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De no creerse la bronca de esta madre en la reunión del colegio de mi hijo sobre el coronavirus

Si en las reuniones de padres del colegio siempre tenemos ganas de lanzarle una mirada asesina a alguno de los asistentes -esos progenitores pesados, los de mi hijo, mi hijo y sólo mi hijo, los que nunca piensan en los demás, los que acaparan la mitad de la reunión con sus preguntas, etc etc-, imaginad ahora en tiempos de coronavirus.

Un par de centenares de padres frente a su ordenador. Reunión virtual en Google Meet. El colegio explica online as medidas de seguridad que han adoptado y cómo va a transcurrir la jornada lectiva de los niños. Clases burbuja. Entradas por puertas y en horarios diferentes, con recorridos marcados en el suelo para que los grupos no se mezclen ni se crucen. Toma de temperatura. Distancia de seguridad siempre, metro y medio mínimo, no se trabaja en grupo. Paneles separadores de plástico en cada asiento de cada niño en el comedor. Material individual. Desinfección constante. Lavado de manos cada cambio de clase. Mascarilla incluso en actividades deportivas. Controles estrictos a cada grupo burbuja en los patios, impidiendo además que los niños se acerquen unos a otros. Ventanas abiertas de todas las instalaciones.

Y un largo etcétera.

Los padres cortan las explicaciones con un montón de preguntas. Hay miedo, es normal. También están los que se quejan: no les va bien que sus hijos entren por puertas diferentes, porque tienen que andar cincuenta metros entre una y otra, no les va bien que vayan todo el día en chándal -a pesar de que así evitan usar los vestidores para cambiarse para la clase de gimnasia-, no les va bien cualquier otra cosa.

Pero ninguno estábamos preparados para la intervención de una de las madres.

 (Photo by Jesus Hellin/Europa Press via Getty Images)
(Photo by Jesus Hellin/Europa Press via Getty Images)
  • A mi hijo le toca entrar por la puerta por la que antes han entrado los autobuses. ¿No os dais cuenta de la barbaridad que es esto? ¿No os dais cuenta del gran riesgo que es? ¿Quién ha pensado en eso?

La mujer iba alzando la voz.

  • Perdona, no te entiendo, -le respondió un profesor-.

  • Pues hombre, pues está claro -prosiguió ella-, mi hijo va a tener que pisar por la misma zona por la que han entrado autocares en los que puede haber coronavirus en las ruedas.

  • Mmmm, pero, su hijo no se va a chupar la suela de la zapatilla.

  • ¿Y si lo hace? ¿Y si se chupa la zapatilla que resulta que ha pisado el mismo asfalto que la rueda de un autobús con coronavirus? Tendríais que haber pensado en eso.

El resto de padres, pegados al ordenador, asistíamos atónitos al espectáculo.

  • Tenéis que garantizar la seguridad de nuestros hijos. Y esto no me parece serio.

Mire señora, le habría contestado yo, ¿lleva usted levitando a su hijo desde que se levanta de la cama hasta que entra por la puerta del colegio? ¿Lo alza en volandas para que no pise ni un centímetro de suelo de la calle? ¿O es que en la acera de su casa, en la calle que acaba de cruzar, o en el paso de peatones no existe el mismo riesgo que en diez metros de asfalto escolar? ¿Qué pasa con el trayecto desde que aparca hasta la puerta del colegio, en ese no puede haber coronavirus en el suelo?

Y, ¿chuparse las suelas de las zapatillas, en serio?

Hay un límite de responsabilidad que podemos exigirle a las escuelas y a los profesores. Y sí, lo digo también por esos padres que son los que más gritan pero que luego convocan reuniones familiares multitudinarias, se van a tomar cervezas a bares atestados o dejan que sus hijos se rebocen en el suelo en una melé de niños y niñas.

Sí, lo sé, estamos todos preocupados. Mucho. Preocupados por nuestros hijos. Los hemos tenido meses en una burbuja y ahora toca dejarlos salir de ella, solos frente a la Covid. Ocho horas al día.

En Madrid, por ejemplo, se limitan las reuniones, desde mañana viernes, a un máximo de 10 personas -como ya habían hecho otras comunidades antes-. Pero a nuestros hijos los estaremos llevando al colegio en aulas de veinte. Como mínimo.

¿Habría que retrasar la apertura de los colegios hasta que logramos rebajar la transmisión comunitaria? ¿Por qué algunas comunidades han esperado hasta el final de las vacaciones para instaurar medidas más restrictivas? ¿No se podía haber hecho antes para así garantizar un regreso a las aulas lo más seguro posible? ¿O ningún presidente -o presidenta- quería tomar la impopular medida de acotar playas, cerrar garitos de ocio y esparcimiento o limitar desplazamientos en pleno mes de agosto?

Y ahora nos pilla el toro y millones de padres tenemos que llevar a nuestros hijos al colegio dentro de dos días. ¿Serán seguros? ¿Aguantarán mis hijos ocho horas con la mascarilla? ¿Se lavarán las manos? ¿Serán capaces de guardar la distancia? ¿Cómo se ventilarán las clases? ¿Y el comedor?

Todos tenemos dudas. Y miedo. Pero seamos un poco razonables, por favor. Y ayudemos a nuestros hijos y a los profesores. Porque les aseguro que los profesores están haciendo un esfuerzo excepcional, no sólo en tiempo o recursos, también emocional.