Olimpismo, esclavitud y el pasado impredecible

Fue clave para que Hitler pudiera celebrar sus Juegos Berlín '36. Defendió a la Sudáfrica del apartheid. Abrió los Juegos México '68 diez días después de la Masacre de Tlatelolco. Mataron a trescientos estudiantes, pero los llamó "Juegos de la Paz", y expulsó de por vida a los atletas negros del podio del Black Power. Por último, en Múnich '72 ordenó que los Juegos siguieran pese a la matanza de once atletas israelíes. El presidente más racista y antisemita del Comité Olímpico Internacional (COI) fue Avery Brundage. Sus críticos le decían "Slavery Bondage". Algo así como "Esclavitud y Servidumbre". Otros le decían "Slavery Avery" (juego de palabras por "el esclavista Avery"). En estos tiempos que derriban estatuas, Brundage sufrió el retiro de su busto que llevaba medio siglo en San Francisco, en el museo asiático más importante de Estados Unidos y que él mismo había impulsado. El busto fue retirado por el propio director del Museo. "Brundage", dice hoy Xu Jai, "era una persona odiosa".

Hay gente enojada por tanto revisionismo. "¿Qué viene ahora? ¿Quemar libros?". El enojo de "juzgar el pasado con ojos de hoy". La historia que encumbró a Brundage, sin embargo, es la misma que omitió a Ernest Lee Jahnke, otro dirigente olímpico de Estados Unidos, pero opuesto a los Juegos nazis. A Jahnke el COI lo expulsó por 49 votos contra cero. A Brundage lo nombró presidente. Brundage le dijo al COI que los críticos de Hitler eran "judíos con antecedentes comunistas y socialistas". Quitó él mismo de la pista a dos atletas judíos de Estados Unidos. Y, tras los Juegos, concluyó: "Podemos aprender mucho de Alemania" para "erradicar el comunismo" y "detener el declive del patriotismo". En notas personales citó a la Alemania nazi para destacar que "una dictadura inteligente y benéfica es la forma más eficiente de gobierno". El perfil del Museo Olímpico del COI, mucho más generoso, describe a Brundage como "uno de los principales exponentes mundiales del juego limpio y el buen espíritu deportivo". Brundage era un millonario que exigía un deporte amateur. Decía que "pagarle a un deportista es como matar a Papá Noel". Dave Zirin, periodista e historiador, no tiene dudas: "Slavery debería estar en el basurero de la historia".

El deporte, protagonista activo de las protestas que estallaron en Estados Unidos tras el homicidio de George Floyd, derriba hoy sus propias estatuas. Carolina Panthers derribó la del ex patrón Jerry Richardson, acusado de racismo y acoso sexual cuando vendió la franquicia en 2018. En estas semanas fueron derribadas o desalojadas decenas de estatuas, monumentos o bustos de presidentes, gobernadores, alcaldes, editores de diarios, policías y militares. Colonialistas, esclavistas o traficantes de esclavos. En Amberes, Londres y París. Hasta John Wayne, cowboy mítico de Hollywood, defensor de la "supremacía blanca", puede perder nombre y estatua en el aeropuerto de Orange. La lista incluye a nada menos que George Washington, padre fundador de la patria, dueño de un lote de más de trescientos esclavos, a los que emancipó, es cierto, pero no en vida. La crónica de The Washington Post, justamente, recuerda que Washington suplía su falta de dientes con dientes arrancados a sus esclavos. Que el cocinero Hércules se le escapó en plena fiesta de cumpleaños. "Esclavos que no tienen estatuas", dice la crónica, "pero cuyos trabajo y tortura ayudaron a construir una nueva nación". Derribar estatuas, excesos incluidos, parece hoy algo sencillo. "Arreglar el mundo que las construyó es más difícil".

La Confederación

Los símbolos confederados, los más cuestionados, fueron construidos tras la Guerra Civil, en años de Ku Klux Klan y del sistema Jim Crow, ley de segregación racial. Una forma de decir "perdimos pero acá estamos". Un artículo sugiere ahora que las estatuas más controvertidas, legados de odio, podrían ir a sitios especiales que recuerden el horror de la esclavitud y del racismo y no permanecer en lugares tan céntricos. Allí podrían estar en cambio quienes en aquellos mismos tiempos no explotaron la esclavitud sino que la combatieron. Decenas y decenas de políticos, abogados, abolicionistas y activistas. El propio Jahnke podría reemplazar a Brundage.

Los símbolos más polémicos, monumentos, escuelas, edificios y carreteras, llevan el nombre de Robert Lee, el general confederado que se opuso a la abolición de la esclavitud. Fue rehabilitado con los años, pero el pastor Robert W. Lee IV, sobrino nieto, crecido hasta 1990 con niñera negra y banderas confederadas, apoya hoy que la estatua enorme del general en Richmond sea derribada. "¿Qué es un monumento sino un recuerdo permanente?", se pregunta la poeta Caroline Randall Williams. Toda su familia es negra. Como su bisabuelo Will, hijo del general confederado Edmund Pettus, gran dragón del Ku Klux Klan. Violador. "Los negros de los que vengo eran propiedad de los blancos de los que vengo. ¿Quién se atreve a decirme que acepte sus pedestales montados?". Su texto se titula: "¿Quieres un monumento confederado? Mi cuerpo es un monumento confederado".