Qué puede pasar con los clubes que llevan la palabra "Real" si algún día desaparece la monarquía en España

Juan Carlos I abraza a Sergio Ramos junto al trofeo de la Champions League de 2014.
El rey Juan Carlos I, cuando aún no era emérito, felicitando a los jugadores del Real Madrid por la victoria en la Champions League de 2014. Foto: Jean Catuffe/Getty Images.

Retirada forzosa, huida, exilio, llámese como se quiera. El hecho es que el rey emérito Juan Carlos I se ha marchado de España, acorralado por sus problemas fiscales que, a juicio de parte de la opinión pública (los tribunales están en ello... si les dejan), rozan lo delictivo si es que no entran de lleno. Aunque el soberano actual, su hijo Felipe VI, se mantiene en su puesto, no cabe duda de que la Casa Real está viendo su prestigio muy dañado.

Hasta el punto de que se ha reabierto un debate que, en realidad, nunca se cerró del todo: el de la conveniencia de que en España se mantenga la Monarquía o pasemos a la tercera República de nuestra historia. Incluso dentro de la propia coalición de gobierno entre el PSOE y Unidas Podemos hay discrepancias en este sentido. ¿Se organizará de una vez un referéndum al respecto? ¿Se mantendrá indefinidamente la situación actual alegando que “ya se votó” con la Constitución de 1978?

El tiempo nos dirá cómo se resuelven estas cuestiones vitales para el futuro del país. De momento, vamos a permitirnos el lujo de hacer un ejercicio de ficción y suponer que, de una manera u otra, España decida cambiar de régimen. Y quedémonos en nuestro ámbito de actuación: el deportivo. Hay decenas de equipos de fútbol en España que llevan el apellido “Real”, debido a que en algún momento de su trayectoria (habitualmente a principios del siglo XX, cuando Alfonso XIII, abuelo de Juan Carlos, ostentaba el trono) solicitaron al soberano que se convirtiera en presidente de honor de la institución.

Los casos más conocidos, por supuesto, son los clubes que permanecen en la élite de nuestro balompié. Solo en la Primera División recién acabada había siete (Mallorca, Espanyol, Celta de Vigo, Betis, Valladolid, Real Madrid y Real Sociedad), mientras que en la Segunda interminable de este año se contaban otros cinco (Deportivo de La Coruña, Racing de Santander, Sporting de Gijón, Oviedo y Zaragoza). Si bajamos aún más en el escalafón la lista es inabarcable: Recreativo de Huelva, Balompédica Linense, Jaén, Alcalá, Murcia, Ávila, Avilés, Torrelavega, Irún... Incluso el Carabanchel posee el título, uno de los más recientes: se lo otorgó el propio Juan Carlos I en 1997. Y el Fuenlabrada, del que tanto se habla últimamente, lo llegó a solicitar hace apenas tres años, aunque (que se sepa) no llegó a recibir respuesta.

¿Qué se haría con toda esta realeza futbolera si ya no hubiera reyes que homenajear? Consultemos precedentes y vayámonos a 1931, momento en el que el mismo Alfonso XIII fue destronado. Ya había un buen puñado de clubes que lucían en sus emblemas el patrocinio monárquico, pero las nuevas leyes exigían desterrar estas denominaciones. La solución más socorrida fue simplemente borrar el apodo de su nombre oficial y quitar del escudo el dibujo de la corona. Así hicieron, por ejemplo, el Madrid CF, el Betis Balompié, el Club Deportivo de La Coruña, el Celta de Vigo o el Español (entonces aún con Ñ) de Barcelona.

Otros optaron por un rediseño para que, al perder este atributo, el resultado estético no se viera demasiado alterado. Es la forma que escogieron, por ejemplo, los dos grandes del fútbol asturiano: el Sporting de Gijón y el Oviedo. En ambos casos sustituyeron la corona real por la “mural”, una distinción de origen romano que, en su momento, se entregaba al soldado que primero trepaba por las barreras defensivas de una ciudad invadida. Con el tiempo se convirtió en un símbolo identificativo de la República, hasta el punto de que el escudo nacional oficial la llegó a adoptar.

Silueta sujetando una flor sobre una bandera española republicana.
Bandera republicana española, con la corona mural sobre el escudo. Foto: Jesús Mérida/SOPA Images/LightRocket via Getty Images.

No faltó quien aprovechó para hacer lo que los teóricos modernos del marketing llamarían un “rebranding”. El ejemplo más sonado es el de la Real Sociedad de San Sebastián, equipo que ya en aquella época, igual que hoy, era conocido simplemente como “la Real”. Al principio se intentó mutilar su nombre y quedarse en “Sociedad”, pero aquello no terminó de gustar a los aficionados. Así que a mediados de 1931 una asamblea de socios votó por un cambio radical que bautizaría al equipo como Donostia FC.

