Un pasajero sin mascarilla en Girona obliga a bajarse a todo el mundo del tren y viajar en autobús.

Eran tres jóvenes. Ninguno llevaba mascarilla. Estaban sentados en el pequeño poyete de una ventana justo al lado de un paso de peatones. La acera era estrecha, así que los tenía prácticamente encima. “No les digas nada de las mascarillas”, me advirtió mi acompañante, “que estos te escupen. Cállate”.

REUTERS/Alexey Pavlishak
REUTERS/Alexey Pavlishak

“¿Cómo que me escupen?”, le pregunté en voz baja, para que no me oyeran los chicos. Estábamos tratando de cruzar la carretera que atraviesa un pequeño pueblo del sur de España. Y no paraban de pasar vehículos.

Cuando logramos atravesar al otro lado, me contó que ya habían tenido problemas en el pueblo, y que no había nada que hacer con ellos. Mejor dejarlos en paz.

“Pero no podéis dejar que se salgan con la suya”. Mi amigo se encogió de hombros.

No lo entendí. ¿No podía todo un pueblo doblegar la mala educación de esos chavales?

No. Y España está llena de ejemplos. Ni siquiera Renfe ha sido capaz de obligar a ponerse la mascarilla al pasajero de un tren que cubría la ruta entre Blanes y Maçanet de la Selva, en Girona. Uno de los pasajeros se negó este martes a ponerse la mascarilla. El resto protestó. La tripulación insistió. Pero no hubo manera.

 (Photo by Miquel Llop/NurPhoto via Getty Images)
Photo by Miquel Llop/NurPhoto via Getty Images)

Lo lógico hubiera sido que el pasajero rebelde bajara del tren, o alguien le obligara a hacerlo, pero En lugar de eso, fueron los otros pasajeros los que tuvieron que apearse. La compañía les habilitó un autobús para llegar a su destino.

La mascarilla es obligatoria en el transporte público, y la multa por no llevarla es de 100 euros, pero Renfe no tiene autoridad, ni personal de seguridad, para estos casos. Avisaron a los Mossos d’Esquadra, que son los que pueden desalojar y multar a los pasajeros rebeldes.

Pero, mientras tanto, el resto de personas que sí cumplía con la normativa de seguridad tuvo que cambiar sus planes de viaje, y cientos de usuarios que esperaban en otras estaciones se vieron afectados.

Todo, por un solo pasajero rebelde, que no sólo pudo poner en peligro la salud del resto de viajeros, sino que forzó la suspensión del trayecto de dos trenes de cercanías.

¿Son 100 euros multa suficiente?