Las 10 historias más curiosas de los Juegos Olímpicos de la Juventud en Buenos Aires 2018

La Nación
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Harimoto, el “elegido”

En la cabeza de Tomokazu Harimoto solo importa el valor de una medalla. Si no es de oro, al atleta asiático parece no importarle. El japonés, considerado un prodigio del tenis de mesa, es hijo de padres chinos. Con 15 años, ya juega con los profesionales, le ganó a los mejores del mundo y está ubicado en el 8º lugar del ranking mundial. Pero de Buenos Aires 2018 se marchó con dos medallas plateadas y mucho de “frustración”.

Harimoto, toda una estrella en su país, perdió nada menos que frente a China en la dos finales, tanto de singles como por equipos. Wang Chuquing fue su piedra en el zapato. Es tal la rivalidad entre los dos países que su adversario se sacó su camiseta una vez que se impuso en la definición y le mostró al mundo el escudo de su país. Una decena de medios de prensa de Japón se acercaron a la Argentina solo para seguir a Harimoto, que en el circuito mayor ya venció a los mejores del planeta. “En Japón, como Tomokazu, nace una persona cada 100 años”, aseguran. Vaya presión.

Soñar, sin que importen las adversidades

Ángel Sosa hizo historia en el remo peruano. El joven de 18 años, que remó casi de casualidad, consiguió lo inesperado: meterse en la final de la prueba individual y se quedó a solo ¡31 centésimas! de la medalla de bronce. Todo un logro para el deporte de su país, Sosa, nuevo héroe nacional, finalizó cuarto en la serie del skiff junior con 1m34s15/100. Sobre el final dejó un mensaje: “No tenemos cancha y tenemos un cuarto puesto en un Juego Olímpico. Piensen”, expresó ante los medios. Un detalle peculiar envolvió a su logro: fue el único participante en ese deporte que entrena en el… mar. Increíble, pero real.

El dilema de los mellizos

Reuters
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La situación es curiosa: los periodistas se acercan a ellos para dialogar en inglés, pero los atletas avisan que hablan perfectamente en castellano. Se trata de Javier y Joaquín Bello, jugadores de beach volley que representan a… Gran Bretaña. ¿El motivo? Los hermanos nacieron el 20 de julio del 2000 en Madrid, España. Pero su madre trabaja en una multinacional que los trasladó a Inglaterra hace ocho años. Y comenzó el dilema: ¿A qué país iban a representar? “Toda nuestra carrera deportiva la hicimos en Londres, le debemos mucho a ellos”, explican. “Nos sentimos bastante ingleses”, agregan. Para los británicos Bello todo queda en familia: tienen como entrenador a su padre y la madre es la Team Manager del equipo.

En otros tiempos, una sociedad impensada

De un tiempo a esta parte, una nueva era se abrió en el intercambio entre Cuba y Estados Unidos. Aún con cierta tensión entre ambas naciones desde la asunción de Donald Trump, en los Juegos Olímpicos de la Juventud el deporte resultó una buena excusa para afianzar los lazos. El tiro al arco unió dos historias bien diferentes: Hazael Rodríguez Valero, de 16 años, nació en Cuba. Catalina Gnoriega, de 15, lo hizo en Estados Unidos. El destino los juntó en la historia olímpica y juntos arribaron hasta los octavos de final en la disciplina que tuvo como escenario al Parque Sarmiento. “El deporte une, el deporte no tiene absolutamente nada que ver con las diferencias políticas”, afirmaron a dúo. Se divirtieron y valoraron el trabajo en grupo. Un ejemplo para imitar.

Para Ogilvie, nada es imposible

Corre de un lado para el otro, la retiene, piensa, engancha, busca con una gambeta. El panameño Jair Ogilvie, que practica futsal, no pasa desapercibido: es el jugador más pequeño de los 100 adolescentes que participan del certamen. Ogilvie mide 1,42 metros y pesa 45 kilos, pero nada lo intimida. Mucho menos, los defensores gigantes de los equipos rivales. “En el fútbol, o futsal, lo que importa es el coraje, la viveza y la fuerza que uno le ponga dentro del terreno de juego”, sostiene el panameño, que hace un puñado de temporadas tuvo una oportunidad de probarse en Chelsea.

