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Las sanciones más severas del mundo del tenis

Foto: AFP/Michal Cizek
Foto: AFP/Michal Cizek

En un deporte que depende de la honesta interpretación del pique de una pelota, los códigos y buena fe son fundamentales. Y, desde sus primeros momentos de vida, el tenis se preocupó por promover la buena conducta, la caballerosidad y la elegancia, que sobrevive simbólicamente en las ropas predominantemente blancas de Wimbledon. Pero si bien el circuito profesional es hoy mucho más permisivo en cuanto a modas y actitudes de los jugadores, hay algo en lo que sigue mostrándose completamente inflexible: la deshonestidad.

Foto: REUTERS/Stefan Wermuth
Foto: REUTERS/Stefan Wermuth

El embate del profesionalismo extremo, el marketing y la tecnología, han transformado al tenis en una máquina de hacer dinero y a sus jugadores en robots cada vez más fuertes y que juegan cada vez mejor. Pero esto tiene sus consecuencias, ya que para mantenerse en el tope hay que lidiar con la presión de seguir ganando y no lesionarse, mientras que para tratar de entrar a la élite del circuito, un jugador debe competir todas las semanas y seguir invirtiendo un dinero cuyo retorno es por demás incierto.

Foto: Reuters
Foto: Reuters

El doping, para muchos arraigado de forma inerradicable en el mundo del tenis, es la respuesta que muchos de los mejores jugadores del mundo encontraron para intentar mantenerse con uñas y dientes en la cima. Tal vez tentados por su propia popularidad, o simplemente desinformados o engañados por su equipo de trabajo, optaron por consumir algo que potenciaría sus virtudes pero que eventualmente traería muchos dolores de cabeza.

Wilander, Hingis, Korda, Coria, Gasquet, Troicki y muchísimos más han recibido duras sanciones por parte de la ITF (International Tennis Federation). María Sharapova (ex número uno del mundo), recién reincorporada al circuito de la WTA, personifica el último caso resonante. Y otros como André Agassi, en su autobiografía titulada “Open“, confesaron haber usado sustancias prohibidas durante su carrera, dejando entrever la aparente impunidad que abunda en el circuito.

Foto: EFE/Antonio Cotrim
Foto: EFE/Antonio Cotrim

Pero, en el mayor de los casos, las suspensiones por doping llegan a su fin y los jugadores pueden volver a la cancha para tratar de borrar con talento la notoria mancha que ha quedado en su imagen. No se da el mismo caso con un tipo de deshonestidad que la ITF considera aún más aberrante: el arreglo de partidos. En este caso, el TIU (Tennis Integrity Unit, el cuerpo disciplinario de la ITF) suele despachar castigos más ejemplares, como el que aplicó hoy mismo al japonés Junn Mitsuhashi, suspendido de por vida.

Foto: AP /Shuji Kajiyama, File
Foto: AP /Shuji Kajiyama, File

Mitsuhashi, que en algún momento llegó al puesto 295 del ranking de la ATP, fue acusado de arreglar partidos y de efectuar 76 apuestas sospechosas hacia fines de 2015.

Foto: Twitter/Junn Mitsuhashi
Foto: Twitter/Junn Mitsuhashi

El caso del japonés se suma al de Konstantinos Mikos, el griego de 25 años que sufrió la misma suerte hace solo dos semanas por intentar acordar el resultado de un partido. También fueron descubiertas dos cuentas de apuestas con las que Mikos operaba.

Otro tenista que sufrió a la TIU, y con total justicia, fue Daniel Köllerer. El austríaco (ex 55 del mundo) ya contaba con un prontuario por conductas racistas y mal comportamiento, cuando recibió una suspensión de por vida y una multa de 100 mil dólares por arreglar partidos. Muchos festejaron el alejamiento de uno de los personajes más violentos y odiados del tour.

Foto: AP/Keystone, Dominic Favre
Foto: AP/Keystone, Dominic Favre

La Federación Italiana de Tenis también se mostró implacable con dos tenistas que dejaron todo por su país, representándolo en varias ediciones de la Copa Davis. Danielle Bracciali (ex 49 del mundo) y Potito Starace (ex 27 del ranking) fueron suspendidos de por vida en el año 2015 al comprobarse que habían mantenido conversaciones desleales con casas de apuestas, intentando negociar los resultados de sus próximos partidos.

Foto: AFP
Foto: AFP

Si algo queda claro en el circuito de tenis profesional es que se pueden hacer muchas cosas, como insultar al juez, al rival, a un espectador, romper una raqueta e incluso jugar a desgano (como lo ha hecho Kyrgios el año pasado, pero de puro caprichoso). Si bien todo esto es penalizado, es también perdonado. También se pueden tomar sustancias prohibidas, pagar por ello y tener una segunda oportunidad. Pero resulta imperdonable atacar el principio central del tenis, aquella magia que hace que este espectáculo que ven millones de espectadores en todo el mundo, todavía siga siendo un juego de caballeros.

Por Federico E.

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