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La moral variable del mercado de transferencias y otros gastos en el fútbol europeo durante la pandemia

Liverpool's Mohamed Salah, right, scores his side's third goal during the English Premier League soccer match between Liverpool and Leeds United, at the Anfield stadium, in Liverpool, Saturday, Sept. 12, 2020. (Paul Ellis, Pool via AP)
(Paul Ellis, Pool via AP)

En el punto más álgido, durante esas largas semanas de marzo y abril cuando el futuro solo era neblina, a los futbolistas de Europa no se les dejó con ninguna duda. El mensaje se difundió desde lo más alto —desde los ejecutivos y los dueños de los equipos, desde las principales ligas del deporte e incluso desde los legisladores— por medio de interminables videollamadas con los capitanes de los clubes, y quedó muy claro.

La pandemia representaba una amenaza existencial al fútbol como lo conocían (también como lo conocíamos todos los demás). Tal vez se iban a tener que cancelar las competencias. Los estadios iban a estar vacíos. Los ingresos iban a disminuir. Tal vez no se iban a cumplir los contratos multimillonarios. Se iban a reducir los empleos. Los clubes quizás iban a quedar en bancarrota. Nada iba a ser igual. Y solo ellos, los jugadores, podían hacer algo para contener el daño.

Les dijeron que les iban a tener que recortar los sueldos —o por lo menos aplazarlos— en todos los clubes simplemente para que estos pudieran atravesar la crisis. Algunos equipos acataron la iniciativa de inmediato: el Borussia Mönchengladbach fue uno de los primeros en anunciar que sus jugadores iban a renunciar a sus sueldos para proteger a los demás empleados del club. Union Berlin, Juventus, Barcelona y otros siguieron el ejemplo.

Pronto, quedó expuesta una fisura. Los jugadores no confiaban en que los dueños tuvieran en mente lo mejor para ellos; sospechaban que, cuando abriera el mercado de transferencias del verano, todas estas conversaciones de penurias iban a quedar en el olvido, que, en realidad, serían ellos quienes deberían renunciar a su pago para ahorrarle dinero al club y que los dueños pudieran salir a comprar a sus reemplazos. Siempre sincero, Danny Rose, el defensa del Newcastle, comentó que parecía que tenían la “espalda contra la pared”. Algunos, como Mesut Özil y dos compañeros del Arsenal, se rehusaron a ceder ante la presión.

En todo caso, después de cinco meses, se siente como si el apocalipsis anunciado en verdad nunca hubiera llegado. La mayoría de las ligas de Europa lograron completar sus temporadas; las que no lo hicieron básicamente acortaron sus campañas para proteger los ingresos futuros por las transmisiones de televisión. Europa tiene un campeón en el Bayern Munich. No hay necesidad de poner asterisco en los libros de historia.

Manchester City coach Pep Guardiola covers a video camera with his hand as he leaves the field at the end of the English Premier League soccer match between Tottenham Hotspur and Manchester City at Wembley stadium in London, England, Saturday, April 14, 2018. Manchester City won 3-1. (AP Photo/Tim Ireland)
(AP Photo/Tim Ireland)

Algo igual de alentador es que la temporada 2020-2021 ya está en curso. Durante las próximas dos semanas, todas las competencias más glamorosas del continente volverán a pisar el campo de nuevo, empezando por la Liga Premier y La Liga este fin de semana. El fútbol de élite no ha atravesado del todo la neblina, pero el panorama se está aclarando por lo menos un poco.

Aunque los hoyos negros en las finanzas de los clubes que dejó el cierre de emergencia no son tan profundos como se anticipaba, la escala del daño financiero es extraordinaria. En toda Europa, el fútbol ha perdido alrededor de 4,500 millones de dólares, de acuerdo con la Asociación de Clubes Europeos.

La UEFA tuvo que ofrecer un reembolso de 680 millones de dólares por partidos no jugados a las televisoras que transmiten la Liga de Campeones y la Liga de Europa. Además, al final de esta temporada, la Liga Premier tendrá que pagar 212 millones de dólares a su principal socia televisora a nivel local, Sky Sports.

La semana pasada, la liga de Inglaterra confirmó que había cancelado su contrato de 734 millones de dólares por derechos de transmisión en China; Suning, su socia en ese país, había retenido un pago de 208 millones de dólares pagadero en marzo. Esta semana, Richard Masters, el director ejecutivo de la Liga Premier, le comentó a la BBC que sus clubes iban a perder 900 millones de dólares en ingresos de los días de partidos si los aficionados no regresaban a los estadios esta temporada.

“Hay una percepción de que la economía de la Liga Premier puede soportar casi cualquier cosa”, señaló Masters. “Pero si pierdes 700 millones de libras de ingresos planeados, va a haber afectaciones”. Por ejemplo, el Manchester United estima que se está perdiendo de unos 6,5 millones de dólares por cada partido de local que se lleva a cabo a puerta cerrada.

