Luka Modric gana el Balón de Oro a la elegancia

EFE / YOAN VALAT
EFE / YOAN VALAT

Tenía que llegar el día que Lionel Messi y Cristiano Ronaldo no ganaran un Balón de Oro. Y llegó. Y fue este año 2018. Y el elegido mejor jugador del mundo fue Luka Modric.

Los dos hombres que han levantado el trofeo cinco veces cada uno desde 2008 hasta el año pasado le hicieron un feo al galardón que les encumbró y no se presentaron en la gala. Luka Modric, amigo íntimo de Cristiano Ronaldo y respetado futbolísticamente por Lio Messi, se mostró decepcionado con que sus compañeros se ausentaran de la cita, pero no apesumbrado. Al fin y al cabo, los que tenían que estar, estaban: Su mujer y sus padres, emocionados, no quisieron perderse la cita.

Antoine Griezmann, Balón de Bronce, se mostró irónico al comentar que parecía que era “más importante ganar la Champions League que el Mundial”. Quizás se olvidaba que en aquella final del Mundial que él ganó con la mejor generación francesa de futbolistas en los últimos 20 años, también había un pequeño genio con el 10 a la espalda liderando a un país minúsculo que por el camino se había cargado a Argentina, Dinamarca, Rusia y a Inglaterra. Lo había hecho con un gran fútbol, con un equipo lleno de currantes y muy pocas estrellas, y marcando además goles decisivos en momentos clave del torneo.

Cabe también recordar que el Real Madrid, con Modric en la sala de máquinas, había ganado la final de la Champions League al Liverpool en Kiev, mientras que el Atlético de Madrid ganaba la Europa League porque Griezmann y compañía no habían conseguido pasar de la primera ronda de la competición más importante de Europa.

GOAL
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Lo cierto es que cuesta imaginar a Luka Modric haciendo el feo que le hicieron sus compañeros de profesión a él en el que a buen seguro será el día más importante de su carrera como futbolista. Porque Modric es un tipo educado, elegante, de los que hace piña en el vestuario, y de los que manda con la pelota –como hacía Zinedine Zidane, por cierto– y no a los gritos y a las pataletas.

Por eso su premio es también el premio a la constancia, al levantar la cabeza cuando las cosas salen mal, y al ofrecer la mano al rival cuando salen de maravilla.

El croata fue la única buena noticia que dejó el paso de José Mourinho por el Real Madrid, pues por lo demás el portugués y su staff fueron como Atila y los hunos. A su llegada al club blanco, en las últimas horas del mercado veraniego de 2012, varios medios se mofaron del pobre ojo clínico que tuvo la “secretaría blanca” al fichar Modric por más de 40 millones de euros; un jugador de 27 años, sin bagaje alguno en el fútbol de élite, y que llegaba de un Tottenham venido a menos. Un periódico en Cataluña llegó a titular “Cortina de humo”, asegurado que Florentino Pérez había tirado la casa por la ventana por el croata para tapar las vergüenzas de un equipo que se le deshacía como un azucarillo.

ANGEL MARTINEZ/REAL MADRID/ GETTY IMAGES
ANGEL MARTINEZ/REAL MADRID/ GETTY IMAGES

Pues tardó un sólo año Modric en adueñarse del mediocampo blanco y empezar a consagrarse como uno de los mejores de la historia del club merengue. Hoy, tiene cuatro Champions Leagues, tres Mundialitos, tres Supercopas Europeas, un española, una Liga y un Copa del Rey en su haber. A más de dos títulos por temporada le salió la jugada al Real Madrid con el croata. Pocos fichajes han dejado mejores réditos y para ser una cortina de humo, la cosa ha ido de perlas.

Por eso el premio que le corona como el mejor jugador de 2018 es también un premio al trabajo, al sudor sin mesura, a la entrega total de un jugador con un clase extraordinaria para jugar al fútbol pero que, a diferencia de otras estrellitas, es el primero en ponerse el mono y bajar al fango. Eso en el fútbol de hoy día tiene un valor, sin duda alguna.

No importa, pues, lo mucho que le critiquen los palmeros de Ronaldo, de Messi, de Griezmann o de Mbappé. Ni mucho menos los feos que estos propios jugadores le han hecho en un día tan especial.

El Balón de Oro 2018 brillará para siempre en la vitrina de Luka Modric, que seguro se emocionará al recordar lo mucho que sufrió su familia en su natal Zadar cuando tuvieron que huir de la guerra de los balcanes, de lo difícil que fue dejar su casa para irse a Zagreb siendo sólo un niño, o mudarse a Londres, con la ilusión de convertirse en uno de los mejores del mundo. El genio croata sonreirá feliz al recordar todo el trabajo realizado para llevar al Real Madrid y a Croacia a lo más alto, y no podrá contener las lágrimas al ver de nuevo el vídeo de su padre llorando de emoción al recibir la noticia de que su hijo era el mejor jugador del mundo de 2018.

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