María Emilia Salerni, hoy: a 20 años de ganar Wimbledon y ser la número 1 junior del tenis femenino

Sucedió hace 20 años: una joven tenista argentina conquistó Wimbledon. En un sábado nublado, salpicado por esas lloviznas que suelen surcar el verano de Londres, María Emilia Salerni se consagró campeona del torneo junior en el legendario All England Lawn Tennis & Croquet Club. En el entonces flamante court N° 1, ante unos 6.000 espectadores, le ganó a la ucrania Tatiana Perebiynis por 6-4 y 7-5, y se convirtió en la primera vencedora de nuestro país en singles sobre el césped londinense, además de ser la Nº 1 del mundo en juveniles.

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Salerni recibió el trofeo allí, pero, como en un cuento de hadas, la invitaron al mítico court central, en el que Venus Williams también había hecho historia al ganar la final femenina. Ingresó por la puerta del box real, y escuchó a John Barrett, el presentador oficial, anunciar que el duque de Kent, primo de la reina y presidente honorario del All England, estaba por recibir a la campeona juvenil. Dijeron su nombre. Levantó la copa. Escuchó una ovación y se vio iluminada por la misma lluvia de flashes que más temprano había recibido la mayor de las hermanas Williams. Acompañada en Londres por Mariana, una de sus hermanas -la Pitu es la menor de cinco hermanos-, y por quien entonces era su entrenador, Sergio 'Colo' Ledesma, escribía así un capítulo inolvidable.

Dos décadas después, Salerni recuerda aquellos días londinenses como un sueño de otro tiempo. Hace ya un largo rato que el tenis ha quedado atrás como prioridad. Se retiró a los 26 años, a fines de 2009, y poco después llegó el casamiento con Paolo, y sus tres hijos: Pedro, de 8 años; Catalina, próxima a cumplir 4, y Bruno, de 2. Desde hace más de una década vive en San Francisco, Córdoba, no muy lejos de su Rafaela natal. Y desde allí le cuenta a LA NACION cómo formó su familia: "Con Paolo nos conocemos desde chiquitos, desde que teníamos 6 o 7 años y jugábamos al tenis en infantiles. Yo jugaba mucho en Córdoba, y él también iba para Rafaela, éramos parte siempre del mismo grupo, en el que también estaba Georgie (Jorgelina Cravero, compañera de generación y hoy radicada en los Estados Unidos). Él dejó a los 12 o 13 años y yo empecé a jugar en otro nivel, hasta que nos encontramos en una serie de Fed Cup que se jugó en Córdoba, en 2007; Paolo me fue a ver por una invitación de Jorgelina, y así empezamos a vernos después de muchos años, a salir y nos pusimos de novios. Vine a San Francisco en 2010 y al año siguiente nos casamos". En San Francisco, trabaja junto a su marido en un local de ropa informal de su propiedad, y con dedicación plena a la familia.

- ¿Y el tenis?

- Y. Fui entrenadora durante cuatro años en un club de Freire, a media hora de mi casa. Tuve una experiencia muy linda en la parte formativa, pero ya con dos chicos y buscando el tercero decidí dejar de viajar. Ahora un poco estoy jugando, porque surgió la opción de volver a trabajar con Luna Morini, que era una de mis alumnas cuando ella era más chiquita, y ahora tiene 17 años y la estoy ayudando para que viaje a los Estados Unidos con una beca universitaria. Luna llegó a jugar torneos de Cosat -la gira junior sudamericana- y participó en torneos en Europa en la etapa Sub 14. Para mí, ella es casi como una hija, la quiero mucho.

Sólo Salerni y Gustavo Fernández (tenis adaptado) conquistaron torneos singles en Wimbledon. En dobles femenino festejó Gabriela Sabatini (1988), y en dobles juniors, Gisela Dulko (2001), Guillermo Coria y David Nalbandian (1999) y la propia Salerni (1999). Gusti Fernández (2015) también ganó en el dobles adaptado.

- ¿Cuáles son tus recuerdos de aquel Wimbledon?

