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Mujeres en el rugby. No sólo juegan: también son árbitras, y cada vez más

"A mí siempre me ganaron las ganas de hacer. Hoy doy acompañamiento a todas las referís que van surgiendo, al desarrollo, a la difusión. Todo por motu proprio, porque no soy rentada por nadie. Todo a distancia, por redes sociales, por grupos de Whatsapp, por Zoom. A todo lo impulso yo y con mis recursos. Es por el hecho de ayudar y ver crecer la rama del arbitraje y todo el rugby femenino", sostiene desde Mar del Plata Laureana Pappaterra.

En el año 2002 la primera árbitra de rugby del país dirigió un partido oficial. Pappaterra tuvo a cargo el control de ese encuentro, y así se convirtió en la primera jueza sudamericana. Además, es la valiente aventurera que abrió camino y sentó las bases para el surgimiento y el desarrollo del referato femenino en la Argentina. En 2019, 147 mujeres se formaron como árbitras en todo el país y cuatro de ellas pasaron a formar parte del plantel de la Unión Argentina de Rugby (UAR). Un crecimiento significativo respecto a los años anteriores, de la mano del trabajo en equipo, el liderazgo y capacitaciones.

"Está creciendo, cada año aparecen nuevas chicas por todo el país. Actualmente, como coach match official del panel femenino está Pappaterra, que está haciendo una labor inmensa. Involucra y capacita, y nos entrena a nosotras. Estas chicas van sumándose de a poco y Laureana las sigue, y con sus informes se hace una selección para que empiecen a incorporarse al plantel de la UAR. Es desarrollo humano más allá de lo deportivo. Lo que quieren es que la referí se integre, sea compañera si es buena persona, más allá del aspecto técnico que se puede aprender", explica Nerea Livoni, desde San Luis, una de las cuatro representantes de la entidad nacional.

"El año pasado, en una capacitación de World Rugby en Sudáfrica, mostraron un gráfico de la evolución del deporte en la rama femenina en cada continente. Me vine en shock: todos mostraban una evolución mientras Sudamérica tenía -7%. Ese dato me marcó y me movilizó. «Acá hay mucho por hacer», pensé", relata Pappaterra. Cuando ella comenzó a recorrer este sendero había apenas 18 referís que habían hecho el curso de la UAR, y ninguna ejercía.

De ese total de 147 referís mujeres que realizaron el curso de arbitraje el año pasado, la UAR señala que hay 22 de Buenos Aires (URBA), 17 de Córdoba, 11 de Nordeste y 11 de Santiago del Estero; ésas son las uniones regionales que más interesadas reúnen. Y en la actualidad hay unas 70 que actúan en torneos. De ellas, cuatro integran el plantel de la UAR. Por cierto, la rama masculina muestra una diferencia abismal: son 1715 los referís registrados en la UAR. URBA (562), Mar del Plata (149) y Rosario (113) y Córdoba (113) son las uniones que presentan mayor enrolamiento.

Para componer ese panel estable de la UAR las cuatro chicas debieron aprobar una serie de capacitaciones, exámenes físicos y cursos y acumular horas de partidos. En su mayoría son jugadoras actualmente, y sus experiencias en el campo de juego las impulsaron a batallar para alcanzar su lugar en el arbitraje. A esas capacitaciones de la UAR se agregan talleres de World Rugby (WR) y Rugby Ready (un sitio de WR destinado a captar potenciales referís).

"Hoy se está empezando a seguir el circuito que siempre se hizo en la rama masculina y no tanto en la femenina, a captar más futuras referís entre ex jugadoras, otras que por una lesión se alejan tempranamente del deporte y muchas jugadoras que pueden combinar ambas actividades. Por ahora, éstas pueden hacer las dos tareas porque sus torneos son más espaciados, y si bien preocupa que la competencia femenina sea escasa, está bueno que las árbitras tengan también experiencia como jugadoras", apunta Pappaterra, que se ilusiona con la gran convocatoria que tuvieron los cursos de arbitraje durante la cuarentena.

Las cuatro seleccionadas por la UAR son Viviana Garat, Brenda Camacho, Nadia Ferenz y Livoni. Todas comenzaron de maneras similares sus recorridos por el mundo del arbitraje. Fueron jugadoras, y Livoni y Ferenz llegaron a ser capitanas de sus equipos. Por interés propio e impulsadas por sus entrenadores, realizaron el curso de la UAR. Durante un fin de semana profundizaron en reglamentos y sanciones, para ampliar su conocimiento y así poder guiar y aconsejar a sus compañeras. Y con el correr de los meses fueron presentándose las oportunidades: aparecieron los partidos y llegó el momento de pararse frente a dos equipos. La tarea no se detuvo.

