El milagro Eibar: el club de pueblo que tenía dos empleados y ahora compite con Messi

EIBAR, España.- "Hombre, cada 15 días son las fiestas del pueblo". No es San Fermín, de la cercana Pamplona, ni las Fallas valencianas. Tampoco la Feria de Abril, que revoluciona Sevilla, ni los carnavales de Tenerife. Aquí, al norte de este país tan entregado a las celebraciones, la fiesta tiene la redondez de una pelota de fútbol y la música de la sirena que celebra cada gol del Eibar.

Hay números que sostienen la figura que un lugareño le comenta a LA NACION en un bar: una de cada cinco personas que viven en esta localidad montañosa del País Vasco tiene un asiento asegurado en el Municipal de Ipurua, orgullo de los eibarreses. Así lo dicen las estadísticas: 5.500 socios compran cada año el abono para sentarse allí, en el estadio más pequeño de la Primera División española, cada vez que juega el equipo. Una fiesta, sí, que sube por las calles tranquilas de este lugar que alguna vez fue un punto cardinal de fábricas de armas en España y ahora late económicamente al pulso de este club de fútbol, santo y seña de pertenencia. Porque, más cifras, apenas 27 mil personas viven en Eibar -valle, en euskera, la lengua vasca-, lo que dispara más orgullo: es el pueblo más pequeño de todos los que tienen un club en primera entre las cinco grandes ligas europeas (España, Inglaterra, Italia, Alemania y Francia). El pueblo que, si viajara entero a Barcelona, apenas completaría un tercio del Camp Nou, esa referencia mundial donde el Eibar jugará este sábado. David contra Goliat.

¿Y cómo logró este club, presidido por una mujer desde 2016, instalarse hace casi seis años en la élite de esta poderosa liga y no bajarse más? Algunas respuestas pueden encontrarse en la Escuela de Negocios de la Universidad de Navarra, donde dos profesores imparten clases sobre el "Modelo Eibar", que podría llamarse "Milagro Eibar" sin que sonara exagerado. Todo nació en 2014, el año del impensado ascenso a primera, una condición que obligó al club a capitalizarse. Para jugar con los grandes siendo chico, Eibar necesitaba 1,7 millón de euros. Una fortuna para este club acostumbrado hasta entonces a la Tercera División, nunca al olor del césped del Santiago Bernabéu. Entonces, tenía dos empleados; "uno y medio, a decir verdad", sonríe Unai Artetxe, Director de Comunicación, caso testigo del crecimiento exponencial: ahora los empleados son 16.

En el viaje de aquellos dos a estos 16 hubo una idea, hija de la necesidad. La salida más a mano, la que eligen decenas de clubes europeos de toda escala desde hace más de una década, era buscar un inversor extranjero que pusiera el dinero demandado. Pero ganaron los partidarios del camino más largo: ¿por qué venderle a uno lo que puede ser de miles? Entonces, la consigna "Defend Eibar" se transformó en una campaña de crowdfunding (red de financiación colectiva) que obró la primera parte del milagro. Por 50 euros, cualquier persona de cualquier lugar del mundo podía ser dueña de una partecita de este club vasco que lleva los colores de Barcelona desde que, en los '40, la Federación Gipuzcoana (la provincia a la que pertenece) le regaló un juego de camisetas del Barça para que tuvieran algo que ponerse. Así, en poco tiempo, Eibar consiguió el 1,7 millón de euros del bolsillo virtual de 11 mil accionistas atraídos desde 69 países.

"Al final, somos hoy lo que fueron las fábricas de armas en otro tiempo. Le damos fuerza a la ciudad, una identidad. Con nosotros se mueven los bares, los hoteles. Cada dos semanas tenemos un espectáculo de Primera. Y bueno, el año pasado le ganamos aquí 3-0 al Real Madrid", estira el cuello Jon Ander Ulazia, consejero delegado de la institución. E eibarrés, como la mayoría de los que trabajan en la institución. "Y nada, que esto es como una casa: se gasta lo que se tiene. Eso lo repite siempre Amaia", juega con los paralelos. "Amaia" es Amaia Gorostiza, la presidenta, primera mujer a cargo de un club en las altas cumbres del fútbol español. ¿Cuánto se tiene y cuánto se gasta? El presupuesto anual es de 53 millones de euros, un pequeño vuelto de los más de 1000 millones de los que disponen Real Madrid y Barcelona por separado.

