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Nadia Podoroska, después de su mágico Roland Garros, no olvida los peores momentos: "Llegué a preguntarme si iba a ser capaz de salir adelante"

Nadia Podoroska asume, con prudencia y sin perturbarse, el contagio y la explosión mediática que generó su histórica participación en Roland Garros (fue la primera tenista argentina en las semifinales de singles de un Grand Slam desde 2004). Al menos, eso parece. Eso devuelven sus palabras, sus conceptos -muchas veces- breves pero directos al mentón. Ya no está en París, donde llegó siendo la 131° del ranking y se despidió como la 48°. Tampoco se encuentra en Rosario, donde nació y vive su familia. Está en la zona portuaria mediterránea, en Alicante, donde reside desde hace casi dos años. Allí se prepara para sus objetivos inmediatos (planea jugar el último WTA de la temporada, en Linz, desde el 9 de noviembre) y, sobre todo, para un 2021 que se iniciará en Australia y que tendrá un evento para el que ya está clasificada y que emocionalmente la conmueve: los Juegos Olímpicos de Tokio. "Es increíble el alcance que tuvo lo que hice en Roland Garros. Superó todo", le dice Podoroska a LA NACION.

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Equivocadamente, la mirada muchas veces suele quedarse en el resultado final, en la superficie... Pero el inicio de la cuarentena, para Podoroska, nada tuvo que ver con los mágicos días en el Bois de Boulogne. Hoy sonríe, pero vivió situaciones incómodas. "En Rosario, y un poco como les pasó a todos en la cuarentena, tuve que adaptarme a entrenar con lo que tenía en casa. Tenía unas pesas que habían quedado de un vecino de antes. Todo esto en los primeros momentos, antes de que el ENARD me proveyera de elementos. No tuve la mejor idea que acomodar la barra de las pesas entre una escalera que hay en mi patio y una mesa de ping pong. Yo decía: 'Bueno, esto parece bastante firme'. Entonces ponía la barra ahí para hacer sentadillas y pecho. Un día, entre que me pasaba la mancuerna de la mano derecha a la izquierda me quedé dura del cuello por un mal movimiento que generalmente en el gimnasio no lo hacés. Fue una anécdota de entrenar con lo que había en casa", cuenta la jugadora de 23 años, desde España.

Poderosa en Roland Garros

Aunque padeció un hecho mucho menos agradable cuando salió a la vereda buscando más espacio para un trabajo intermitente: "Como no me daban los metros en mi casa para correr la distancia que necesitaba y llevaba varios meses haciendo lo mismo, salí a la calle, abrí el portón para ganar esos metros y cuando estaba en la esquina esperando para arrancar se acercó una moto, me intentaron robar, salí corriendo para mi casa, cerré el portón, pero en esa corrida me tropecé con una piedra, me caí y me lastimé un poco la rodilla".

-Al tener residencia en Alicante pudiste viajar a Europa y empezar a entrenar tenis antes que la mayoría de los jugadores argentinos. De todos modos, cuando volviste a competir en agosto, en Italia, ¿temiste haber perdido nivel? ¿Tenías incertidumbre sobre cómo respondería tu cuerpo?

-No, no, la verdad es que no me pasó. Entrené todo lo que pude durante la cuarentena en Argentina haciendo físico, pegándole a la pelotita contra el colchón. Pero no fue tanto el tiempo que estuve sin jugar en comparación con otros deportistas. En ese sentido he sido una afortunada.

-¿Con qué te sentías satisfecha en Roland Garros, cuando llegaste?

-Me sentía muy bien, con confianza, segura antes de los partidos. Venía de ganar un torneo la semana anterior (un ITF de US$ 60.000 en Saint-Malo) y antes de esa semana me había sentido segura en Praga (fue semifinalista), con mucho orden en mis jugadas. Entonces, llegué muy tranquila a París, aunque sin querer subir las expectativas. Quería tratar de seguir haciendo lo mismo.

-Pero si en Roland Garros superabas la clasificación y ganabas un par de ruedas del cuadro principal, ¿ya te sentías bien?

-Aspiraba a ver hasta dónde podía llegar con la manera en la que estaba jugando, con la satisfacción de no planear. Siempre el objetivo es dar lo mejor e ir sobreponiéndose a las adversidades que se van presentando. ¿Qué pasó después? Pude manejar bien esas experiencias nuevas por la preparación que tenía tanto a nivel físico y tenístico, con orden y sabiendo qué hacer, como a nivel mental, con estas herramientas de las que vengo hablando [NdR: trabaja con Pedro Merani, un entrenador argentino de bowling que vive en Doha, conduce al seleccionado de ese deporte de Qatar y que desarrolló un método para el funcionamiento mental sobre la base del bompu zen y la neurociencia] tratando de sacar un poco el contexto y pensar solo en el tenis.

