Jugador de la Premier League recuerda su pasado humilde y se vuelve promotor de la alimentación infantil en Inglaterra

En una foto familiar sin fecha, Marcus Rashford con su madre, Melanie. (Vía The New York Times)
En una foto familiar sin fecha, Marcus Rashford con su madre, Melanie. (Vía The New York Times)

La historia completa puede destilarse de la conversación que lo comenzó todo. Hace unas pocas semanas, Marcus Rashford estaba sentado en su casa con su familia, viendo las ráfagas noticiosas que empezaban a nublar el clima.

País tras país iba cayendo en cuarentena debido al coronavirus: primero Italia, luego España, luego Francia. Parecía que solo era cuestión de tiempo antes de que el Reino Unido siguiera la tendencia. Como el resto de nosotros, Rashford y su familia empezaron a divagar sobre lo que podría pasar después. Es decir, en palabras de Rashford, todos los “¿y qué pasaría si…?” que vienen con una gran incógnita.

Pero mientras conversaban, Rashford se dio cuenta de que cada vez pensaba menos en cómo la crisis podría afectarlo a él en la actualidad —una estrella de la Liga Premier, un nombre reconocido, un atleta multimillonario, la joya local de la corona del Manchester United— y más en cómo habría afectado al Rashford del pasado.

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Lo que sucedió después, en términos de velocidad y escala, fue extraordinario. En pocas semanas, Rashford pasó de buscar organizaciones benéficas que trabajaran para batallar contra el hambre a proporcionar el ímpetu de una campaña que, hasta el momento, ha ayudado a alimentar a más de dos millones de niños británicos.

Pero todo eso sucedió porque, aun con el cambio radical que ha tenido su vida en los últimos cinco años, el reflejo de Rashford todavía es el de concebir las cosas desde la perspectiva de su modesta vida pasada.

Rashford recuerda todo, claro como el agua. Recuerda el número de las rutas de los autobuses que tenía que tomar para ir de su casa, en Northern Moor, en el lado sur de Manchester, a entrenar con la academia del United en Salford, al este de la ciudad: “El 41 hasta la ciudad, luego el 143 hasta Salford”. Recuerda lo conmovido que estuvo cuando una de las amigas de su madre se ofreció a llevarlo en su auto, aunque eso significó que ella tuviera que desviarse de su camino a casa.

En una foto familiar sin fecha, un Marcus Rashford de niño. (Vía The New York Times)
En una foto familiar sin fecha, un Marcus Rashford de niño. (Vía The New York Times)

Recuerda el ritmo de sus días: su madre, Melanie, salía de la casa rumbo al trabajo a las ocho de la mañana. Él llegaba un poco más tarde al colegio para lo que se conoce en el Reino Unido como “el club del desayuno”, donde a los niños que no habían tenido la oportunidad de comer en sus casas se les ofrecía avena, huevos, tostadas y jugo de naranja.

También recuerda que, de su grupo cercano de cinco amigos, tres comían almuerzos preparados y traídos desde sus casas. A menudo le pedía a uno de ellos que “convenciera a su papá de que le pusiera en el almuerzo una galletita adicional para él”. Recuerda que sus comidas del colegio eran pagadas por el Estado y que había un estigma —uno que no entendía— en ser un niño que comía gratis en el colegio.

También recuerda que algunos niños de su escuela “la pasaban mucho peor”, porque sus padres tenían problemas de depresión, drogadicción, desempleo o sencillamente “nunca estaban presentes”. Las vidas familiares de esos niños hicieron que se sintiera como uno de los afortunados.

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Esa también fue la razón por la que, en marzo, cuando empezó a pensar en cómo habría sido la cuarentena para él en ese entonces, en lo que habría significado para él no poder ir al colegio, su siguiente pensamiento se centró en los niños que, como él, dependían del colegio para comer.

Realmente no tenía otra alternativa más que ir al club del desayuno”, afirmó. “Pero lo disfruté. Estaba con mis amigos desde las ocho de la mañana hasta las seis de la tarde, cuando llegaba mi madre a recogerme. Los colegios están obligados a darle a los niños la clase adecuada de alimentos, la comida que necesitan, mientras que un almuerzo empacado en casa puede tener cualquier cosa. Sé que hay un estigma al respecto, pero nunca tuvo sentido para mí, de verdad”.

Y fue así como esta historia comenzó. Rashford hizo sus investigaciones. Alrededor de 1,5 millones de niños tienen derecho a comidas escolares gratis en Inglaterra, y hasta 700.000 más viven en condiciones de pobreza, pero no tienen acceso a este tipo de programas, de acuerdo con The Children’s Society, una organización benéfica que ayuda a niños vulnerables. “Es realmente impactante”, afirmó.

Manchester United's Marcus Rashford applauds the fans after the final whistle Wolverhampton Wanderers v Manchester United - FA Cup - Third Round - Molineux 04-01-2020 . (Photo by  Tim Goode/EMPICS/PA Images via Getty Images)
(Photo by Tim Goode/EMPICS/PA Images via Getty Images)

A Rashford no le gusta recibir crédito por sus esfuerzos para intentar cerrar esa brecha. Rápidamente pasa a elogiar a los supermercados que han donado alimentos o a las “grandes compañías” que han dado un paso adelante. “Yo no hice que sucediera”, afirmó. “Solo di el empujón extra que se necesitaba”.

Su labor no ha terminado. Rashford afirmó que seguirá buscando otras maneras de ayudar, incluso luego del fin de la cuarentena y cuando los colegios hayan abierto de nuevo. Pero, por ahora, ha logrado lo que se había propuesto, lo que estaba en el centro de la conversación que lo comenzó todo: el Rashford actual ha sido capaz de ayudar al Rashford del pasado.

This article originally appeared in The New York Times.

© 2020 The New York Times Company