Padres, hijos y fútbol: reflexiones sobre el negocio familiar

DORTMUND, Alemania — Claudio Reyna no puede precisar la fecha, pero debe haber sido más o menos durante los últimos seis meses que su identidad —sin que él se hubiera dado cuenta realmente— comenzó a cambiar.

Ya no es Claudio Reyna, la figura internacional estadounidense de toda la vida, el veterano de una carrera de quince años en algunas de las ligas más importantes de Europa, el director deportivo del Austin FC de la Major League Soccer. “Ahora, cuando me presento con la gente, en especial con los niños, solo digo que soy el papá de Gio Reyna”, comentó Claudio Reyna.

Reyna no es el único que se ha visto obligado a hacer esa transformación. El fútbol siempre ha venido de familia hasta cierto punto —Paolo Maldini, Frank Lampard y Jordi Cruyff provienen de linajes estelares—, pero ahora hay un nuevo grupo de nombres familiares en los dorsales de los uniformes de toda Europa.

Erling Haaland, hijo de Alfie, el internacional noruego, juega con Gio Reyna en el Borussia Dortmund. Marcus Thuram —cuyo padre, Lilian, ganó la Copa del Mundo con Francia en 1998— se ha mconvertido en uno de los talentos más brillantes de la Bundesliga en el Borussia Mönchengladbach.

Hay un Chiesa en la Fiorentina, un Hagi que juega con Rumania y un Weah y un Drogba que se están haciendo notar en Francia. Incluso hay otro Maldini —una tercera generación— que ahora usa las famosas franjas rojas y negras del A. C. Milán.

Es un momento que genera una serie de preguntas familiares. ¿Los nombres famosos pesan mucho en los hombros jóvenes? ¿Las acusaciones de nepotismo —en las cuales afirman que nada más son “el hijo de”, en palabras de Lilian Thuram— inspiran a los jóvenes a probarse a sí mismos?

Y cuando tu hijo triunfa a lo grande, ¿cómo se siente esa transición, ver tu prestigio eclipsado por el de tu hijo? En entrevistas con ambas generaciones de las familias Reyna, Haaland y Thuram es evidente —en sus propias palabras, editadas y condensadas a continuación para mayor claridad— que ser el padre de un gran jugador, en vez del hijo de uno, es considerablemente más sencillo.

“Él tiene una plataforma para inspirar a los niños”, comentó Claudio Reyna para referirse a cómo el reciente estatus de su hijo ha socavado el suyo. “Y eso se siente increíble, como papá”.

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— Erling Haaland

De chico, tener un apellido famoso fue positivo y negativo. Probablemente, hubo gente que pensó que tuve mi oportunidad gracias a mi nombre. Para mí, eso solo me motivó.

Hubo muchas veces que demostré mi calidad por derecho propio: en el equipo de mi ciudad natal, el Bryne; en el Molde, cuando me empezó a ir bien ahí; en el Red Bull Salzburgo, y ahora, en el Dortmund. Lo he demostrado muchas veces.

Desde que empecé, mi meta siempre ha sido ser mejor que él. Voy bien, pero todavía falta mucho por hacer. No lo he superado. Él no tuvo una carrera nada mala. Me siento orgulloso de él. ¿Ahora es solo el padre de Erling Haaland? No. Yo diría que todavía no. Aún me falta estar a la altura de su nombre, ¿sabes?

— Alfie Haaland

Es muy amable al decirlo, pero definitivamente me estoy volviendo más conocido por ser el padre de Erling Haaland. Ya no es el hijo de Alfie Haaland. Al principio, era al revés, pero eso es bueno. Espero que pueda ser mucho mejor que yo.

Tomé distancia durante su juventud: no me involucré de manera directa en su entrenamiento diario ni nada por el estilo. No ejercí ningún tipo de presión. Pero siempre competía con sus hermanos —o conmigo— y, en retrospectiva, estaba creando esa voluntad para hacer lo necesario con el fin de ganar.

No sé de dónde le vino. Tal vez necesitas un gen para tener el hambre, todos y cada uno de los días, para esforzarte al máximo. He conocido a muchos jugadores con talento, pero que no quisieron sacrificar todo lo necesario para ser un jugador realmente bueno. Tal vez fui su ejemplo, no lo sé. Pero se deben hacer muchos sacrificios, en particular cuando eres adolescente o estás en tus veintitantos, y él siempre ha estado consciente de eso.

