Mauro Guillén. "La cuarentena me parece un remedio demasiado drástico e inexacto; es efectiva si logras aplicarla a rajatabla"

Vi dos conferencias que usted brindó hace unos meses. Anticipó una mayor mortalidad derivada de la recesión y el desempleo, mayor flujo de salida de capitales de América Latina, África y Medio Oriente, cuellos de botella por las distintas velocidades de apertura que se registran en los diversos sectores de la economía y un impacto de la automatización de los empleos. ¿El tiempo transcurrido desde que dio esas charlas confirma o corrige su análisis sobre el panorama global?

-Con una excepción, lo acentúa-, replica Mauro Guillén.

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Profesor de la prestigiosa Escuela Wharton de la Universidad de Pensilvania, Guillén ve a la pandemia como un gran acelerador. De problemas y oportunidades que ya estaban allí, antes de que el Covid-19 nos golpeara. Pero que ahora se potencian. Y que definirán nuestro futuro global -y también hiperlocal-, durante los próximos años. ¿La inequidad previa? Se agudizará. ¿Los trabajadores eran desplazados por máquinas? Ahora más aún.

"Las empresas se han dado cuenta de que los trabajadores tenían que volver a sus casas, pero que si tuvieran un robot podrían continuar con la producción. Y ahora, que los humanos pueden volver al trabajo, deben respetar la distancia social, lo que con robots es mucho más fácil. Así que la automatización va a seguir, va a llegar a más ámbitos en la vida y en la economía", anticipa el catedrático.

Doble doctorado -en Ciencias Económicas y Empresariales, y en Sociología-, premio al mejor científico social de España menor de 40 años, elegido por sus alumnos como el mejor profesor de Penn University y miembro del consejo consultivo del Foro Económico Mundial y de la Fundación Princesa de Asturias, Guillén ahonda en la crisis económica global, aunque duela. Remarca que "el mayor impacto negativo se verá en América Latina" y que "ahora se verá qué empresas y qué modelos de negocios funcionan y cuáles no".

Es, también, muy crítico de las cuarentenas y su "mentalidad de búnker".

-Me decía que el tiempo acentuó su visión, "con una excepción".

-¿Qué acentuó? El envejecimiento poblacional, por ejemplo. Está muy claro que cuando el desempleo sube, la gente pospone tener bebés. A lo mejor luego tiene la cantidad planeada de hijos, pero lo pospone por la incertidumbre. Lo mismo con el rebalanceo de poder mundial. Veamos qué ocurre con China y los mercados emergentes. La economía china está creciendo otra vez mientras que las economías de Europa y Estados Unidos están todavía cayendo. Esto ya se veía en los pronósticos que trazó el FMI hace un par de meses, que marcó que el impacto de esta crisis sería más profundo en Europa y Estados Unidos que en los mercados emergentes en general, aunque dentro de estos, el mayor impacto negativo se verá en América Latina. Basta con que en Brasil haya problemas más graves, que los hay por la gestión que han hecho de la pandemia. Y otra tendencia importantísima se centra en el uso de la tecnología, la automatización y el comercio electrónico. Todo esto ya venía de antes, pero la crisis lo ha potenciado de manera espectacular. Sin embargo, donde puede haber algo más de debate es en el eje de las ciudades, que están creciendo de manera notable en los mercados emergentes y África. La pregunta es si esta pandemia global hará que la gente piense si sigue siendo tan atractivo vivir en una ciudad, con alta densidad poblacional, porque se está más expuesto a posibles pandemias en el futuro. Porque vivir en las ciudades conlleva más riesgos, pero también más oportunidades. Lo mismo ocurre con las tendencias políticas. Todo esto del populismo y de la xenofobia, que ya venían de antes, creo que esta pandemia las acelera.

-¿Alguno de estos ejes le preocupa más saliendo de esta crisis?

-Todos. Como en toda transformación tan súbita, tan repentina como esta y a gran escala, las piezas no están ordenadas ni encajan unas con otras. Hasta que no tengamos tratamientos efectivos con una vacuna, el virus continúa extendiéndose e incluso regresa a sitios en los que parecían haberlo dejado atrás, lo que va posponiendo la recuperación de la economía hasta que llega un momento en el cual el daño puede ser más permanente. Acaso se tarde diez años, quince años en recuperarse. Hace tres meses se pensaba que cerrábamos toda la economía, superábamos la pandemia y ya para septiembre u octubre la economía volvería a estar bien. Ya hemos abandonado esa idea, sobre todo acá en Estados Unidos. Ahora hay una duda muy grande sobre cuándo se va a acabar esto y cuanto más se prolongue esto, más efectos tendrán estos problemas económicos, sociales y políticos.

