La dulce venganza de Nick Kyrgios contra el sistema

MELBOURNE, AUSTRALIA - JANUARY 27: Nick Kyrgios of Australia celebrates during his Men's Singles fourth round match against Rafael Nadal of Spain on day eight of the 2020 Australian Open at Melbourne Park on January 27, 2020 in Melbourne, Australia. (Photo by Kelly Defina/Getty Images)
Photo by Kelly Defina/Getty Images

Nick Kyrgios habla mucho. Le encanta hablar. Prácticamente, ha hecho una carrera de ello y en esta cuarentena ha podido perfeccionarla porque, en realidad, no había mucho más que hacer. Activo en las redes sociales, el australiano ha aprovechado estos días para mostrar sus avances en los videojuegos, intentar lavar su imagen de “chico malo” mientras reconocía sin pudor alguno sus excesos y “retar” a Rafa Nadal a una conversación por Instagram que el mallorquín declinó muy educadamente.

Kyrgios busca su sitio y cada vez está menos claro cuál es. Sabemos el de John McEnroe, pero, ¿el de Kyrgios? Se le supone un talento diferencial que desde hace tiempo no le permite consolidarse ni entre los veinte mejores del mundo. Por supuesto, siempre está ese punto magistral, ese set incontestable, ese partido maravilloso o ese torneo tras el cual todos decimos “ya está, ya ha vuelto”. Pero no, Kyrgios no ha vuelto porque aún no es consciente de que se ha ido, de que ya no es parte de la élite del tenis profesional y que necesita algo más que jugar borracho los torneos para ganarse el respeto de sus compañeros y los aficionados.

Esta pose de “enfant terrible” en ocasiones es agotadora y desde luego lleva demasiado tiempo cultivándola. Al detalle. Tanto dentro como fuera de la cancha, Kyrgios podría definirse como un antisistema y durante todos estos años el sistema le ha venido dando una torta tras otra en forma de sanciones, multas y realidad: a sus 25 años, lleva cinco sin pisar siquiera los cuartos de final de un torneo de Grand Slam. Ahora bien, por una vez, el destino ha estado de su parte y le ha brindado la oportunidad de una dulce venganza. La está aprovechando con creces.

Si en el tenis actual hay algo que podamos llamar “el sistema”, “lo establecido” o como ustedes quieran, son sin duda las tres figuras intachables de Novak Djokovic, Rafa Nadal y Roger Federer. De los tres, Federer quizá haya sido el más paciente con el australiano. El serbio lo ignora. El español, lo sabemos, no puede ni verlo. Con esa actitud tan condescendiente, que tan pronto farda de su última pillería como se victimiza con un “es que siempre la tomáis conmigo, es que no me entendéis”, Kyrgios ha ido a degüello con respecto a los positivos en el Adria Tour, incluyendo el del número uno del mundo y presidente del consejo de jugadores de la ATP.

A favor de Kyrgios, hay que decir que llevaba tiempo avisando. Kyrgios no es de los que no quieren jugar el US Open porque consideran que las medidas son excesivas sino que es de la línea dura entre los que creen que no son suficientes y que no servirán de nada. No confía en las cuarentenas y no entiende siquiera que se esté planteando la posibilidad de juntar a gente de todos los países para disputar un torneo de tenis. En eso, puede estar equivocado o puede llevar razón. Desde luego, si hay un riesgo, él tiene dinero suficiente para sortearlo y quedarse en casa. Los casos del Adria Tour parecen darle la razón.

Ahora bien, la extensa actividad social de Kyrgios parece que va más allá de un mensaje de precaución. No pasa un día sin un tuit poniendo en evidencia a Djokovic o a Thiem o a quien corresponda, con su correspondiente “palo” a Greg Rusedski, el extenista reconvertido en figura de la televisión estadounidense, y tremendamente agresivo en su defensa de la celebración del US Open. Lo que viene a decir ahora Kyrgios es “estabais mirando el dedo y olvidabais la luna”, esto es, nos estábamos metiendo con él por su actitud pasota en la pista y nos olvidábamos de que nuestros sonrientes referentes, los “chicos buenos” mimados por la prensa eran aún peores.

Bueno, eso está por demostrar y en cualquier caso no son dos cuestiones que se solapen. Djokovic y compañía se comportaron como unos niñatos y han puesto en riesgo la salud de sus compañeros, de los demás trabajadores en el torneo y el propio futuro de su deporte. ¿Anula esta irresponsabilidad las otras irresponsabilidades menores de Kyrgios? ¿Puede ya salir de la cárcel porque se ha demostrado que el asesinato lo cometió otra persona? No vayamos tan lejos. Si Kyrgios quiere alertar sobre los peligros del coronavirus para el deporte, hace bien, tiene motivos para ello. Si lo que quiere es limpiar su imagen, no parece el momento más indicado.

A apenas dos meses del regreso oficial del circuito ATP, aún son muchas las incógnitas y casi ninguna pasa por Kyrgios. Dominic Thiem, por ejemplo, que disputó hace once días un partido con Dimitrov y al que se le vio muy activo en determinadas celebraciones, ha decidido no hacer cuarentena pese a que hay un tiempo de incubación en el que ni siquiera un PCR puede detectar la enfermedad. Está ya jugando exhibiciones en Austria. Si ese tipo de actitudes se mantienen, obviamente la vuelta a la competición será imposible. Y parece que ahí estará Nick, móvil en mano, consola encendida, para ajustar cuentas con todos. Cree que por fin es su momento y parece que nadie le va a convencer de lo contrario.

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