— Giovanni Reyna

Tuve algunas opciones para mi primer contrato profesional. El New York City FC quería firmarme. También el Manchester City. Pero cuando llegó una oferta del Borussia Dortmund, no pude decir que no. Me atrajo todo lo relacionado con el club, las oportunidades que les dan a los jóvenes futbolistas. Y era una oportunidad para alejarme, para crear mi propio camino y hacer lo que yo quisiera con mi vida.

Creo que mi papá entendió que, desde mi perspectiva, la conexión era un poco estresante. Hubo ciertos momentos, como cuando logré estar en la selección nacional, en los que era difícil tener ese nombre. Yo era bueno a los 13 y 14 años, pero no fue sino hasta un poco más tarde que empezó mi despegue. No siempre fui el mejor jugador del equipo y la gente pensaba que podía aspirar a más. Tal vez, en ciertas ocasiones, eso fue verdad.

Él me aconsejó cuando supe que podía ser profesional, pero me dejó ser y decidir adonde yo quisiera ir. Siempre ha querido lo que yo he querido. En realidad, hace lo contrario de presionar: cuando era chico, nunca me dijo que entrenara cinco veces al día. Lo que me presionó fue mi vena competitiva, mi voluntad para ser mejor que los demás.

A veces, fue un poco duro conmigo. Siempre se enfocó en lo necesario para mejorar. Varias veces no me dijo que había jugado bien. Pero sabía en qué debía mejorar si quería llegar al más alto nivel.

— Claudio Reyna

Yo lo sabía. A los 17, 18 años no hablas mucho en los vestidores. Entras en un vestidor de hombres. Si no respetas eso, los mayores te expulsarán. Debes entender que estás en la primera etapa de tu carrera. No es dar un solo paso y ya llegaste.

No obstante, como él es muy abierto, las historias que ahora me cuenta de lo que pasa en el vestidor me hacen recordar mi época: toda la diversión, las bromas y los chistes. Ves cómo se adapta a la escuadra, ese sentimiento de ser aceptado, de encontrar su camino.

— Marcus Thuram

No siempre me fue fácil cuando mi papá me iba a ver jugar. Recuerdo un partido. El entrenador me había pedido que hiciera una cosa en el campo, pero mi papá, de pie sobre la línea de banda, me decía que hiciera otra cosa. Era una situación imposible: mi entrenador me decía una cosa y Lilian Thuram otra.

Le hice caso al entrenador pero, después del juego, mi papá le preguntó por qué me había pedido que jugara así. Entonces, un entrenador de juveniles amateur le explicó a un ganador del Mundial sus ideas sobre el juego. Después de un rato, mi papá comenzó a reírse de la situación. Creo que, cuando era más joven, a algunos de mis entrenadores en realidad no les caía bien mi papá.

Hasta que tuve 11 años me permitió empezar a jugar fútbol para un club, e incluso en ese entonces no fue la academia juvenil de un equipo profesional. Me animó para que nadara, hiciera judo, todo, pero el fútbol tuvo que esperar.

Intentaba protegerme; sabía que, cuando el hijo de alguien importante llega a un equipo, pueden surgir los celos. Los jugadores quieren hacerte faltas. Los padres hablan mal de ti. A veces, no podía entender por qué la gente piensa así, ¿crees que el arquero me dejó anotar porque admira a mi papá? Quería demostrarles que estaban equivocados.

En realidad, no es una competencia: él fue el primer Thuram y ser el primero de algo siempre es más fuerte. Lo único que puedo hacer es intentar ser el mejor Marcus Thuram.

— Lilian Thuram

Recuerdo ese partido. El entrenador cambió a Marcus de banda, ¡para que yo no pudiera hablar con él!

Para un padre, el placer es ver que tus hijos hagan lo que siempre han querido hacer. Como exjugador, también, sabes exactamente qué tiene que hacer para lograrlo. Siempre ha sido un chico alegre, siempre sonriendo, como la luz del sol que alumbra incluso en invierno, pero siempre supo que tenía que trabajar para alcanzar sus sueños.

Hemos hablado mucho sobre el origen de eso. La gente que vive en una situación cómoda no siempre tiene esa hambre. No siempre quiere crecer. No está preparada para hacer lo necesario para desarrollarse. No depende de dónde vengas o tus antecedentes: depende de las cosas que estás dispuesto a hacer. Está dentro de ti. No tiene que ver con tu familia.

This article originally appeared in The New York Times.

© 2020 The New York Times Company