Messi-Bartomeu: así fue el primer día de la negociación más importante en el fútbol espñaol

Lionel Messi no abandonará el Barcelona por la vía rápida. El club de toda su vida no está dispuesto a dejarlo libre por menos dinero del que marca su cláusula de rescisión: 700 millones de euros. Tampoco piensa aceptar un escape unilateral, porque en los despachos de la capital catalana entienden que esa posibilidad está vencida. Ayer, el presidente Josep María Bartomeu y el directivo Javier Bordas se lo explicaron a los Messi, Jorge y Rodrigo (el padre y uno de los hermanos del jugador), que acudieron a una reunión en las oficinas del Camp Nou. "Cordial", fue la única definición que el club filtró a través de los medios catalanes. Fue como un partido de fútbol: duró 90 minutos.

Después del intercambio de burofaxes, el culebrón Messi precisaba que las partes se vieran las caras. Debía ser un encuentro secreto, y por eso tuvo algo de espionaje: a media tarde, el coche de Bartomeu pasó por la casa de los Messi. Pero lo conducía su hijo. Al ver a la prensa agolpada, puso marcha atrás y se fue. Todo el mundo supuso que Messi jugaría de local. Error: fue en las oficinas del Nou Camp. Por la noche, TyC Sports puso en boca de Jorge Messi una frase que habría escuchado el presidente Bartomeu en la reunión: "Mi hijo no va a seguir".

El cara a cara Messi-Bartomeu tenía los ojos de Manchester en la nuca. El City, de los también catalanes Pep Guardiola y Ferrán Soriano, quiere al rosarino con la carta de libertad. El pase en su poder es la garantía de su fichaje por el equipo inglés. De ahí que Jorge Messi tomara el avión privado de la familia para encontrarle una salida al asunto. "Difícil, difícil", fue la primera respuesta de Messi padre ante la consulta sobre la continuidad de su hijo en Barcelona.

Mientras Jorge recorría las oficinas de la Fundación que lleva su apellido, a unos 800 metros del estadio que Lionel convirtió en algo parecido a un templo, Bartomeu despedía a otra gloria del equipo al que le llegó su fecha de vencimiento: Ivan Rakitic, quien regresa a Sevilla. El club azulgrana aprovechaba la jornada para lanzar su nueva indumentaria. Con la imagen de los jugadores, claro. Allí estaban el alemán Marc-André Ter Stegen, el español Gerard Piqué, el holandés Frenkie De Jong, los franceses Ousmane Dembélé y Antoine Griezmann, y en el centro de la gigantografía... el argentino Lionel Messi.

Aunque el Barcelona no acepte su salida, lo concreto es que el rosarino no ejerce ni de futbolista del club ni, mucho menos, de capitán. No se sometió a las pruebas PCR ni se entrena a las órdenes del nuevo entrenador, Ronald Koeman, quien fracasó en su intento de convencerlo sobre el nuevo proyecto deportivo. Sin embargo, pese a estar en conflicto con el club, Bartomeu y Bordas pusieron sobre la mesa una oferta de renovación hasta 2022. Ni uno ni otro quieren aparecer en los libros de historia como los responsables de la salida gratuita del mejor futbolista del mundo.

Al mediodía, Jorge Messi almorzó con su otro hijo, Rodrigo, que acompaña a Lionel en Barcelona. Las crónicas de los medios catalanes hablan de una comida en un conocido local de pastas del barrio de Sarriá, donde alguna vez estuvo emplazado el estadio del Espanyol, rival de la ciudad de los culés. Después de los postres, y una vez que pusieron rumbo al Camp Nou, a los dos Messi se les unió el abogado Jorge Pecourt. Lo curioso es que el letrado pertenece al estudio Cuatrecases, que hasta la semana pasada también defendía los intereses... del Barcelona. El conflicto con el jugador franquicia, desatado a partir del burofax, hizo que Bartomeu rompiera el contrato con el bufete.

Ni al Barcelona ni a los Messi les sirve que la situación se dilate. Por eso es que pautaron nuevos encuentros para los próximos días. A última hora de la tarde, curiosamente desde la Argentina como había ocurrido la semana pasada, aparecieron versiones que contrastaban con el núcleo informativo del día. E incluso con lo que había dicho el padre del jugador sobre las dificultades para que Leo continuara en la Ciudad Condal. Estos rumores sugerían -sin más argumento ni explicación- que el futbolista, ante el escenario de incertidumbre sobre su salida, podría llegar a dar un giro de 180 grados y analizar su permanencia por un año en el club azulgrana. Un paisaje más de una novela de contrastes.

Jorge fue a la Ciudad Condal para destrabar la salida de su hijo, que hizo un culto al silencio desde el burofax. En su breve intercambio con la prensa española, el padre y agente del futbolista negó haber hablado con Pep Guardiola. Es verdad: con el entrenador habló su hijo. Encaminado lo deportivo (Pep nunca ocultó su admiración por la 'Pulga', al que no tenía ni en el radar para las próximas dos temporadas), el tema quedó en manos de Soriano, el hombre de los números del City. Algo les quedó claro a los Messi: los ingleses nunca estuvieron dispuestos a pagar un traspaso multimillonario por un jugador que, por más talento que acumule en su zurda, tiene 33 años y un contrato, en apariencia y según LaLiga y Barcelona, hasta junio de 2021. En enero puede negociar con cualquier club, para irse gratis a mediados del año venidero.

El City no busca problemas

El Manchester City no quiere líos. Acaba de conseguir una apelación en el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS) para poder participar en la próxima Liga de Campeones. La UEFA había pedido su suspensión por incumplir el Fair Play Financiero. Bartomeu y su directiva ya dejaron entrever que si Messi consigue la libertad en los escritorios de FIFA, el Barcelona pedirá una sanción para el club que lo compre y para el propio futbolista. Ese castigo, en todo caso, será monetario y no deportivo: el contrato de Messi con los catalanes está fuera del período protegido. En Manchester tampoco aceptan este escenario. Llevarse por las malas a la marca Messi no ayudaría en nada a su reputación. La quiere a costo cero, o en un intercambio de futbolistas. Por eso dejó trascender que los españoles Angeliño y Enric García y el brasileño Gabriel Jesús son monedas de cambio por el rosarino. El valor de mercado del trío no alcanza los 222 millones de euros de la venta de Neymar, la cifra que Barcelona quiere superar si únicamente vender a Messi es la solución. Si es por dinero, que sea la transferencia más cara de la historia.

La mejor salida sigue siendo una rescisión amistosa, como la de Cristiano Ronaldo cuando dejó Real Madrid para jugar en Juventus. Como Messi, era el hombre-marca del equipo. Como Messi, traccionaba al resto. Como Messi, quería irse. En su caso, no hubo burofax, sino un acuerdo entre dos clubes. Un apretón de manos Messi-Bartomeu implicaría un partido homenaje y la puerta abierta para regresar al lugar donde comenzó todo cuando haya un proyecto deportivo que lo ilusione. Sería poder despedirse de los hinchas que gritaron y vibraron con su fútbol. Sería poder decir gracias. Una salida burocrática empañaría 20 años de una carrera tan vertiginosa como plagada de éxitos. Un escape a lo bestia de un futbolista bestial.

Vídeo | Luis Suárez, ¿a un paso de la Juventus?