"Hice el primer curso de arbitraje sin intenciones de nada; sólo para aprender, porque yo recién arrancaba en el rugby. A los pocos meses, me insistían en que me animara, pero no tenía total confianza. Hasta que un día, en un encuentro de infantiles, debuté. Tenía mucho miedo, me sentía superinsegura, pero recibí mucho apoyo y terminé disfrutándolo. Y ya no frené. Estuve mucho tiempo en las divisiones de menores de 13 y 14 años, y después pasé a M-15, M-16 y M-17. Siempre, por suerte, pude combinar ambas actividades, jugar y referear", cuenta Ferenz desde Bahía Blanca. "Por otro lado, me pasó estar como referí en un torneo en el que estaba mi equipo. Fue una sensación rara, fea. Yo estaba con la ropa de árbitra y tenía a mis compañeras al lado jugando. Pero bueno: es la elección que uno hace", añade quien, junto a Camacho y Livoni, fue seleccionada para representar al país en Sudamérica Rugby.

Son pocas las mujeres que llegaron a oficiar de árbitra principal en las divisiones superiores masculinas del rugby de 15. Pappaterra fue una, al igual que Amelia Zavalla (Cuyo) y Garat (Nordeste). Muchas, sí, asistieron como jueces de touch. Pero experimentaron un crecimiento incentivado por sus participaciones en torneos internacionales, tanto femeninos como masculinos: Juegos Olímpicos Río de Janeiro 2016, Juegos Olímpicos de la Juventud Buenos Aires 2018, el Seven de la República, Valentín Martínez, sudamericano y algunas fechas del Circuito Mundial de Seven.

Cada unión distribuye la participación de sus árbitros según la demanda de partidos. En ciertas regiones los partidos son más espaciados, y en otras hay mayor necesidad. El requerimiento de las referís es alto. Por eso, la exposición de las nuevas varía, según sus responsabilidades como jugadoras y la disponibilidad de partidos. "Actualmente en San Luis dirijo en el torneo femenino y en juveniles hasta M-17. En la primera división estoy en M-15 como asistente y en seven como asistente en masculino. En la UAR dirijo en el Nacional de Clubes femenino y algunas veces en alguna M-15 o M-17 regional. Además, para Sudamérica Rugby estamos en seven", apunta Livoni, que dejó de jugar para dedicarse 100% al referato.

Para Pappaterra, Livoni y Ferenz, el recorrido por este deporte dominado por hombres fue sumamente positivo. Se desempeñaban al principio en distintas uniones, pero el apoyo y la predisposición nunca les faltaron.

"Me cuesta pensar en las dificultades. La realidad es que siempre me encontré con más puertas abiertas que cerradas, siempre me sentí invitada. Yo sé que hubo dificultades y por ahí uno se queda sólo con lo positivo. Ha habido alguna que otra mala experiencia, sobre todo en los primeros partidos, como no ser aceptada. En un partido no fui aceptada por un entrenador; pasó el tiempo y ese entrenador vino un día a pedirme disculpas por lo que me había hecho, y en el tercer tiempo, en frente de todos, lo hizo público. Estas cosas me hacen pensar «vas a acordarte de las malas, si después todas van revirtiéndose con el tiempo?'", expresa Pappaterra.

"Al principio sí sentía un poco esa mirada masculina, el cuchicheo que se escucha por atrás. Es incómodo el «¿qué hace esta minita diciéndome lo que tengo que hacer?». Pero hice insignificantes esas molestias; si no, no sé si habría seguido con esta carrera. Además, creo que eran prejuicios que fueron cayendo y rompiéndose, porque cada vez fuimos más las que participaban. Se empezó a vernos de otra manera", añade Livoni.

También Ferenz tiene algo por decir al respecto: "Me gustan los desafíos, soy cabezadura. No creo que haya obstáculos, pero sí cosas que me quedan en el tintero, cómo aprender inglés -sé que voy a necesitarlo- y mejorar algunos aspectos técnicos. Creo que es cuestión de constancia y dedicación. En mi unión siempre tuve el apoyo de mis compañeros. En el intento de llegar a la UAR, que un compañero ya estuviera ahí me ayudó mucho. Él fue aconsejándome en muchos aspectos. En ese sentido, tuve suerte por la unión y los colegas".