-De Jeffrey Sachs a Martin Wolf, y de Ha-Joon Chang a Jacques Attali, entre otros, todos esperan una recuperación muy lenta, que tomará años.

-Sí. Los escenarios más optimistas que circulaban hasta hace tres meses, con una recuperación en forma de "V", ya fueron abandonados. Cerrar una economía es muy fácil, es una cuestión técnica que se puede hacer en 24 horas. Ahora, volver a arrancarla es muy complicado. La economía es de tal complejidad e integración, con tantas interrelaciones y tantas variables que dependen de otras y que se mueven en tiempo real, que volver a echarla a andar es complicado.

-En ese sentido, usted invita a "abandonar la mentalidad de búnker" y su planteo de la economía y la salud como "dos caras de la misma moneda". ¿Cómo trazar ese equilibrio?

-Aquí se cometió un error que los historiadores podrán analizar con el beneficio de la perspectiva que aporta el paso de los años. Me da la sensación que la medida medieval de la cuarentena es efectiva si logras aplicarla al 100%, a rajatabla. Paras la difusión del virus. Pero tiene dos problemas: nunca llegarás al 100% porque no todos pueden respetarla porque hay actividades esenciales, porque no todos siguen las directrices que se marcan. El segundo problema es que, con la cuarentena, no llegas a la inmunidad comunitaria y, por tanto, sigues siempre bajo la amenaza del contagio. Y el tercer problema es que una cuarentena general genera un parón económico, un aumento del desempleo, una dislocación social enorme, que crea otros problemas, por lo que suben otras causas de muertes. La gente ha pospuesto durante cinco meses, por ejemplo, someterse a estudios como el de la próstata y eso a la larga deriva en muertes, también. Por eso creo que los historiadores concluirán que intervenciones menos drásticas, más dirigidas a ciertos sectores hubieran sido más eficaces. Entre un 30 y 40% de las muertes ha sido en poblaciones de ancianos que estaban en instituciones y, por el contrario, en aquellos lugares donde tomaron las medidas más drásticas ahora tienen que volver a aplicar esas medidas. A eso se suma que todavía no entendemos bien cómo podemos alcanzar la inmunidad comunitaria antes de tener una vacuna. Es probable que pase por ciertas políticas públicas y avances sanitarios. De hecho, la mortalidad por coronavirus está bajando porque los médicos y el personal de enfermería han aprendido en los últimos meses cómo tratar a estos pacientes. Por todo esto, la cuarentena me parece un remedio demasiado drástico y demasiado inexacto. Y al final no sabemos qué problema hemos resuelto. Este es el lío.

-Por lo que he leído, tampoco es muy afecto a la idea de un programa de rentas universales incluso en tiempos pandémicos...

-A ver. hay que tener mucho cuidado. No estoy en contra del concepto, pero sí quitaría el adjetivo "universal". Hay porcentajes muy importantes de familias que no necesitan un ingreso adicional. Pero hay sectores que en ciertos países pueden llegar al 40 o 50 o 60% de la población que sí lo necesitan. Aquí, en Estados Unidos, por ejemplo, creo que un 25% de la población necesita un ingreso suplementario para las familias. Y luego debe estar graduado, que no todos reciban la misma cantidad de dinero. Aclarado eso, sí creo que deben recibirlo muchas personas que sí lo necesitan. Y no solo para ayudarles sino porque es bueno para la economía en general que haya demanda. Por eso, si a esa propuesta le sacamos la palabra "universal", estaré más contento.

-¿Dónde traza la línea entre quienes sí tienen derecho a ese ingreso y quienes no?

-Toda esta discusión se da en el contexto de un creciente desempleo tecnológico. ¿Qué vamos a hacer si la automatización sigue? Esta crisis lo que hace es acelerar esa tendencia. Porque las empresas se han dado cuenta que los trabajadores tenían que volver a sus casas, pero que si tuvieran un robot podrían continuar con la producción. Y ahora, que los humanos pueden volver al trabajo, deben respetar la distancia social, lo que con robots es mucho más fácil. Así que la automatización va a seguir, va a llegar a más ámbitos en la vida y en la economía y la crisis lo acelera. Tendremos una sociedad con más robots y menos mano de obra de cierto tipo de cualificación y ahí sí vamos a tener que plantearnos, más en serio, una renta básica más universal en el sentido de extensible a más gente.

-¿Hay algo en todo este proceso de los últimos meses que usted vea como esperanzador?