- Fue importante en cuanto a emociones, lo viví con mucha felicidad. Ahora, en estas horas, veía imágenes de esa época que me compartían en redes y se me caían las lágrimas. Pero en ese entonces lo veía como algo natural, porque habíamos trabajado mucho para alcanzar eso, no fue una coincidencia. Estaba con mucha confianza; venía de la final en Roland Garros y en medio de esa gira también jugaba algunos torneos profesionales, y con el objetivo de terminar el año con el número 1 junior. Tenía un equipo buenísimo atrás, también".

Como junior, en ese 2000 inolvidable fue finalista en Roland Garros, donde perdió con Virginie Razzano; además de conquistar Wimbledon, también obtuvo el US Open junior y participó en los Juegos Olímpicos de Sydney 2000, para finalizar la temporada como número 1 junior. Como profesional, llegó a ser la número 65 del mundo y obtuvo 12 torneos del circuito ITF; también representó en varias ocasiones a nuestro país en la Fed Cup. Salerni tuvo un muy buen primer año como profesional, en el que se acercó al puesto 100° del ranking. Pero después surgieron las lesiones; también los cambios de entrenador. Los resultados no ayudaban a gestionar la confianza. Tomó un nuevo aire con la mudanza a Valencia; en España, contó con la ayuda de Anabel Medina Garrigues, y alcanzó su mejor ranking en febrero de 2008, luego de jugar su única final del WTA Tour, en Bogotá. Pero meses después llegó la lesión por estrés y comenzó a madurar la decisión del retiro. "Ya no era feliz, ya no sentía lo mismo", repasa sobre ese momento.

-¿Terminaste enojada con el tenis?

-Sí. Allá por 2010 no quería saber más nada. Terminé desenamorada, porque la última lesión me agarró justo en una buena etapa, cuando estaba en mi mejor puesto del ranking (65°), y venía de jugar una final de WTA. Pero tuve la fractura por estrés en el pie derecho (en el hueso calcáneo) y también una molestia en el tendón de Aquiles. Eso me llevó casi un año de recuperación. El ranking se me fue al 900 y era tener empezar de nuevo, a los 26 y casi diez años encima en el circuito. Otra vez a jugar qualies de future. lo intenté, pero a mitad de año, después de Roland Garros, ya cuando estaba 200 y pico, había avanzado mucho, sentí que no era lo mismo. Yo sentía que era el tenis el que me dejaba, y no estaba preparada para eso. Fue una lesión jodida, que me paró cuando mejor venía, después de un año muy bueno, con muchos partidos encima y confianza, y sin defender puntos por delante, así que esperaba mucho más. Me acuerdo que entonces estaba en Valencia y dejé todo allá. Le dije a mi entrenador (Gonzalo López): "Doná todo. Si hay una chica que necesite ropa y raquetas, dejáselas". Así terminó mi etapa como jugadora.

Salerni, que comenzó a jugar en el club 9 de Julio, en Rafaela, y tuvo a Guillermo Coria y David Nalbandian como compañeros de generación en aquella recordada Escuela de Alto Entrenamiento de la AAT, analiza: "Pasó todo muy rápido, los veinte años se fueron volando. Cuando llega la madurez se ve más el valor de las cosas. Veinte años después entendés que aquello fue algo importante para el tenis argentino, el hecho de ser parte de toda esa camada, con figuras semejantes. Recién hoy caemos en lo bueno que fueron, en lo mucho que había que trabajar dentro de una situación económica difícil, como siempre. Toda esa camada mía puede decir 'qué afortunados fuimos de vivir esto y lograr resultados espectaculares'".

Salerni se queda con la última palabra: "Vivo feliz, pero muchas veces me levanto y no puedo creer que haya viajado por todo el mundo por el tenis, que haya tenido éxito, haber jugado bien y aprendido a formarme como persona, con las presiones que por ahí supe manejar o no. Estoy contenta con la decisión que tomé en su momento porque lo sentí así; siempre me sentí afortunada por todo lo que viví en el tenis y lo que me dio el deporte. Todavía mis hijos son chicos, pero por ahí el mayor busca en YouTube algunos videos míos; la nena ya sabe que jugué al tenis. Fue una etapa muy importante, pero también es como que transcurrió en otra vida".