En otras circunstancias que a priori podrían parecer controvertidas, como los clubes de sitios como Ciudad Real o Villarreal, no hubo problema alguno. En el primer caso, porque, aunque se plantearon propuestas, el nombre de la urbe no se llegó a modificar oficialmente, y de todas formas el equipo local se llamaba (y se sigue llamando pese a su refundación hace algo más de una década) Club Deportivo Manchego. Y en el segundo, porque el equipo castellonense, hoy uno de los más potentes de Primera, entonces no era más que otro de tantos de categoría regional y nadie se preocupó por si se le conocía de tal o cual manera.

Todos estos cambios se revirtieron con la Guerra Civil y el triunfo del bando sublevado. Las autoridades franquistas autorizaron y fomentaron la recuperación de las referencias monárquicas (y de paso prohibieron los nombres “extranjeros”, con ejemplos llamativos como el del Sporting, que pasó a ser conocido como “Real Gijón”). El fútbol español se volvió a llenar de coronas a partir de 1939.

Se dio la circunstancia, incluso, de que algunos equipos que, en rigor, nunca habían sido “Reales” por sí mismos adoptaron el título amparándose en que habían nacido como consecuencia de la fusión de otros equipos más antiguos que sí que tenían reconocimiento monárquico. Es el caso del Zaragoza, fundado como tal en 1932 (en plena República), que en los ‘50 pidió y recibió la distinción alegando que ya disfrutaba de ella uno de sus antecesores (el Stadium). Por motivos parecidos la Unión Deportiva Las Palmas lleva en su escudo una corona, aportada por uno de sus socios fundadores: el Real Club Victoria.

Una vez visto el contexto histórico, de cara a una tercera República habría que tener en cuenta varios factores para intentar predecir, más o menos, qué podría ocurrir. Uno de ellos, bastante importante, es la tradición y la costumbre. En 1931 el fútbol de élite tenía poco recorrido en España; si bien la Copa se jugaba desde 1903 y había ya multitud de torneos regionales, no se fundó la liga nacional hasta 1929. Muchos equipos actuales ni existían, otros no estaban tan consolidados y habían cambiado de denominación varias veces en laos años anteriores.

Ahora mismo, sin embargo, hablamos ya de muchas décadas de hábito en la sociedad, e incluso seguidores de ideología republicana están más que acostumbrados a que sus equipos sean “reales”; teniendo en cuenta que el aficionado suele estar muy apegado a sus símbolos, como se demuestra cada vez que una directiva insensata intenta cambiar unilateralmente un escudo, amputar una parte del nombre podría ser traumático. Y hoy que el fútbol ya no se concibe como entretenimiento para los hinchas locales sino que se ha convertido en una industria global, las consecuencias económicas podrían ser tremendas. Basta imaginar el terremoto que podría suponer tener que deshacerse, de repente, de una marca tan potente en todo el planeta como “Real Madrid”.

Jugadores del Real Salt Lake saltando al campo para jugar un partido.
Jugadores del Real Salt Lake saltando al campo para disputar un partido de la MLS el pasado 27 de julio. Foto: Douglas P. DeFelice/Getty Images)

Por otra parte, hay que tener en cuenta que una monarquía no es requisito imprescindible para que un equipo se llame “Real”. Para muestra, varios botones: el Real España de San Pedro Sula (Honduras), el Real Estelí de Nicaragua, el Real Potosí de Bolivia, el Real Cartagena colombiano o el Real Salt Lake de la MLS norteamericana. En Perú había un Real Garcilaso que a principios de este mismo año pasó a llamarse Cusco FC. No obstante, en todos estos casos (salvo el hondureño) no se trata de una realeza “auténtica”, concedida por la familia Borbón, sino que las directivas correspondientes los adoptaron por homenajear a clubes europeos o porque “les sonaba bien”.

En otros países, sean monárquicos o republicanos, no hay constancia de “realidad” en el fútbol. Con una muy notable excepción: Bélgica. Sea con la denominación en francés (Royal), en flamenco (Koninklijk) o incluso en alemán (Königlich), son bastantes los equipos que hacen referencia a la casa de Sajonia-Coburgo-Gotha. Entre ellos, algunos de los más famosos: el Anderlecht, el Brujas, el Gante, el Genk, el Standard de Lieja... De hecho, existe una norma que permite a cualquier club con más de 50 años de antigüedad convertirse automáticamente en “real”. En los vecinos Países Bajos la legislación solo permite que haya una entidad con el reconocimiento del soberano por cada sector de actividad; en el caso del fútbol, el único que tiene tal honor es una pequeña escuadra semiprofesional de Haarlem que juega en la tercera categoría pero presume de existir desde 1879.

En definitiva, la categoría de Real se ha convertido en una marca de identidad del fútbol español. Aunque llegáramos a abolir a los soberanos, el cambio de nombres no tendría mayor trascendencia salvo en lo simbólico, y podría decirse que traería más problemas que beneficios. No obstante, habría que ver, llegado el momento, por dónde va la sensibilidad política del pueblo español y, probablemente, estudiar cada caso de forma particular para evitar herir sensibilidades.

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