El dinero que ha convertido al fútbol europeo en un fenómeno cultural en todo el mundo ya se está comenzando a agotar. En realidad, el temor es que este sea solo el inicio. Todavía no podemos saber con precisión la gravedad de los efectos secundarios de la pandemia, en particular porque todavía no sabemos con precisión cuánto durará la pandemia. Todavía falta una buena parte del sufrimiento.

Sin embargo, el fútbol no existe en aislamiento; es tan vulnerable a las mareas económicas como cualquier industria. En pocas palabras, a medida que aumente el desempleo, es probable que caigan las suscripciones de televisión, y las televisoras tal vez quieran pagar menos por un producto. El ingreso por publicidad podría disminuir. Incluso después de que los aficionados tengan permitido regresar, tal vez los palcos corporativos, que son como las gallinas de los huevos de oro para los clubes, no se llenarán tanto. Las ventas de uniformes podrían verse afectadas. Tal vez sea más difícil atraer patrocinadores. El fútbol, como el resto de nosotros, todavía no ha salido de esta pandemia.

ST ALBANS, ENGLAND - SEPTEMBER 09: Gabriel Magalhaes of Arsenal during the Arsenal Media Photocall at London Colney on September 09, 2020 in St Albans, England. (Photo by David Price/Arsenal FC via Getty Images)
Gabriel Magalhaes. (Photo by David Price/Arsenal FC via Getty Images)

Pero luego le echas un vistazo al mercado de transferencias y parece que nada hubiera cambiado. Este verano, los clubes de las cinco principales ligas de Europa han gastado la mayor parte de 2,500 millones de dólares tan solo en pagos de transferencias; los sueldos de los jugadores y las comisiones de los representantes no están incluidos en esa suma. Si el negocio no se siente tan dinámico como de costumbre, vale la pena recordar que todavía falta un mes de compras y ventas.

Como siempre, la Liga Premier está a la vanguardia. En junio, el Tottenham sintió la necesidad de aceptar un préstamo de 226 millones de dólares del gobierno británico para compensar los efectos del cierre de emergencia por la pandemia; aunque el club explícitamente ha mencionado que ese dinero no se usará en el mercado de transferencias y casi no ha despilfarrado, el Tottenham pudo conseguir unos 40 millones de dólares para comprar a Pierre-Emile Hojbjerg y Matt Doherty.

A inicios de este verano, el Arsenal sintió la necesidad de despedir a 55 empleados, muchos de los cuales formaban parte de las operaciones de cazatalentos, pero a pesar de todo pudo pagar 35 millones de dólares al Lille por el defensa brasileño Gabriel Magalhaes, además de encontrar dinero para mejorar el contrato de Pierre-Emerick Aubameyang y sumarse a Willian, del Chelsea, con una transferencia gratuita.

El Newcastle también suspendió personal durante la cuarentena y luego gastó 25 millones de dólares en Callum Wilson. En abril, el vicepresidente ejecutivo del Manchester United, Ed Woodward, advirtió que este verano no iba a ser “lo mismo de siempre”, pero su club mantiene la esperanza de volver a Jadon Sancho el jugador más caro en la historia del Reino Unido.

WOLVERHAMPTON, ENGLAND - SEPTEMBER 05: New Wolverhampton Wanderers record signing Fabio Silva is unveiled at Sir Jack Hayward Training Ground on September 05, 2020 in Wolverhampton, England. (Photo by StewartManleyPhotography/Wolverhampton Wanderers FC/Getty Images)
Fabio Silva. (Photo by StewartManleyPhotography/Wolverhampton Wanderers FC/Getty Images)

Los Wolves gastaron 40 millones de dólares en Fabio Silva, un adolescente portugués que no ha sido probado, y alrededor de una cuarta parte de la suma se entregó a los representantes que negociaron el acuerdo. Esa maniobra, tal vez más que cualquier otra, se sintió como una transferencia de otra época; una transferencia que demostró la convicción del fútbol de que nada ha cambiado en realidad.

Es tentador preguntarse qué tan sensato es todo esto, si tomamos en cuenta el contexto y lo poco que sabemos del impacto a largo plazo de la pandemia del coronavirus sobre la economía del fútbol. ¿Esto parecerá un poco imprudente en los años por venir? ¿Este verano no deberían haber evitado los movimientos y limitado el gasto?

El hecho de que la respuesta a esas preguntas haya sido en buena parte un “no” rotundo revela la mentalidad que impera en el fútbol —tal vez en todos los deportes de élite— desde los ejecutivos y los entrenadores hasta los aficionados: que la idea de restringir las ambiciones incluso durante tan solo un verano, una temporada, es completamente extraña.

This article originally appeared in The New York Times.

© 2020 The New York Times Company

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