Los culpables de la derrota

Boca Juniors boss Guillermo Barros Schelotto could not hide his disappointment after Sunday’s Copa Libertadores final loss to River Plate.
Boca Juniors boss Guillermo Barros Schelotto could not hide his disappointment after Sunday’s Copa Libertadores final loss to River Plate.

No existe derrota que no duela, que no genere decepción, amargura, desazón. No importa si fue merecida o no. Los partidos (y sobre todo las finales), “se ganan, no se merecen”.

Boca Juniors viene acumulando derrotas que pegan fuerte, como un puñal en medio del corazón. ¿Por qué? Porque las dos últimas que jugó, las perdió con el eterno rival: River Plate.

La primera del año en marzo por la Supercopa Argentina. La segunda este domingo por la Copa Libertadores. La más dolorosa de las dos, la que quedará marcada en la historia como una mancha imborrable. Duela a quien le duela y pese a quien le pese.

Boca estuvo siempre, tanto a la ida como a la vuelta, arriba en el marcador. Y nunca supo sostenerlo, tanto en La Bombonera como en el Bernabéu.

¿Culpables? Suele decirse que son los jugadores los que definen un partido. Y es muy cierto. Pero cuando los jugadores son mal elegidos y/o los cambios son mal ejecutados, la responsabilidad corre por cuenta del técnico.

Guillermo Barros Schelotto ha sido el gran responsable de las malas decisiones. Sólo acertó en la ida de Semis ante Palmeiras cuando puso a Benedetto y el delantero marcó los dos goles de la victoria.

Pero cuando más debió haber sabido usar su estrategia (¿la tiene?) fue cuando falló de manera increíble e inaceptable para un conductor de uno de los dos equipos más grandes de Argentina y América y, para colmo, en una Final de Copa Libertadores.

Armó mal en banco. Se dejó llevar por el nombre y la historia de Fernando Gago cuando se sabía que no estaba a la altura de un partido de esta envergadura debido a su estado físico.

Tampoco Ramón Ábila estaba en su plenitud. Ahí está la diferencia con Marcelo Gallardo, que dejó afuera a Ignacio Scocco al no estar al 100 x 100, sabiendo que para esta clase de compromisos hay que estar al 200 x ciento.

¿Por qué dejó a Almendra y a Cardona afuera de todo? Sólo él lo sabe. Un error imperdonable teniendo en cuenta la magnitud del partido y como se dio.

Sacó a Benedetto en el segundo tiempo para poner a Ábila. Nadie entendió el cambio. Benedetto es uno de los símbolos del equipo, había hecho un golazo, es un delantero peligroso y que requiere de la atención de la defensa rival.

Digamos que no estaba bien físicamente. ¡Pero lo reemplazó por otro que estaba peor! Wanchope fue fundamental en esta Copa, pero en esta oportunidad su estado no era el ideal para semejante responsabilidad.

Pavón volvió a defraudar, como siempre lo hizo ante River. Y fue intocable. Cuando Gallardo se la jugó sacando a Ponzio, ¿cómo no ocupó ese hueco con un jugador punzante y creador como Tevez o Zárate?

Y hablando de Zárate. Es incomprensible lo que hizo con él. Dejó a su amado Vélez y peleó con su familia para venir a Boca. ¿Así le paga a un futbolista desequilibrante y de reconocida calidad?

Lo de Cardona es inconcebible. Lo puso en los partidos de la Superliga y metió goles decisivos (uno de ellos ante Independiente). En la Copa lo borró, lo irrespetó, lo crucificó.

El domingo pudo haber sido un arma letal en la gran cantidad de tiros libres cerca del área que tuvo Boca. Ni él, ni Tevez ni Zárate, especialistas en el tema, estaban en la cancha.

Otro culpable: el preparador físico Javier Valdecantos. ¿Cómo es posible que a esta altura de la temporada, casi llegando a la mitad, haya jugadores que en los noventa minutos se acalambren, lleguen en una condición lamentable, por debajo de la aptitud física que se necesita en un plantel profesional como Boca Juniors?

Para cerrar: una imagen dolorosa para cualquier hincha de Boca. Una cosa es la solidaridad y el “Fair Play”. Rodolfo D’Onofrio, presidente de River, y el técnico Marcelo Gallardo se acercaron a saludarlo en un gesto para destacar.

Lo que resultó desacertado fue la manera en que Guillermo se quedó conversando y riendo de forma exagerada mientras sus jugadores, sobre todo Nahitan Nández, lloraban desconsoladamente. Inaceptable.

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