-¿Pero te resultó fácil aislarte jugando un Grand Slam y en un estadio como el Philippe-Chatrier?

-Sí, bueno, es que tengo un entrenamiento para eso. Lógicamente no es algo sencillo y el contexto no lo terminás de sacar completamente: mirás para afuera y ves que estás en un estadio así o tenés al árbitro que después de cada punto te va dando el resultado y sabés que te acercás a la victoria. Pero sí tengo que tratar de que eso no sea lo importante, de no perder muchos pensamientos allí, sino en la manera de jugar y de hacer lo que corresponde. Estas semanas en París encaré los partidos de esa manera y me dio muchos resultados.

-Durante muchos años utilizaste una raqueta de una misma marca, que era pesada (unos 340 gramos), pero en la cuarentena cambiaste a otra marca y por una más liviana, y obuviste los mejores resultados de tu carrera. ¿Cómo fue el proceso?

-Cambiamos durante la pandemia, sí. En esos meses que estuve entrenando en Alicante me pude adaptar a la nueva raqueta. Ya venía probando varias marcas desde hacía un tiempo, pero esta raqueta, que es más liviana, me ayuda mucho a no tener dolores en mis muñecas, que es algo por lo que sufrí mucho tiempo. Después, me dio más profundidad sin hacer tanta fuerza, puedo acelerar más, despide más. Las lesiones de muñeca en mi carrera fueron por varios factores, uno de ellos fue el peso de mi raqueta anterior.

-¿Sos detallista, meticulosa?

-Sí, sí, soy detallista (sonríe). En mi casa me dicen que tengo toc (trastorno obsesivo compulsivo), directamente. Porque suelo ser ordenada, creo que todos los tenistas tenemos un poco de esa personalidad, pero en mi casa llama un poco la atención. Pongo los cubiertos de la misma manera, todo perfectito. En la noche previa a los partidos o en los entrenamientos tengo todo ordenado, la ropa lista, las raquetas pintadas, todo de la misma manera. Para mí ya es natural. Me gusta ser ordenada, saber dónde están las cosas y me preparo los elementos.

-Evidentemente hay un efecto Podoroska después de Roland Garros. Se advierte a nivel mediático, en las redes sociales y también en las chicas y chicos queriendo jugar e imitarte. ¿Cómo se debería aprovechar ese contagio y que no quede en tres grandes semanas de París?

-Sí, ojalá que el contagio que logré con lo de Roland Garros no quede solo en esas semanas de París y que ayude a chicas y a chicos que quieren jugar al tenis. Digo que la mejor manera es haciendo torneos iniciales para que haya más competencia, no solo en la Argentina sino también en la región. Creo que eso hoy facilitaría un poco lo que sufren las jugadoras jóvenes de la Argentina, la falta de competencia.

-A partir de ahora, con tu salto en el ranking, vas a jugar mucho más seguido contra las mejores del mundo. ¿Qué deberías perfeccionar de tu juego?

-Muchas cosas (sonríe). Pero para decir un par, elegiría el saque. Me gustaría mejorarlo bastante para ganar más puntos de esa manera. Y después el juego de red: ahí tengo mucho por mejorar. Me gusta ir a la red, creo que entrenándolo y poniéndolo en práctica me puede dar muchos resultados.

-Un tiro que es de los más complejos en el tenis, pero que a vos te sale con efectividad y te dio resultados en París fue el revés paralelo.

-Sí, la verdad que lo hemos entrenado muchísimo con mi equipo [NdR: Emiliano Redondi y Juan Pablo Guzmán, son sus entrenadores; Martiniano Orazi, su preparador físico]. Es un golpe que me gusta tirarlo porque no se suele usar tanto y por ahí rompo un poco con el esquema de las rivales. Además, después de ese tiro generalmente tomo con mi derecha. Es un muy buen golpe.

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-Durante alguna de las noches mágicas en París, seguramente te quedaste un momento sola en tu habitación, sin el celular, frente al espejo. ¿Qué pensaste en ese instante de reflexión, de intimidad?

-Sí, varias veces lo he hecho y lo primero fue un suspiro de satisfacción, de alegría. Y los momentos que más se me vinieron a la cabeza fueron los de las lesiones, cuando la pasé mal porque no podía hacer lo que más me gusta en la vida. Llegué a preguntarme si iba a ser capaz de salir adelante, pero esos feos momentos me han fortalecido mucho.

-Por todo eso, ¿ahora valorás mucho más lo que alcanzaste?

-Sí, sin dudas. Lo valoro mucho más.