Liverpool es como ir al dentista: algo le va a hacer doler al rival

Hace poco, Pep Guardiola dio una definición muy gráfica para entender lo que es el Liverpool: "Enfrentarse a ellos es como ir al dentista". Una manera de decir que al aplicar su profesionalismo y capacidad hace que al rival de turno algo le temine doliendo: puede ser el resultado, el cuerpo que queda molido de tanto soportar la intensidad física o la cabeza que sucumbe a la mentalidad ganadora que inculcó Jürgen Klopp.

El Mundial de Clubes no figuraba entre sus prioridades, pero Liverpool cumplió con la responsabilidad que le cabe a un equipo que es referencia global. Se vuelve de Qatar con un título que no había obtenido. Y lo hizo siendo consecuente con sus señas de identidad, superando en finales agónicos a Monterrey y Flamengo. Triunfos ajustados que también son un reconocimiento a un equipo que no concibe la especulación, que sale a la cancha con la victoria entre ceja y ceja.

A Klopp le llueven elogios, pero nada fue de un día para otro. Tomó la conducción hace cuatro años y los primeros títulos llegaron esta temporada. En todo ese tiempo fue trabajando para dar con el gran desafío de todo entrenador: el maridaje entre estilo y nombres; que la idea tenga a los intérpretes adecuados.

Junto con los títulos, Liverpool está consiguiendo algo tan o más importante: marca tendencia, se transforma en un modelo global. Toma el testigo de lo que fue el fútbol de presión y posesión de Barcelona y levanta otro paradigma: el fútbol de transiciones veloces, de ataques por oleadas, del vértigo como método. Su 4-3-3 parte de un arquerazo (Alisson), un central que bien pudo ser Balón de Oro (Van Dijk), dos laterales (Alexander Arnold y Robertson) que vuelan, un mediocampo que nunca se queda quieto y un tridente que se saca goles de la nada. Ahora persigue la Premier League que nunca obtuvo desde su creación, en 1992. El dentista va por el diploma que le falta en la pared.