El Manchester City ganó, la UEFA es quien asume las pérdidas

Manchester City's Spanish manager Pep Guardiola (R) gestures to Manchester City's English midfielder Raheem Sterling (L) during the English Premier League football match between Manchester City and Arsenal at the Etihad Stadium in Manchester, north west England, on June 17, 2020. - The Premier League makes its eagerly anticipated return today after 100 days in lockdown but behind closed doors due to coronavirus restrictions. (Photo by PETER POWELL / POOL / AFP) / RESTRICTED TO EDITORIAL USE. No use with unauthorized audio, video, data, fixture lists, club/league logos or 'live' services. Online in-match use limited to 120 images. An additional 40 images may be used in extra time. No video emulation. Social media in-match use limited to 120 images. An additional 40 images may be used in extra time. No use in betting publications, games or single club/league/player publications. /  (Photo by PETER POWELL/POOL/AFP via Getty Images)
(Photo by PETER POWELL/POOL/AFP via Getty Images)

MÁNCHESTER, Inglaterra — El Manchester City tiene su respuesta: la respuesta que quería, la respuesta inflexible que, desde el inicio, era la única posible.

No habrá un veto de dos años de la Liga de Campeones. No hay ninguna razón para preocuparse de que Pep Guardiola pueda buscar un nuevo destino antes de lo esperado o de que Kevin De Bruyne, Raheem Sterling o cualquier otra estrella de la galaxia del City sienta la necesidad de irse. Todos esos logros de la década pasada seguirán vigentes, inmaculados.

Para el Manchester City y sus aficionados, eso es lo importante. El Tribunal de Arbitraje Deportivo ha limpiado el nombre del City en una apelación, tras anular el cargo que le imputó la UEFA —el órgano que en teoría es responsable del fútbol europeo— de haber tergiversado parte de su financiamiento para eludir reglas de control de costos.

LEE también | El mayor cambio que sufre la MLS en su reinicio: madrugar

No obstante, siempre fue probable que las consecuencias se extendieran más allá del club. Aunque no habrá consecuencias tangibles para el City —carta blanca para respaldar a Guardiola, para construir una dinastía, para extender su imperio de clubes—, no se puede decir lo mismo del fútbol europeo en términos más generales.

A primera vista, parece un poco exagerado sugerir que este es un momento Bosman del siglo XXI: el punto en el que el experimento del Juego Limpio Financiero (JLF) exhala su último aliento, donde la UEFA acepta su destino y se queda inmóvil, cruzada de brazos, mientras los clubes gastan lo que quieren.

MANCHESTER, ENGLAND - JULY 02: Kevin De Bruyne of Manchester City organises a defensive wall with team mates during the Premier League match between Manchester City and Liverpool FC at Etihad Stadium on July 2, 2020 in Manchester, United Kingdom. (Photo by Visionhaus)
(Photo by Visionhaus)

Después de todo, la organización ha enfatizado su compromiso con sus regulaciones. El City no ha demostrado que el JLF sea ilegal conforme la ley de la Unión Europea (y, a final de cuentas, no estaba intentándolo). En esta instancia, la UEFA simplemente no ha presentado un caso tan sólido, o tan rápido, para vigilar sus reglas.

El problema es que no es tan solo en esta ocasión. Es la tercera vez que la UEFA ha intentado castigar a un miembro de la élite del Viejo Continente —porque, a pesar de todos sus intentos por presentarse como una especie de desamparado insurgente, eso es precisamente el grupo al que pertenece el Manchester City— y es la tercera vez que ha fracasado para que alguno de ellos la obedezca. De nueva cuenta, los tecnicismos la han arruinado.

No ha habido ninguna violación espectacular y conclusiva del JLF; tan solo una serie de grietas que socavan de muerte los cimientos. Para los clubes más ricos y poderosos, las reglas están empezando a parecer lineamientos, y la impresión es que de todos modos la UEFA no puede hacerlas cumplir en todas partes. En la actualidad, hay pocos incentivos valiosos para que alguien se adhiera a ellas.

Este momento es una ventana hacia el posible panorama del fútbol sin un control financiero: los equipos con los dueños más generosos y los bolsillos más llenos torciendo el mercado a su antojo, eligiendo con cuidado a los pobres, desafiando a sus rivales para que los igualen o se hundan en la mediocridad. Tal vez así debería ser: el ascenso del fuerte y la caída y la desaparición del débil.

Excepto, claro está, que el fútbol ya había estado en esa situación, en una era de gasto descontrolado. A inicios de la década de 2010, la UEFA se encontró con que el fútbol europeo en conjunto tenía una deuda de 1900 millones de dólares. Durante los últimos diez años, el giro radical ha sido extraordinario. En 2017, los clubes del continente produjeron ganancias por 680 millones de dólares. Por supuesto que el cambio fue la introducción del Juego Limpio Financiero.

MANCHESTER, ENGLAND - JULY 02: Aymeric Laporte of Manchester City and Mohamed Salah of Liverpool in action during the Premier League match between Manchester City and Liverpool FC at Etihad Stadium on July 2, 2020 in Manchester, United Kingdom. (Photo by Visionhaus)
(Photo by Visionhaus)

Ese es un problema del fútbol: al ser tribal por naturaleza y sin arrepentimientos, se conforma con respuestas pequeñas e ignora las grandes preguntas. Para el Manchester City, el Juego Limpio Financiero fue diseñado, en exclusiva, con el fin de limitar sus ambiciones. Para los aficionados ingleses, españoles o italianos, fue creado para impedir que la riqueza arribista no deformara la economía del deporte.

Sin embargo, en otras partes, ha demostrado ser crucial. Ha permitido que la UEFA garantice que los clubes en mercados más pequeños —donde la preocupación no es saber quién ganará la Liga de Campeones— cumplan con sus deudas y obligaciones ejerciendo la amenaza de una expulsión de las minas de oro que son las competencias europeas.

LEE también | Posibles nombres para sustituir el de "Redskins" ya fueron registrados por otra persona ajena al equipo

Para los grandes clubes, el JLF siempre ha sido como un tigre de papel; para los equipos chicos, siempre ha tenido dientes. Esa es su debilidad, pero también su fortaleza. Ante su ausencia, las consecuencias se sentirán donde ha surtido más efecto: no en los clubes que pueden gastar hasta saciar sus corazones, sino en los clubes que pueden arriesgar su existencia misma por éxitos a corto plazo.

¿Cuál es el siguiente paso para el Manchester City? El cielo es el límite. Para la mayor parte del resto de Europa, la trayectoria podría ser muy distinta.

This article originally appeared in The New York Times.

© 2020 The New York Times Company