La Liga Premier está de regreso, pero para Inglaterra parece que nunca se fue

A fan takes a selfie in front of the Leicester City logo outside King Power Stadium, home of Leicester City. Premier League clubs will gather via conference call on Thursday morning to discuss fixtures and finances amid the coronavirus pandemic. Top-flight action is suspended until April 4 at the earliest, and measures around social distancing mean no clubs will be present in person for the meeting. (Photo by Mike Egerton/PA Images via Getty Images)
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A pesar de todo, el ruido nunca paró. Los estadios de Inglaterra estuvieron inactivos durante 100 días. Afuera, el coronavirus arrasó, la cultura se convulsionó y pareciera que el mundo pasó de una realidad a otra. Adentro, conservadas en concreto, las gradas guardaron silencio, permanecieron quietas y casi no cambiaron. Pasaron las estaciones. Creció el césped.

No pasaba nada, ningún tema de conversación, nada para analizar y discutir, pero el ruido nunca paró. El fútbol, el complejo de entretenimiento deportivo, tiene sus orígenes en el esfuerzo atlético propio de este deporte, pero también ha existido por sí solo durante mucho tiempo. El ritmo de la temporada recae en los juegos, las copas y las ligas, pero el gancho, independiente del ritmo, proviene de la improvisación.

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De ahí que, en esos 100 días sin fútbol, sin la Liga Premier, diera la impresión de que Inglaterra no dejó de hablar de fútbol. Cuestionó si los jugadores debían hacer más por ayudar al saturado servicio de salud del país, si era prudente que los clubes usaran el esquema de subvención del gobierno, si se podía confiar en los aficionados para no reunirse afuera de los estadios a los que no podrían entrar.

No obstante, en su mayor parte, mientras aumentaba la cantidad de muertes y se afianzaba el cierre de emergencia, cuestionó una y otra vez si el fútbol podía regresar al mundo del coronavirus o, de forma más pertinente, si debía hacerlo. Y luego preguntó, una y otra vez, por qué todo el mundo estaba hablando tanto sobre fútbol.

LIVERPOOL, ENGLAND - MARCH 07:  Fans of Liverpool show their support during the Premier League match between Liverpool FC and AFC Bournemouth  at Anfield on March 07, 2020 in Liverpool, United Kingdom. (Photo by Alex Livesey - Danehouse/Getty Images )
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A tres meses del inicio del cierre de emergencia, la Liga Premier regresó el miércoles 18 de junio. Hay una programación a tope de partidos para el siguiente fin de semana y en Inglaterra, antes de que termine julio, casi no habrá pasado un día sin algo de fútbol. Todo será televisado. Por primera vez en 32 años, una parte incluso será transmitida de forma gratuita a través de la BBC.

Sin embargo, aunque la saturación de cobertura ilustre la escala de la demanda, debido a su ausencia hemos podido ver hasta qué grado el fútbol —y por encima de todas las cosas, el monumento al neoliberalismo puro que es la Liga Premier— se ha convertido en una obsesión abrumadora para Inglaterra, su fuerza cultural impulsora.

Ha ocurrido lo mismo en todas las cadenas: las televisoras han pasado los últimos tres meses saqueando sus acervos para encontrar cualquier cosa relacionada con el fútbol. Se han retransmitido y revivido torneos enteros, y las tardes de los fines de semana se han dedicado a los choques clásicos, para arrullar a sus audiencias hacia una anestesia dichosa de nostalgia, morfina para el alma.

Por supuesto que, en cierto nivel, esto demuestra hasta qué punto Inglaterra es una nación futbolera. La Liga Premier tal vez sea una de las principales exportaciones culturales del Reino Unido: en 2018, encabezó la lista de British Icon Index, donde superó a Rolls-Royce, la BBC y las universidades del país. La familia real terminó en un decepcionante décimo lugar.

Fans outside the ground before the Premier League match at London Stadium. (Photo by Victoria Jones/PA Images via Getty Images)
Fans outside the ground before the Premier League match at London Stadium. (Photo by Victoria Jones/PA Images via Getty Images)

El año pasado, Alistair MacDonald, un analista sénior de política en el Consejo Británico, organismo que promueve la cultura británica en el extranjero, escribió que el “atractivo internacional” de la Liga Premier es equivalente al de “Apple y otras supermarcas a nivel global”. MacDonald citó una investigación de Ernst & Young que sugería que los equipos y eventos deportivos del Reino Unido lideran el mundo y son “identificados como la principal causa de intención para hacer negocios con el país”.

No obstante, sería un error suponer que la relación de aprecio y admiración que tiene Inglaterra con el fútbol —y la Liga Premier en particular— se deba a una historia de éxito que, según casi cualquier métrica, es relativamente rara.

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Inglaterra venera la Liga Premier, disfruta su estatus y se deleita con su supremacía —en particular al compararla con otras ligas—, pero resiente su escala, su prominencia y su arrogancia. Es adicta a ella, irremediablemente, pero le da asco esa adicción. Es una relación de amor y autodesprecio.

Para variar, el silencio de los últimos tres meses permitió que se escuchara la complejidad de esa relación. Fue entonces que Matt Hancock, el secretario de Salud, exigió a los jugadores de la Liga Premier —quienes ya son parte de la contribución total de 4,000 millones de dólares en ingresos tributarios para el Reino Unido que realiza la liga— “hacer su parte” para ayudar al Servicio Nacional de Salud.

Chelsea fans pose for photographs before the game Chelsea v Everton - Premier League - Stamford Bridge 08-03-2020 . (Photo by  John Walton/EMPICS/PA Images via Getty Images)
(Photo by John Walton/EMPICS/PA Images via Getty Images)

Fue entonces que uno de sus colegas, el legislador Julian Knight, acusó al fútbol de actuar en un “vacío moral”. Fue entonces que el Liverpool y el Tottenham, entre otros, anunciaron que planeaban usar el esquema de subvención del gobierno para cubrir los costos del cierre de emergencia, y de inmediato se toparon con una furia rotunda de sus aficionados y del público en general.

Y lo más importante fue que entonces ocurrió la tensa discusión sobre cómo se debía resolver la temporada, incluso si se debía llevar a cabo. Esa conversación se dio no solo entre los aficionados al fútbol y el público en general, sino entre los mismos aficionados al fútbol, entre quienes anhelaban el regreso de su pasión, una evidencia de que otra vez la vida podía regresar a la normalidad, y quienes insistían en que tan solo pensar en un simple partido demostraba la más retorcida de las prioridades.

Durante 100 días, no hubo fútbol, tampoco Liga Premier, pero el ruido —el clamor y su respuesta, la discusión y la difusión de información, la venalidad y el tribalismo, la pasión y la fe, el egoísmo y el autodesprecio— nunca paró. Su ausencia simplemente se convirtió en otro recurso de la trama, un guion ilustrado en el cual se representan las mismas narrativas de siempre.

Esta semana, el fútbol, el deporte, está de regreso en Inglaterra. El fútbol, el complejo de entretenimiento, nunca se fue.

This article originally appeared in The New York Times.

© 2020 The New York Times Company