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Rechazan el dinero de la publicidad para que una tribu nativa norteamericana pueda competir en su lugar

Jugadores irlandeses de lacrosse durante un entrenamiento
Selección irlandesa de lacrosse durante un entrenamoento en el Mundial de 2018. Foto: Ilia Yefimovich/DPA via Getty Images.

Cuando uno se dedica a un deporte relativamente minoritario como el lacrosse, no suele tener demasiadas oportunidades de despertar el interés de la prensa. Existen campeonatos del mundo, que se disputan cada cuatro años, pero esta actividad no está presente en la gran cita que acapara la atención mundial: los Juegos Olímpicos. Sí que se hizo un hueco en algunas ediciones a principios del siglo XX, y se ha planteado recuperarlo alguna vez como exhibición, pero el COI nunca se ha animado a devolverle el lugar alegando que no tiene suficiente difusión en el planeta: es preciso que al menos haya 75 países donde se juegue, y el último cálculo de World Lacrosse, el organismo que funciona como federación internacional, cifra solo 63 miembros, España incluida.

A falta de Olimpiadas, sí que tiene sitio en los Juegos Mundiales, una reunión paralela, con reconocimiento del Comité Olímpico, pero reservada a deportes que no caben en los Juegos principales. El público hispanohablante recordará la edición celebrada en Cali en 2013; la próxima, que correspondería a 2021, se ha retrasado para no coincidir con Tokio. Va a ser en 2022, en la ciudad de Birmingham, en el estado norteamericano de Alabama. Allá, por supuesto, habrá lacrosse, con ocho selecciones participantes tanto en categoría masculina como en femenina.

La clasificación para estos Juegos Mundiales se decidió según las posiciones en el último Mundial, lo que significa que Irlanda se ha ganado el derecho a estar allí. Y es importantísimo, porque se trata de una oportunidad excelente para captar la atención del público y firmar muy lucrativos contratos publicitarios y de patrocinio. En Irlanda cualquier deporte, por poco conocido que sea, en que algún compatriota destaque adquiere súbitamente gran repercusión, como demuestran acontecimientos como el seguimiento masivo a la selección de hockey sobre hierba femenina que en 2018 llegó a ser subcampeona mundial y pudo alcanzar después acuerdos comerciales muy beneficiosos.

Sin embargo, la federación irlandesa de lacrosse ha decidido renunciar. Lo ha hecho para que ocupe su espacio otro equipo que se ha quedado fuera: los Iroquois Nationals. Se trata de los representantes de la Confederación Iroquesa, una agrupación de tribus nativas repartidas entre el noreste de Estados Unidos y el sureste de Canadá. No están reconocidos como país independiente y no tienen Comité Olímpico propio, motivo por el cual los Juegos Mundiales en principio no les habían concedido una plaza.

Los iroqueses, también llamados haudenosaunee, son especialmente relevantes en el lacrosse. De hecho, el juego (que, a grandes rasgos, consiste en meter una pelota de pequeño tamaño en la portería del equipo rival ayudándose de palos con una red en el extremo) deriva de una práctica ancestral de su cultura: era la competición con la que los distintos pueblos de la confederación dirimían sus diferencias y resolvían sus agravios en lugar de ir a la guerra. Tiene hasta una connotación religiosa: según sus creencias tradicionales, “el Creador” les envió el baggataway, nombre de la actividad en el idioma local, como una forma de “medicina” para “eliminar la enfermedad colectiva”. El nombre actual viene del francés “la crosse”, es decir, “el palo”, y se lo dio un misionero de esta nacionalidad que ayudó a introducirlo (modificando sus reglas para que fuera menos violento) entre los colonos europeos.

Los nativos “son el alma de este deporte”, recuerda John Kennedy, presidente de la federación irlandesa. Por ese motivo compiten habitualmente en torneos internacionales y nadie en el mundo del lacrosse se imagina su ausencia. “Son la parte espiritual del juego, es muy especial tener la conexión que ellos tienen”.

De ahí que Irlanda decidiera apartarse y cederles su plaza. “Había más que ganar para el deporte como conjunto que para Irlanda en particular por estar en un solo campeonato. Apartarnos para que ellos pudieran participar era la decisión correcta”, añade Kennedy en una entrevista para la televisión de su isla. Sobre las pérdidas económicas que le causará la decisión, insiste en que “claro que las teníamos en mente, pero pensamos que merecía la pena este daño por el bien del juego”.

La actuación irlandesa no ha dejado de recibir aplausos y elogios. Por supuesto, los primeros agradecidos son los propios iroqueses, que ya han dejado claro que colaborarán en lo que haga falta de cara a la organización del Mundial Sub-20 el año que viene en Limerick, a unos 200 kilómetros al suroeste de Dublín. Los nativos americanos se han comprometido a llevar más equipos y aficionados para crear mejor ambiente y que el festival cultural que acompañará al torneo sea un éxito. “Vuestras acciones han hablado más alto que las palabras mostrando a todo el mundo el auténtico poder del deporte y el espíritu del lacrosse. Nunca lo olvidaremos”, añadieron a través de su cuenta oficial en Twitter.

World Lacrosse también ha aplaudido a los irlandeses; el portavoz Darryl Seibel reconoció el gesto como “emblemático de los mejores ideales del deporte internacional”. Sin embargo, no podrá ampliar el torneo a nueve equipos para darles cabida... más que nada porque no es algo que dependa de ellos. La potestad de semejante cambio corresponde directamente al comité organizador de los Juegos Mundiales, que de momento no se ha pronunciado al respecto. “Hemos hablado sobre ello. Estaría muy bien, pero tampoco queremos presionarles ni condicionarles”, matiza Kennedy.

El lacrosse entró por primera vez en los Juegos Mundiales en la edición de 2017 celebrada en Polonia, aunque solo hubo competición femenina y participaron únicamente seis naciones, la iroquesa no entre ellas. En cuanto a los campeonatos del mundo, el más reciente (masculino) es el de 2018 en Netanya (Israel), ganado por Estados Unidos y con los nativos en el tercer escalón del podio; España no pasó del 31º puesto. En la edición femenina, un año antes, también ganó Estados Unidos, aunque las iroquesas quedaron peor (12ª posición) y España terminó 23ª y antepenúltima.

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