Los que ya no están: Racing de Santander

Un aficionado da la bienvenida a Ali Syed en 2011. (Derecha) Ezequiel Garay y Pedro Munitis celebran un gol del Racing. | Foto: Getty
Un aficionado da la bienvenida a Ali Syed en 2011. (Derecha) Ezequiel Garay y Pedro Munitis celebran un gol del Racing. | Foto: Getty

Tengo amigos que siempre llegan tarde pero iluminan el bar en cuanto aparecen. Otros ya son sombras en mi memoria a fuerza de llegar tarde y faltar. El Racing de Santander compitió durante 44 temporadas en Primera pero lleva desde 2013 dando tumbos entre Segunda B y Segunda. El club cántabro, uno de los diez hermanos fundadores de la liga, era como los primeros y se resiste a ser como los segundos. Pelea por apartar de su cabeza la triste idea de que nunca volverá a cruzar la puerta invitando a cañas. La vitalidad de su afición ha crecido en las malas y su campaña inmaculada en el tercer escalón del fútbol español invitan a soñar con su regreso. Volver, no hay verbo más evocador para los equipos orillados. Tampoco hay otro más exigente. Volver, siempre volver. ¿Pero a dónde?

El Racing de Santander y la Real Sociedad disputan un partido de liga, en 2001, en los Campos de Sport de El Sardinero en Santander. (Foto: Firo Photo/ALLSPORT)
El Racing de Santander y la Real Sociedad disputan un partido de liga, en 2001, en los Campos de Sport de El Sardinero en Santander. (Foto: Firo Photo/ALLSPORT)

La nostalgia es un bote de Nocilla gritando en la despensa. Uno corre el peligro de bajar las persianas, fundirse con el pijama y gastar los días rebañando el tarro. Claro, el aficionado del Racing tiene todo el derecho del mundo a abandonarse al recuerdo pero su realidad siempre ha sido otra. Su equipo, como la mayoría, reúne dos condiciones perfectas para arruinarle la vida a sus aficionados: es histórico pero siempre ha sido modesto. Sísifo en el paraíso. Nunca hubo títulos pero ningún racinguista habrá crecido sin saber que su sitio natural es Primera. Si acaso Segunda. Por eso desde su primer descenso al infrafútbol de Segunda B en 2013 el escudo duele aun más en El Sardinero. La afición cántabra quiere regresar a su sitio pero con dignidad. Sin repetir los bochornos del pasado.

Hubo sus momentos, sin duda. Como en noviembre de 2008. Gonzalo Colsa hacía de París un velatorio con aquel cañonazo desde fuera del área para empatarle al PSG en el Parque de los Príncipes. El Racing de Santander disfrutaba en su primera y única aventura europea como un adolescente quemando el interrail. Derechazo que toca la escuadra de Landreau antes de entrar, el Racing de rojiblanco… Todo sale perfecto al menos una vez en la vida aunque aquello no les sirviese para superar una fase de grupos endiablada entre el Twente, el Schalke de Neuer y el Manchester City presideral con Robinho de mascarón de proa. Ni aplastando a los ingleses en el último partido pudieron aferrarse al sueño. Faltó un gol, siempre falta algo en El Sardinero… La prueba fue que tan solo 1.663 días después de aquel chispazo los racinguistas tuvieron que aprender a sobrevivir como soldados de fortuna en el pozo de la Segunda B.

Y después están las permanencias. Half Man Half Biscuit escribieron mi canción preferida sobre fútbol. ‘Mathematically safe’ funciona porque no es épica ni por asomo. Habla de salvar las temporadas solo con cinco minutos más bajo el edredón con tu novia. Habla del fútbol que conocemos la mayoría. Nando Yosu libró al Racing de la quema en cuatro ocasiones. Cuatro milagros para regatear la Segunda despachó sin despeinarse, sin darse aires, sin arrugar demasiado el traje que le acompañaba como una segunda piel. El Racing es un poco eso. Un orgullo terco por permanecer que parece poco en este momento de highlights y millones pero que en El Sardinero significan todo.

Pero para entender cualquier desastre conviene recapitular. “El Racing, que siempre ha coqueteado más con la Segunda división que con la Primera, vive su década prodigiosa en la que incluso llegó a jugar la UEFA y lo que parecía una época de paz histórica se rompe”, explica Marta San Miguel, periodista de El Diario Montañés que ultima un libro sobre el equipo para la colección ‘Hooligans Ilustrados‘. La rompen entre unos cuantos dirigentes estrafalarios. Pernía, Montalvo, Lavín, el indio Ali Syed. Son años de Pressing Catch. De un montón de fulanos con demasiado maquillaje y muy poca verdad que bailaron bajo el foco durante cinco minutos y destrozaron el escenario.

El antiguo dueño del Racing Ahsan Ali Syed en el palco durante un partido contra el Real Madrid en 2011. (Foto: CESAR MANSO/AFP/Getty Images)
El antiguo dueño del Racing Ahsan Ali Syed en el palco durante un partido contra el Real Madrid en 2011. (Foto: CESAR MANSO/AFP/Getty Images)

Visto desde la distancia, la balanza del ánimo montañés podría equilibrarse en dos balanzas: a la izquierda, el trago de tener que celebrar el centenario de 2013 en Segunda y sin futuro; a la derecha, el histórico plante en Copa del Rey. El equipo liderado entonces por el entrenador Paco Fernández se negó a disputar los cuartos de final en protesta por los impagos que estrangulaban al club. “Aquello significó un antes y un después. Demostró que el Racing no es un equipo al uso, que no es una afición al uso. Cuando al año siguiente la gente participó en masa en la ampliación de capital tres cuartos de lo mismo. Esa respuesta sigue tras cuatro temporadas en Segunda B y es impresionante”, recuerda San Miguel.

Ese es la dignidad a la que se aferra el club cántabro para regresar a su sitio. Este año son los grandes líderes de la Segunda B. Nadie suma más puntos que ellos en el tercer escalón del fútbol español, el club goza de cierta estabilidad institucional y un entrenador, Iván Ania, joven y muy identificado con la sensibilidad del racinguismo. En el enésimo intento por regresar al fútbol profesional no fallarán los de siempre. “No se puede hablar del Racing solo desde el fútbol. La relación de los aficionados con su equipo aquí supera lo futbolístico. El racinguismo siempre estuvo ahí pero los golpes han visibilizado aún más ese sentimiento”, dice San Miguel. Las cañas con los de siempre están más cerca.

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