Los ministros de Salud, las estrellas escondidas de la Copa Libertadores

Marcelo Gallardo, el entrenador de River en desacuerdo con la vuelta a la acción
Fuente: LA NACION - Crédito: Prensa River

Sospechar de la Conmebol es una obligación. Se lo ganó. En su afán recaudador, se lo ganó. La Conmebol está enfocada en que la espiral comercial no se detenga. Que la ruleta gire nuevamente para atrapar fichas. La ampliación de las listas de buena fe de 30 futbolistas a 40, y luego a 50, fue un blanqueamiento: jueguen, con quien sea, pero jueguen. Una medida que le agrega distorsión al torneo y se burla de la equidad deportiva. Favorece a los poderosos. ¿O Estudiantes de Mérida estuvo en las mismas condiciones que Boca o Flamengo de ampliar su nómina por si le llegase a estallar un brote de contagios?

Pero no es justo señalar exclusivamente a la Conmebol. ¿Algún club de la región que se convirtió en el epicentro de la pandemia en el planeta alzó la voz? Al menos, Marcelo Gallardo pareció sentirse incómodo: "No se puede jugar a cualquier precio y a como dé lugar", se lamentó. Por supuesto que River viajará a San Pablo y competirá. Pero el entrenador repitió la palabra "despropósito" como si le ardiera la conciencia. "Hoy, económicamente, nos están empujando a jugar sí o sí", se quejó Gallardo. Eso es poder de síntesis. Y liderazgo.

Ramón Díaz y su hijo Emiliano, a cargo de Libertad de Paraguay, el rival de Boca
Fuente: LA NACION

Atacada por sus desprolijidades, por su voracidad, la Conmebol defendió sus volantazos trasladándoles las culpas a los rectores sanitarios de cada país. Alentando la desfiguración competitiva, porque ahora cada club deberá programar los partidos en función del destino que le marque el fixture: 'a tal lugar puedo ir con Mengano, pero a tal otro no puedo llevar a Fulano', analizarán los entrenadores. El ministro de Salud de cada nación será el nuevo árbitro. La Conmebol desperdició la oportunidad de demostrar que realmente le importaba el cuidado de los futbolistas. Podía aferrarse a su protocolo, cuando exigía tests negativos: "El jugador se reincorporará cuando la sintomatología haya desaparecido y las pruebas de Covid-19 sean (-), las cuales deberán ser realizadas a cada semana, o conforme a la normativa respectiva". Protector, meticuloso, tutor.

Pero cambió. "En las personas asintomáticas, el aislamiento y otras precauciones pueden cesar 10 días después de la fecha de su primera prueba RT-PCR (+)", reformuló en las últimas horas. ¿Hay garantías científicas de que hayan dejado de contagiar esos futbolistas? No. ¿Hay presunción? Sí. ¿Alcanza? Seriamente, no. El PCR no determina la carga viral, que resultaría de vital ayuda en este caso. Porque es la carga viral la que condiciona el período de transmisión del coronavirus. Y si bien es excepcional que los casos considerados leves sean contagiosos más allá de los 10 o 12 días..., convive la posibilidad. Y juega.

Solo un test negativo (o mejor, dos) acercaría certezas. Pero eso mantendría bajo observación -y desafectados, aunque se sientan bien- a varios futbolistas por más días... Por eso siempre habrá un codo desentendido para borrar aquellas estrictas normas sanitarias que, de repente, en la apariencia más naif, se volvieron garabatos.

Boca, en uno de los últimos ensayos antes del viaje a Asunción
Fuente: LA NACION - Crédito: Prensa Boca Juniors

Incredulidad y espanto despierta escuchar a Guillermo Sequera, director de vigilancia de Salud en Paraguay: "El médico de Boca tendrá que firmar que sus jugadores no contagian. La semana que viene nos daremos cuenta si hay un brote en los futbolistas de Libertad. En ese caso deberá pagar Boca". Insólito. Correr riesgos y después buscar a los culpables. ¿No sería más prudente evitar el peligro? Boca, lejos de aportar sensatez, se plantó en rebeldía. Casualidad o no, se salió con la suya. También desaprovechó la ocasión de mostrar su grandeza para enviarle un mensaje al continente: no utilizaré a mis jugadores positivos, para no exponerlos y para cuidar a los rivales. No siempre la gloria está en las vitrinas. ¿Demasiado ingenuo? Sería noble, responsable. Pero son virtudes que cotizan en baja en el campo de la ruindad.

Boca desperdició la oportunidad para mostrar su grandeza y contarle al continente que no utilizaría a sus futbolistas positivos, para no exponerlos y para cuidar a los rivales

Volvió la Copa Libertadores en el peor momento de la epidemia en América del Sur. Protocolos pisoteados, reglamentos desobedecidos, directores técnicos que dirigen vía Zoom o Whatsapp porque quedaron del otro lado de una frontera sanitaria, futbolistas positivos de Covid-19 autorizados a pisar la cancha, equipos que no completaron ni un entrenamiento colectivo. La acelerada flexibilización de las reglas huele a avaricia y desesperación. Huele mal.