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El PDeCat se desintegra cuando nadie le prestaba atención

Artur Mas y Carles Puigdemont en una foto de archivo durante un acto soberanista en Bruselas
Artur Mas y Carles Puigdemont en una foto de archivo durante un acto soberanista en Bruselas. (Photo by Thierry Monasse/Getty Images)

Adolfo Suárez aprovechó que media España estaba celebrando la Semana Santa para legalizar el Partido Comunista. Una lección política que no se ha aplicado el nacionalismo catalán que, mientras todo el mundo pendiente de la evolución del coronavirus y del crecimiento del número de contagios, no solo no ha aprovechado la coyuntura para reforzarse, sino que ha hecho todo lo contrario con una explosión nada controlada. Artur Mas y Carles Puigdemont han dinamitado su relación. Después de varios tiras y aflojas -cabe recordar que el ‘president’ fugado ascendió al cargo tras el paso a un lado que dio Mas en 2015 tras el veto que le puso la CUP para la elección de un ‘president’ nacionalista-, todo ha saltado por los aires.

Puigdemont quería organizar una candidatura a las elecciones -previstas para principio de 2021- en la que apenas dejaba margen a los miembros del PDeCAT. Haciéndose valer del título honorífico de 'presidente en el exilio', ha impulsado un nuevo proyecto bajo las siglas de Junts per Catalunya -con denuncias de apropiación indebida de por medio- provocando que un buen número de consellers, exconsellers, diputados, cuadros intermedios, cargos territoriales y militantes de base se estén dando de baja para alistarse, presumiblemente, en la nueva aventura política del exalcalde de Girona.

Los presos del PDeCAT también rompen el carné del partido, con la carga simbólica que conlleva. En total, han formalizado su marcha trece de los quince responsables sectoriales de esta formación. Entre medias acusaciones de todo tipo, incluso de traición a la hora de organizar el futuro del nacionalismo catalán. Lo que ocurrió es que el 10 de julio se oficializó un cambio en el registro de partidos que hizo que las siglas JxCat, hasta entonces en manos del PDeCAT, pasaran a ser controladas por personas de la confianza de Puigdemont. Presumiblemente habrá juicio. Y si el líder fugado pierde, estará sin siglas con las que presentarse a unas elecciones.

Todo eso significa una nueva división en el universo independentista, lo que complica aún más la sopa de letras. CiU se desintegró y la mala situación en la que se quedó Convergencia le obligó a reinventarse como PDeCAT, que, a su vez y junto a otras formaciones independentistas se integró como coalición electoral para las elecciones de 2017.

No resulta fácil de entenderlo desde la distancia. Pero, en la práctica, todo lo sucedido significa el fin del actual Govern de la Generalitat. Si ya estaba resultando difícil que ERC y Junts per Catalunya se entendieran después del apoyo de los primeros a la investidura de Pedro Sánchez... imagínense ahora que van a convivir tres almas dentro del Palau de la Generalitat. La precampaña, por tanto, ya se ha iniciado en Cataluña. De la hostilidad que se declaren los contendientes dependerá de si las elecciones se adelantan a este otoño o se mantienen a principios de año. Pero no deja de ser curioso que la descomposición del espacio soberanista se empezó a originar con el principio el conocido como ‘procés’, que se está demostrando como una máquina de devorar candidatos y siglas.

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