Ya nadie se cree las lesiones de Novak Djokovic, y es por su culpa

Djokovic, doblado sobre sí mismo, quejándose de dolor abdominal
Djokovic quejándose de dolor abdominal durante el partido de tercera ronda del Open de Australia contra Taylor Fritz. Foto: William West/AFP via Getty Images.

Con respecto a Novak Djokovic solamente cabe plantearse dos posibilidades. El tenista serbio, a sus 33 años, ocupa ahora mismo el puesto número 1 en la clasificación de la ATP y acaba de proclamarse campeón del Open de Australia, el primer Grand Slam del calendario de 2021. Lo ha hecho no solo desplegando todo su talento con la raqueta, sino sobreponiéndose a las lesiones. Concretamente, esta vez, a un desgarro abdominal que se produjo en el partido de tercera ronda contra Taylor Fritz.

La primera opción es que Nole sea poco menos que un superhéroe. Que, ante una perspectiva tan negativa, saque fuerzas para superar un problema tan grave y, además de ser capaz de continuar sin rendirse, incluso consiga desarrollar un nivel de juego tal que le permita llevarse uno de los torneos más importantes de la temporada. Ese es el relato que vende él mismo: tras el partido tan agónico contra Fritz ya dijo que estuvo a punto de retirarse y que no tenía nada claro si iba a poder seguir compitiendo.

La segunda alternativa, sin embargo, es que se trate de una estrategia teatrera muy bien medida. Que los daños que sufra en realidad no sean ni mucho menos para tanto y que los use para, por un lado, engrandecer su mito, y por otro descentrar a sus rivales. Porque el tenis es un deporte que, entre otras cosas, depende bastante de estados psicológicos puntuales: si un jugador se siente bien y le entran todas las bolas que manda, forzar una interrupción, por ejemplo una pausa para que entren los sanitarios a atender al rival, puede hacer que la concentración se pierda y los raquetazos que antes se quedaban pegados a la línea ahora se vayan un palmo fuera.

Solo el propio Djokovic, y sus médicos, saben cuál es la realidad. Hay que reconocer, en cualquier caso, que si la correcta fuera la segunda opción, se trataría de una acusación gravísima. Estaríamos hablando no de romper las reglas y hacer trampas, pero sí de una falta de deportividad impropia de quien se ha convertido, por derecho propio, en uno de los mejores tenistas de todos los tiempos.

Admitamos, en cualquier caso, que todo esto como mínimo mosquea un poco. En aquel partido contra Fritz (un rival indiscutiblemente inferior), Djokovic alega que empezó a sentir dolores en el tercer set, tras haber ganado los dos primeros con bastante esfuerzo (7-6, 6-4). Cedió esa manga y la cuarta jugando a un ritmo mucho más bajo de lo habitual, prácticamente andando. En el desempate, repentinamente, pareció recuperarse, recobró la movilidad, exhibió sus mejores golpes y venció 6-2 casi sin despeinarse. El grito que dio tras el punto definitivo más parecía propio de la victoria en una final que de la fase inicial en que se encontraba.

Marian Vadja, su entrenador, ha hablado para el periódico serbio Kurir y ha dicho que está seriamente preocupado por sus molestias físicas. Ha indicado, de hecho, que es probable que decidan reducir la carga de torneos para disputar este año. "Su salud es lo más importante", asegura, dejando claro que su objetivo es llegar bien a Roland Garros.

El problema es que muchos no se lo tragan. Toni Nadal, tío de Rafa y durante mucho tiempo su entrenador, ya dejó claro en una columna para El País que él es uno de ellos "Es sorprendente que tan repetidamente le sobrevengan molestias, hasta el punto de sembrar dudas sobre su permanencia en el torneo, y que luego le desaparezcan de la noche a la mañana. No seré yo quien ponga en duda la veracidad de sus dolores. Probablemente los disimula menos de lo que debería", escribió el pasado febrero.

Porque Djokovic ha tomado casi como una costumbre recurrir a pausas en el juego para solicitar atención médica, a menudo cuando los partidos importantes se le complican, y cuesta creer que necesite todas ellas de verdad. Con lo exigente que es el deporte de élite desde el punto de vista físico, alguien con tantos problemas lo tendría dificilísimo no ya para prosperar y convertirse en un triunfador, sino simplemente para mantenerse en la élite. No es algo que le haya ocurrido solo ahora, sino que viene de largo, desde sus primeros años como profesional.

