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La incoherencia de Luis Enrique en sus decisiones con España

Luis Enrique head coach of Spain during the FIFA World Cup 2022 Qatar qualifying match between Spain and Kosovo at Estadio de La Cartuja on March 31, 2021 in Seville, Spain. (Photo by Jose Breton/Pics Action/NurPhoto via Getty Images)
Photo by Jose Breton/Pics Action/NurPhoto via Getty Images.

Amanecía el día con la premisa de que todo futbolero patrio se enfundaría el chándal de seleccionador antes de la hora de comer. Suerte (o no) que el auge de los movimientos urbanos han hecho de la moda un espacio accesible para todos. Donde antes había refinamiento ahora hay pelotillas, dorsales de dudosa importación a medio despegar y suelas con cámara de aire. “Football-inspired fashion”.

Aunque siempre he creído en el fútbol como el mejor vehículo para canalizar casi todo, de lo que no cabe duda es de su capacidad infinita para democratizar opiniones. Cualquiera cabe y seguramente esa sea parte de su gracia.

Pero desde aquí no buscamos darle cabida a las barrabasadas. No queremos aleccionar a Luis Enrique. Ni juzgar su recorrido, ni recordarle cada error, ni quitarle el derecho a evolucionar. Ni mucho menos buscamos criticar sus preferencias. Desde este rincón solo tratamos de entenderle. De comprender el criterio detrás de cada una de sus decisiones, que en el fondo nos afectan un poco a todos.

Porque sin un modelo futbolístico definido que sirviese como molde para decretar qué piezas valen y qué piezas no, ni talentos generacionales –toda vez que Isco Alarcón no quiso cumplir con su destino y Ansu Fati todavía no puede hacerlo– que forzasen al seleccionador a adaptarse a ellos y guiarle en la construcción de un entorno acorde, tal vez la flexibilidad y la transigencia hubieran sido un buen punto de partida para reconquistar al desesperanzado público español.

Y es que manejar las expectativas y gestionar los altibajos emocionales del hincha nacional viene incluido dentro del salario del seleccionador, por mucho que suponga una tarea de calado mastodóntico por su dimensión social, cultural e histórica.

Entonces, ¿qué tal si el camino empieza desde la moderación y la mesura? Sin líneas rojas, Luis Enrique podía permitirse beber de varias fuentes y mezclar a los jugadores que más se acercan a su idea de juego con aquellas piezas que mejor puedan funcionar en el día a día. ¿Qué mejor que encontrar un equilibrio entre los conceptos imprescindibles de tu libreto y una ponderación entre rendimiento, experiencia, físico, técnica, táctica, adaptabilidad, variedad…?

Ya veis que ser seleccionador (ojo, no confundir con entrenador) no es nada fácil. Por eso Luis Enrique está donde está y tú estás leyendo esto. Con todo y con eso, en la última de las listas antes de la Eurocopa nos encontramos frente a un equipo indeterminado. Escaso de certezas. Cambiante en su definición y de irreconocibles fortalezas. De líneas difusas entre lo que parece ser, lo que busca ser y lo que realmente es. De que aquel 6-0 a Alemania en La Cartuja fue un espejismo del que no queda rastro alguno. De pocos nombres de aprobación unánime y en cambio muchos otros que sirven como armas arrojadizas para foguearse en Twitter.

GRANADA, SPAIN - MARCH 25: coach Luis Enrique of Spain during the FIFA World Cup 2022 Qatar Qualifier match between Spain and Greece at Estadio Municipal Nuevo Los Carmenes on March 25, 2021 in Granada, Spain (Photo by Pablo Morano/BSR Agency/Getty Images)
Photo by Pablo Morano/BSR Agency/Getty Images.

Sobre todo, estamos ante una lista poco coherente. Nada práctica y menos flexible. Principalmente, porque no está completa. Por mucho que Luis Enrique diga que dos puestos quedan libres porque “no queremos que estén en la grada”, es probable que esos dos descartes preferirían estar en la grada, quién sabe si con opciones de participar en algún momento, que en su casa siguiendo a su selección al fresco del aire acondicionado.

En sequía de cracks mundiales, sin un modelo concreto y tras un recorrido repleto de dudas y tropiezos, llamar a 24 jugadores y no a los 26 que permite la normativa es una decisión que limita y resta opciones antes siquiera de empezar a competir.

Las ausencias son más inexplicables cuando todavía quedaba sitio para ellas. Por eso chirrían. Porque Luis Enrique se cierra a sí mismo la opción de elegir, de dudar, de cuestionarse dentro de unos días y de aceptar que, a lo mejor, no todo sale cómo ha planeado.

El tema central del debate no es si "prefiere a este uno por delante de aquel otro", que también, pero eso va en otra ventanilla, como diría mi queridísimo Alberto Rubio. El quid de la cuestión es que Luis Enrique ha elegido no elegir. Ha querido dejar roles y puestos específicos vacíos, como puede ser el de Jesús Navas en el lateral derecho, configurar un grupo huérfano de líderes experimentados, como Sergio Ramos, o perder la adaptabilidad de perfiles capaces de competir en casi cualquier escenario, como Mikel Merino, Sergio Canales o Iago Aspas.

Tampoco se entiende que en ese pragmatismo donde ahora sí caben los hace no tanto desahuciados Koke y Azpilicueta, el recién aterrizado Laporte, el siempre irregular (preciosa contradicción) Thiago Alcántara, 'sus' Diego Llorente y Eric García o los inesperados Adama Traoré y Pablo Sarabia, no haya sitio para siquiera mirar de reojo a las fórmulas que funcionan en el día a día de los clubes.

Los seleccionadores (y no los entrenadores) pueden permitirse trasladar a su equipo bloques completos, mecanismos y sinergias ya forjadas. Esto asegura el rodaje y evita procesos a partes iguales. Y, en este caso, no solo se trata de que Luis Enrique los ignore, sino que mantiene su tozudez en lo que a renegar de ellos respecta: Marcos Llorente y su 12+11 (23 goles producidos solo en Liga), el centrocampista español más productivo y determinante de la temporada (entre Fabián Ruiz, Koke, Thiago, Pedri, Rodri y Busquets han marcado o asistido en los mismos 23 tantos), sigue siendo carrilero, lateral y, en definitiva, defensa, en sus planes.

Pero bueno, como dice Hurti, "Luis Enrique sentó un día a Messi. Para él esto no es nada”. Por eso es el entrenador, ejem, seleccionador de España. Y nosotros no.

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