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Masters histórico: Hideki Matsuyama es el primer japonés en ganar un Major

Hideki Matsuyama festeja su triunfo en el Masters de Augusta frente a la mirada de Dustin Johnson, el campeón saliente
David J. Phillip

Pegado a la TV, Japón no durmió en la madrugada del lunes. Y todavía sigue despierto, fascinado con la histórica victoria de Hideki Matsuyama en el Masters. El fanatismo que despierta el golf en aquel país y la enorme industria alrededor de este deporte crecerán de manera exponencial a partir del primer triunfo de un japonés en un Major, hazaña concretada tras una última vuelta de 73 golpes (+1) y un total de 278 (-10). Al menos en estos días, Augusta se convirtió en la tierra del Sol Naciente.

Matsuyama, consolidado como una celebridad en su país, apagó por fin la ansiedad nipona en la elite del golf mundial. Una nación que rezó por la suerte en torneos grandes de figuras del pasado como Masashi “Jumbo” Ozaki, Isao Aoki, Tommy Nakajima y Ryo Ishikawa, entre otros, y que observó con admiración y envidia la primera victoria en majors de un asiático: aquella del surcoreano Y. E. Yang en el PGA Championship de 2009, después de vencer a Tiger Woods. Ahora, se enorgullece de este golfista de 29 años que en marzo de 2011 vivió en carne propia el desastre: en su época de estudiante de la Universidad Tohoku Fukushi, en Sendai, se desencadenó el accidente nuclear, terremoto y tsunami de Fukushima. Cuando regresó desde Australia, donde se encontraba, encontró su hogar transformado en cenizas.

Paradójicamente y en plena tragedia, 2011 resultó un año clave para su carrera golfística, porque se percató de que el trazado de Augusta le calzaría perfecto para su juego. Con apenas 19, debutó aquel año en el Masters en condición de ganador del Asia-Pacific Amateur Championship y la experiencia no pudo ser mejor: fue el aficionado más destacado (finalizó 27º en el tablero general) y en la ronda del sábado, particularmente, anotó 68 golpes (-4) que lo movieron a una reflexión: “Gracias a esa vuelta, sentí la confianza suficiente para jugar en el Masters y entendí que podía hacer una carrera profesional”, mencionó. Diez años después disfruta de su primer saco verde, recibido de manos de Dustin Johnson, eliminado tras los primeros 36 hoyos.

Hideki Matsuyama abraza a su caddie Shota Hayafuji luego de ganar el Masters de Augusta
Charlie Riedel


Hideki Matsuyama abraza a su caddie Shota Hayafuji luego de ganar el Masters de Augusta (Charlie Riedel/)

La expectativa el domingo desde el otro lado del mundo era enorme. Pero los cuatro golpes que llevaba de ventaja Matsuyama al inicio de la vuelta final se le esfumaron de inmediato: desde el tee del 1 bloqueó la pelota hacia la derecha y terminó con bogey, al tiempo que su escolta Will Zalatoris ya había acelerado desde el arranque con dos birdies. De esta forma, cuando Matsuyama se paró en la salida del par 5 del 2, pasó a tener apenas un golpe de diferencia y supo que sus últimos 18 hoyos estarían lejos de ser un paseo triunfal.

Calmó los nervios con un birdie en el par 5 del 2, que le atenuó ese primer sacudón emocional, al tiempo que Zalatoris y el compañero de salida del campeón, Xander Schauffele, no pudieron despegar en el transcurso del tramo de ida. Tanto es así que Matsuyama empezó el trayecto de vuelta con cinco golpes de ventaja y todo bajo control: acierto de fairways, impecable juego alrededor de la bandera (es de los mejores del circuito en este aspecto) y un rendimiento parejo sobre el green. Recurrió a una postura conservadora, sabiendo también que nadie de los de atrás se constituiría en una amenaza real.

Sin embargo, Augusta siempre se reserva un espacio para la incertidumbre y el drama. Sucedió que Matsuyama perdió un golpe en el temible par 3 del hoyo 12 y cayó en la laguna en el par 5 del 15, luego de un segundo tiro que picó 15 yardas más allá; la pelota rodó barranca abajo hacia el agua y el japonés empezó a preocuparse. Dos bogeys que contrastaron con dos birdies en el 14 y 15 de Schauffele, que había sido 2º en el Masters de 2019. Pero justo cuando este californiano se disponía a dar el zarpazo, ahora a solo dos golpes de la punta, eligió mal el palo en el par 3 del 16 y se sumergió en la laguna, para terminar con un costosísimo triple bogey que lo sacó del campeonato. Un verdadero colapso más allá del bogey de Matsuyama, que bajaba a -11. Justo en ese momento, Zalatoris completaba su torneo y fijaba un total de -9 en el Club House.

Hideki Matsuyama sostiene el trofeo de vencedor del Masters de Augusta.
David J. Phillip


Hideki Matsuyama sostiene el trofeo de vencedor del Masters de Augusta. (David J. Phillip/)

La última misión de Matsuyama consistía en administrar en los dos hoyos finales una diferencia de dos golpes, pero los nervios lo volvieron a traicionar con un mal segundo tiro en el 18 que se hundió en el bunker. Igual, no significó mayor problema para este jugador que ostentaba cinco títulos en el PGA Tour y llevaba tres años y medio sin ganar. Finalmente, le alcanzó con un bogey para ensayar un discreto festejo y derramar algunas lágrimas camino a controlar las tarjetas. Fue en ese momento, a las 8.04 AM del lunes de Japón, cuando ese país desató su festejo masivo por la gesta deportiva de su nuevo héroe. Sin dudas, un gigantesco impulso para el golf en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.

“Estoy muy feliz. Los nervios no aparecieron hasta los últimos nueve hoyos... y hasta el último putt. Estuve pensando en mi familia durante toda la ronda y estoy muy contento por haberle brindado el título a ellos”, mencionó mediante su traductor el asiático, que agregó: “Sentí que podía ganar cuando acerté el fairway del 18. Ojalá que muchos jóvenes japoneses me sigan después de este triunfo y sean muchos más”.

Por fuera del triunfo de Matsuyama, la cancha de Augusta National le recordó a Bryson DeChambeau que no es cuestión solo de potencia, sino también de precisión, sobre todo para acertar los mejores lugares de las plataformas con los segundos tiros. El Científico era un posible candidato, pero cerró con 75 (+3) y un total de +5. Se fue cabizbajo, pero por lo menos brindó su último show unipersonal al pegar un impresionante drive de 374 yardas en el 18 que voló por encima de los bunkers de la izquierda, una trayectoria inaudita de pelota. Se despidió con un birdie y la sensación de que deberá seguir ajustando distancias, sin tanto músculo y con más noción de la justeza que exige esta cancha mágica.