Otra parte del milagro tuvo un componente azaroso. En 2015, salvada la primera temporada en Primera, el club encaró la contratación más cara de su historia: le pagó 300 mil euros al Eintracht Frankfurt alemán por Takashi Inui, un japonés que juega como volante. La fascinación por ver a un compatriota hizo el resto: en la temporada 2017/18, con Inui como bandera, Eibar se convirtió en el tercer equipo de la liga con más telespectadores en Japón, solo por detrás de los dos gigantes. Y enseguida llegó la consecuencia: la empresa nipona Hikoki -fabricante de herramientas- se transformó en su primer sponsor internacional.

Ezina ekinez egina

Caminar por Ipurua -creado en 1947 sobre los escombros de la Guerra Civil- descubre la mixtura entre lo que Eibar fue y lo que ahora es. Desde el centro de la cancha se observa cómo sobresalen dos edificios que tienen plateas gratis -un tercero, igual de alto, está en construcción- en las veredas que circundan al estadio. En él entran 7.083 espectadores, una cifra que se alcanza a menudo. Los que no son abonados pueden comprar un ticket desde 25 euros -para la mayoría de los partidos- a 90, un precio solo reservado para ver a Messi o Benzema. Cualquier defensor recio ganaría fácil el desafío de sacar la pelota a la calle, con tribunas tan bajas. Pero modernas: una de ellas se hizo a nuevo una temporada atrás, a la vez que se construyeron palcos privados.

La estrechez de los vestuarios es otra marca de que aquí lo grande va por dentro. En ellos se cambian habitualmente tres argentinos. Uno, el más popular entre los hinchas, salió de las juveniles de Boca -seguro sabe que a una de las tribunas la llaman coloquialmente "la Bombonera"-. Es Gonzalo Escalante, tan poco dado a las entrevistas como querido por los eibarreses. A sus 26 años, este volante central es el extranjero con más partidos en el club (148). Otro es Pablo de Blasis (32), un extremo surgido en Gimnasia -trotamundos de la pelota- que llegó hace una temporada y media desde Alemania. Y el último en llegar, a principios de la temporada, fue noticia un mes atrás: el defensor Esteban Burgos (28) le hizo un gol a Atlético de Madrid en este estadio, puntapié de otra victoria histórica. Desde esa noche sus compañeros le piden a este salteño -que se hizo un nombre en la primera de Godoy Cruz- que juegue siempre con la máscara que tuvo que utilizar por un golpe que arrastraba.

Escalante, De Blasis, Burgos y los otros 21 futbolistas del primer equipo se entrenan cada jornada en un campo que el club alquila en Mondragón, una localidad vecina. Es apenas uno de los siete lugares de entrenamiento por los que transitan los 600 futbolistas de todas las categorías del Eibar. Entre ellas, los planteles femeninos -la primera lucha por el ascenso a la máxima categoría- y el que forma parte de la Liga Genuine, pensada para integrar a personas con discapacidades intelectuales. Ese ir y venir por tantos espacios diferentes también es consecuencia del crecimiento del club. Por eso, los accionistas tomaron una decisión histórica en la última Asamblea: votaron -la mayoría con un clic, desde países remotos- la creación de una Ciudad Deportiva, el próximo gran paso.

En unos dos años, aproximadamente, cuando se corten las cintas del nuevo predio y todos los planteles del club compartan un lugar propio, cobrará sentido -una vez más- el lema tallado en euskera que se lee en los carteles de Ipurua: "Ezina ekinez egina". Lo imposible, poniéndose a ello, está hecho.