El ejemplo más antiguo que se recuerda, allá en 2008, ocurrió durante el Open de Estados Unidos, en el que jugó contra el español Tommy Robredo en cuarta ronda y paró el partido hasta en dos ocasiones durante los cinco sets. Al respecto, Andy Roddick, su rival más tarde en cuartos de final, declaró que Djokovic había superado dos lesiones de tobillo además de "otra en la espalda, calambres en las costillas, gripe aviar, ántrax, SARS, tos común y un resfriado. O es muy rápido para llamar a su entrenador o es el tío más valiente de todos los tiempos. Vosotros decidís".

El serbio, que entonces tenía 21 años, ganó el enfrentamiento e hizo referencia a esas palabras de su rival en la entrevista posterior, lo que le valió los abucheos de la grada. "Andy había dicho que yo tenía 16 lesiones. Obviamente no las tenía. Os guste o no, es así. Sé que el público está de antemano contra mí porque piensa que estoy fingiendo. No estuvo bien por parte de Andy decir eso", afirmó. En semifinales perdió contra Federer, más tarde campeón.

Episodios parecidos se vivieron en otros momentos de su carrera. Destaca, por ejemplo, la final del US Open de 2011 contra Nadal. Novak ganó los dos primeros sets, pero Rafa comenzó a recuperarse y se impuso en el tercero. En el cuarto, el balcánico empezó a quejarse de dolor en las lumbares y requirió tratamiento médico. Las manos del doctor debieron ser milagrosas, porque cuando se reanudó el encuentro todas las molestias habían desaparecido y el serbio arrasó (6-1), proclamándose vencedor.

Novak Djokovic tumbado en el suelo mientras un médico le da un tratamiento en la espalda
Djokovic, tumbado en el suelo, recibiendo tratamiento tras quejarse de dolor en las lumbares durante el cuarto set de la final del US Open de 2011 contra Rafa Nadal. Foto: Stan Honda/AFP via Getty Images.

Años más tarde, en 2015, Djokovic también se impuso a Andy Murray en la final de Australia de forma un tanto controvertida. Ganó el primer set, pero a partir del principio del segundo (que perdió) dio sensación de tener dificultades para desplazarse. En el tercero, en algunos puntos, se quedó quieto sin intención de buscar la pelota, aparentemente víctima de dolor en las piernas, y hasta se llegó a caer al suelo un par de veces.

Sin embargo, repentinamente, con empate a tres juegos en el marcador, empezó a sacar golpes geniales y acabó ganando con holgura: 6-3 en ese tercer juego, 6-0 en el cuarto y último. Murray no dudaría en protestar más tarde porque la actitud de su rival le había parecido poco deportiva. "El tercer set fue frustrante porque me distraje al pensar que él tenía calambres. Parecía que estaba muy mal, pero de repente, increíblemente, se recuperó. Y su forma de golpear en el cuarto set era impresionante. Si tenía calambres, es algo de lo que cuesta recuperarse y jugar tan bien como lo hizo al final". Djokovic dijo que había tenido una "crisis" física porque se sintió "muy cansado", y que simplemente necesitaba "recuperarse para volver a competir".

Igualmente, en el US Open de Estados Unidos de 2016, contra Stan Wawrinka, caía por dos sets a uno cuando pidió parar el partido por un problema en sus pies, ya que aseguraba que tenía una uña encarnada que le estaba haciendo sangrar. Esta vez la estrategia no funcionó: el suizo ganó también el cuarto set. Pero sí le salió bien el año pasado en Australia, de nuevo en la final: jugaba contra el austriaco Dominic Thiem y otra vez perdía por dos sets a uno. Nada más terminar el tercer set requirió la asistencia de los fisioterapeutas, que estuvieron tres minutos tratándole. Casualmente, en los dos siguientes Nole no dio opciones a su oponente y le venció con holgura, para sumar un título más a su palmarés.

Y son muchos trofeos ya. Australia es el Grand Slam que mejor se le da (lleva allí nueve victorias); también ha ganado cinco veces Wimbledon, tres en Estados Unidos y un Roland Garros. Por palmarés, no cabe duda de que es uno de los más grandes. Pero aunque no haga nada ilegal, todas estas triquiñuelas afectan a su reputación, le hacen perder el favor del público y ensombrecen sus logros. Y más teniendo en cuenta que, a su edad y con semejante galería de títulos, tampoco tiene la necesidad de demostrar nada a nadie.

Posiblemente sea verdad que se lesiona tanto y que tiene una capacidad de recuperación tan asombrosa que le bastan unos minutos de parón en medio de un partido. Si le hubiera ocurrido una vez, o dos, es probable que nadie sospechara de ninguna otra maniobra. Pero que suceda de forma tan recurrente da pie a desconfiar. A lo que se arriesga es a que, el día que le ocurra algo grave de verdad, nadie se lo tome muy en serio.

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