Jair empezó a jugar al fútbol a los 7 años gracias a su familia. En 2015 realizó un tratamiento hormonal similar al que hizo Lionel Messi. “Si se me da la chance de crecer en el futsal, la aprovecharé”, asegura. Y vuelve a tirar una gambeta.

Tenista en un país con poco tenis

Sada Nahimana llegó a Buenos Aires desde muy lejos: Burundi. Un país “humilde”, con la tenista lo describe, con escasa tradición en el deporte de las raquetas. Fue particular su manera de explicar su inclinación hacia el juego en el que admira a Serena Williams y Rafael Nadal: “En Brundi no hay mucho para hacer, es muy chico. No hay tampoco muchos deportes para practicar. Si no estuviese jugando al tenis, estaría estudiando en mi casa y probablemente casada“, dijo al sitio oficial del evento la jugadora de 17 años. “De este país no sabía mucho, solo conocía a (Lionel) Messi”, afirmó con una sonrisa.

Sada formó parte de una delegación que contó con apenas cinco atletas en estos Juegos Olímpicos, en atletismo, judo y tenis. Entrenada por su padre, comenzó a jugar al tenis a los 7 años, en el único club que hay en su país. El camino era sencillo: desde su casa, no tenía que caminar más de 10 minutos para llegar a las instalaciones.

Premio al coraje y la valentía

Patrick McCaffery entiende muy bien eso de la resiliencia, esa capacidad innata para sobreponerse a cualquier situación traumática, aunque no siempre se tenga consciencia de eso. El estadounidense nació el 20 de marzo de 2000 en Iowa y empezó a jugar al basquetbol desde muy pequeño. Hasta que hace cuatro años le detectaron un tumor en su traquea. El entrenador de su equipo lo había notado débil, y le reporto el tema a sus padres. El chico se sometió a los exámenes que arrojaron el resultado, pero nada lo detuvo. Lo operaron, le extirparon el cáncer de tiroides y comenzó su recuperación. Tuvo que dejar el básquetbol por un año, hasta que un nuevo estudio confirmó que el cáncer ya era historia. Hoy, la la Universidad de Iowa sigue siendo su lugar, y en Buenos Aires 2018 disfrutó del 3×3 con sus amigos estadounidenses.

Una futura estrella del atletismo

Jordan Díaz Fortún es tan bueno en el salto triple que en Buenos Aires 2018 le hubiera alcanzado para coronarse medallista de oro apenas con lo hecho en sus primeros intentos, cuando alcanzó los 16,70 metros. Pero el cubano de 17 años, apuntado como una de las estrellas del futuro, siempre va por más: 17.14 metros le sobraron para ser campeón y sacarle nada menos que 80 centímetros al nigeriano Ineh Emmeanuel Oritsemeyiwa, su más cercano rival.

Díaz Fortún es el actual campeón del mundo juvenil y dueño del récord en la categoría. “Mi objetivo era vencer los 17 metros y lo logré saltando solamente con siete pasos”, dijo con total soltura el cubano. Un nombre para apuntar.

1.500 metros… descalza

Tal como lo hiciera en el maratón de los Juegos Olímpicos de Roma 1960 el etíope Abebe Bikila, la atleta de Suazilandia Khanyisile Hlatshwako corrió descalza la prueba de los 1.500 metros. Khanyisile finalizó en el octavo lugar de la serie 1, pero a todos impactó por su particular decisión a la hora de competir.

Futbolista, no importa en qué cancha

Islas Salomón es otro de los países exóticos que arribaron a Buenos Aires con sus bolsos cargados de sueños. Tierras pequeñas amantes del fútbol y, particularmente, del futsal. Raphael Le’ai fue uno de los grandes protagonistas de la pequeña delegación. Con apenas 15 años, anotó siete tantos en tres encuentros. Lo curioso es que el juvenil recientemente formó parte de la primera clasificación de su país para un Mundial FIFA en fútbol 11, el Sub-17 de Perú 2019. Polifuncional, él juega donde lo pongan: “No fue fácil al principio, los espacios son muy distintos. Pero hoy no tengo problemas, ni siquiera para alternarlos. Una semana entreno dos días futsal, la que sigue tres días fútbol. Y así”, le dijo a la FIFA.

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