luci, coruñesa que ya había pasado por varias entidades de Primera División antes de recalar en Burela, ve clara la diferencia entre este club y otros. “Las compañeras tienen envidia de nuestra situación. En otros equipos que estuve no era ni semejante. Nos daban una ayuda y gracias”. La sudamericana Dany Domingos, que antes de su etapa lucense tuvo que compaginar el fútbol con la hostelería además de ser técnica de rayos X, incide en que las condiciones “nos hacen sentir más profesionales y son también un aliciente para que más jugadoras quieran venir aquí”. Eso sí, una jugadora ha compaginado el balón con otra tarea profesional últimamente, pero por una buena causa: la pívot Cristina Pérez, enfermera de formación, se ha ausentado unos meses para luchar contra la pandemia en un hospital de Madrid.

¿Cómo se consigue llegar a tanto desde un entorno tan pequeño como Burela? En primer lugar es evidente que la ayuda del patrocinador es fundamental para poder financiar todo el sistema. Por otra parte también cuentan con subvenciones, justificadas por el enorme trabajo que hace el club no solo con los equipos profesionales, sino también con todas las categorías de base. Y no menos destacable es el inmenso respaldo social que disfruta el club.

Porque el fútbol sala es un deporte que goza de gran tradición en la comarca. El club actual, fundado en 2001, es heredero del antiguo Cefire, que ya lograra jugar en División de Honor masculina en 1999 pero se tuvo que trasladar a la ciudad vecina de Viveiro porque el pabellón burelés no cumplía los requisitos para la élite. A día de hoy el municipal de Vista Alegre tiene capacidad para 1400 espectadores, más de la décima parte de la población del pueblo, y normalmente se llena. La afición es muy fiel y, dadas las dimensiones reducidas de la localidad, muy cercana: las jugadoras son muy conocidas y tienen la consideración de heroínas locales.

El fútbol sala es, además, una de las pocas alegrías que tiene ahora mismo la comarca. Según explica Iglesias, A Mariña se ha visto muy afectada por el proceso de desindustrialización. Ahora mismo el caballo de batalla es el cierre anunciado de la fábrica de la multinacional del aluminio Alcoa, que supondría la pérdida de centenares de puestos de trabajo. Otra de las empresas punteras de la región, el productor de artesanía cerámica Sargadelos, parece que poco a poco va recuperándose del concurso de acreedores en el que entró hace unos años.

Con todas estas dificultades, Burela ha sido capaz de poner a su pueblo en el mapa trayéndole la gloria del campeonato nacional. La mejor noticia, no obstante, sería que su ejemplo se siguiera y en otras latitudes se peleara de igual manera para darle al deporte femenino la dignidad que merece. En un rinconcito de Lugo han demostrado que, como dijo un sabio, si se cree y se trabaja, se puede.

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