-[Sonríe] Es muy peligrosa la pregunta. Yo espero, en el sentido de esperanza, que esta crisis haga que la gente se dé cuenta que, al final, los políticos demagogos y populistas no resuelven ningún problema y espero que baje el apoyo a esos políticos. Estamos viendo que los peores gestores de esta crisis es este tipo de políticos. [Jair] Bolsonaro en Brasil, [Donald] Trump aquí, [Vladimir] Putin en Rusia. Demagogos, populistas que no quieren seguir las recomendaciones de los científicos, que creen que las soluciones son fáciles y así se las venden a la gente. Y cuando la gente está desesperada es más probable que escuchen a estos políticos. Espero que aprendamos la lección: que no hay nada fácil, nada gratis, y que las promesas demagógicas que a veces se hacen son eso: promesas vacías que al final no se pueden cumplir.

-¿Vivimos un proceso gigantesco de creación destructiva?

-¡Por supuesto! O, incluso, en términos darwinianos si quieres ponerlo en términos de supervivencia del más apto. Mira, la gente le echa la culpa al capitalismo, pero es que hay muchas cosas en el mundo que funcionan así. Ahora se verá qué empresas y qué modelo de negocios funcionan y cuáles no. Y a raíz de eso habrá una transformación de la economía bastante importante. El problema es que irá en el sentido de más automatización y eso va a traer más desempleo. Y fíjate quiénes están siendo los más afectados. Esta crisis agrava el problema de la desigualdad económica y social. Es tremendo. El virus se ceba en las personas más desaventajadas que tienen que seguir trabajando, que tienen que moverse en transporte público y que, por tanto, es más probable que cojan el virus, y si eso ocurre no tienen ahorros, con lo cual sus familias estarán peor, además de que viven en condiciones más precarias, con menos espacio, por lo que es más fácil la transmisión del virus dentro de sus hogares. en fin, una cosa detrás de otra.

-¿Hay alguna pregunta que no le planteé y quiera abordar?

-[Piensa] Desde una perspectiva argentina o latinoamericana creo que sí hay algo por abordar. Las peores crisis son las que son combinación de varios problemas. Hace doce años, Estados Unidos afrontó una crisis del sistema financiero que tuvo consecuencias en la economía real, pero no hubo crisis de salud. Ahora hemos tenido una crisis de salud pública que ha degenerado en una crisis económica con desempleo muy elevado. En estos momentos es importantísimo que evitemos que afecte al sistema financiero porque tendríamos tres crisis en una: de salud, de economía real y financiera. Por eso es importante proteger al sistema bancario y financiero. Pero me preocupa es América Latina porque ha habido mucha retirada de capital a corto plazo en estos meses y eso puede eventualmente precipitar una crisis financiera. Vamos a ver si se consigue evitarla y, por supuesto, la mejor manera de evitarla es que la economía real vuelva a funcionar cuanto antes.

Coronavirus: ¿Cuánto cambiará nuestra vida con la vacuna?BIOGRAFÍA

Nacido en 1964 en España, se graduó en Ciencias Económicas y Empresariales en la Universidad de Oviedo, donde luego se doctoró, para después completar dos maestrías y su segundo doctorado, en Sociología, en la Universidad de Yale

En 1992 comenzó a dar clases en el Massachusetts Institute of Technology (MIT) y cuatro años después se trasladó a la Universidad de Pensilvania, donde continúa como profesor de la prestigiosa Escuela Wharton, aunque también ha dictado cursos en Princeton y Oxford

Desarrolló investigaciones y escribió artículos y libros sobre globalización, competitividad, teoría organizacional y mercados emergentes que se tradujeron a seis idiomas

Ganador de las becas Guggenheim y Fulbright, en 2005 ganó el premio al mejor científico social de España menor de 40 años; es miembro del consejo consultivo del Foro Económico Mundial, de la Fundación Princesa de Asturias y del Comité Bretton Woods

Recomendación para aprovechar el tiempo

-Dado que millones de argentinos deben permanecer en sus casas desde hace meses, ¿qué libros, películas, música u otra actividad les recomienda para distraerse o "aprovechar" el tiempo? ¿Qué hace usted en su tiempo libre?

-Lo más importante en estos momentos es que estemos bien informados y ahí los medios de comunicación juegan un papel muy importante. Por eso, les diría a sus lectores que, en general y sobre todo en una situación como esta, no lean una sola fuente de información. Yo voto a los demócratas aquí, pero escucho Fox News porque si no, no entiendo cuáles son los argumentos que plantea la otra parte. Creo que es muy importante escuchar todos los puntos de vista y recibir información en una situación como esta. Al mismo tiempo, también creo que en esta situación es muy importante desconectar, mantener el equilibrio mental, relajarse y divertirse. Esta es una oportunidad para leer más o, incluso, para tomar cursos online que son gratis sobre lo que sea. Hay cantidad de oportunidades en estos momentos para ampliar conocimientos y perspectivas.