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La victoria de un hombre tranquilo

Zidane / AAP
Zidane / AAP

El Real Madrid ganó su trigésimo tercera liga. Y ganó bien. Ante un Málaga peleón, que luchó desde el primer minuto al último, para evitar suspicacias innecesarias. Los blancos se adelantaron en el minuto dos de partido, como no podía de ser de otra manera con gol de Ronaldo, y como no podía ser de otra manera en el último mes, lo hizo a pase de Isco.

Ronaldo e Isco son la personificación de lo que ha sido este equipo durante la Liga. Dos jugadores con calidad infinita, con diamantes en las botas, con un nivel apoteósico del esfuerzo, pero que por diferentes motivos formaron desde el principio de temporada parte de dos universos que parecían paralelos, pero que al final se cruzaron.

El equipo A y el equipo B, o la unidad A y la unidad B, o los titulares y los suplentes. Se les llame como se les llame, lo que es cierto es que el portugués y el malagueño lideraron ambos ejércitos de manera tan brillante que, primero, nadie sabría decir cual de los dos fue más importante en la consecución de la liga y, segundo, al final la evidencia fue tan clara que Zinedine Zidane tuvo que juntarlos.

Y es que eso de la Unidad B sonaba a mentira durante varios meses mientras veíamos al propio Isco como líder indiscutible de ese regimiento, a Marco Asensio subiendo peldaños de tres en tres en la escalera del profesionalismo, a Morata golear todo lo que no goleaba Benzema con la Unidad A, e incluso a James Rodríguez (máximo goleador del último Mundial, palabras mayores) dejando sus pinceladas sobre el terreno de juego. Pero fuera como fuere, ese grupo de boinas verdes preparado para las misiones más embarradas sumó puntos importantísimos en campos donde otros años se han perdido ligas.

Ante el Eibar, el Leganés, el Deportivo de la Coruña, el Granada o el Sporting de Gijón, los blancos dieron cátedra de fútbol con jugadores jóvenes a los mandos y con muchas ganas de tirar la puerta abajo. Tanto así que, en algunos casos, esos jugadores llegaron a pelearle el puesto de titular a su rival de la Unidad A, y fue ahí donde se vio la mano de Zidane.

El francés se ha llevado todo tipo de críticas este año. Desde la fragilidad defensiva en el arranque de temporada, pasando por la sobreprotección a Benzema como delantero titular, hasta su falta de cintura con los cambios y su empecinamiento por contar con Gareth Bale de titular en los partidos grandes, estando el galés lejos de su mejor momento de forma. A todas esas críticas Zizou ha respondido con una sonrisa de oreja. Incluso en las últimas semanas, cuando por su propia cuenta comentaba que su futuro en el club no estaba ni mucho menos asegurado, al galo no se le borró la sonrisa de los labios.

Debe ser cosa de haber sido uno de los mejores futbolistas de la historia, tener la vida resuelta y sentir la seguridad propia de poder hablar directamente a la cara a un jugador con cuatro Balones de Oro o a otro con un Mundial a cuestas. O quizás sea sólo su forma de ser, la crianza que le dieron los padres, esa que le hizo acordarse de su hermano mayor nada más acabar el encuentro de La Rosaleda y confirmarse que había ganado su primer título de Liga con el Real Madrid.

Ronaldo / Yahoo7
Ronaldo / Yahoo7

Lo cierto es que el título de Liga del equipo merengue, más allá de los goles de Ronaldo, las paradas de Navas, las arrancadas de Asensio, el fútbol control de Modric, Kroos y Casemiro, o el pundonor de Carvajal, ha llegado sobre todo por el buen hacer de Zinedine Zidane. La victoria es la de un hombre tranquilo, que en lugar de reclamar los focos cuando las cosas van bien y esconderse cuando se tuercen, prefiere trabajar en silencio, enfocarse en el siguiente partido, e intentar no cometer dos veces el mismo error. Aprender día a día y momento a momento, en fin.

Los blancos se llevaron el partido final por un 0-2 contundente, aunque también tuvieron que sufrir. Zidane manejó bien el encuentro desde la banda, dando indicaciones continuas, cortando los saques largos de puerta (la idea inicial) al ver que el Málaga le ganaba todas las segunda jugadas, pero sobre todo con los cambios. En el momento más peliagudo del partido, cambió a Kovacic por Casemiro, para buscar las conducciones largas del croata y dio entrada a James para enganchar balones con rosca desde la banda. El Málaga se había venido arriba y buscaba el gol de la honra cuando menos, pero los movimientos de Zidane atemperaron la situación.

No es la primera vez que ocurre. En el arranque del segundo tiempo del partido en el Bernabéu ante el Sevilla hace siete días, cuando los de Sampaoli se le subían a las barbas, Zidane dio entrada a Casemiro y Modric para poblar el mediocampo e instaurar un 4-1-4-1. Ahí se acabó el partido de los andaluces, que vieron cortado el suministro de balones en la medular y al final hincaron la rodilla 4-1. Y que decir de su movimiento crucial en el Allianz Arena, dando entrada a Asensio y Lucas Vázquez para estirar a un Bayern de Munich con 10 jugadores y que acabó a merced de los blancos. Zidane ha demostrado, con hechos y no con palabras, que es mucho más que un gran gestor de egos o un simple alineador.

AP
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Sin hacer mucho ruido, el francés ha sabido dar todos los pasos necesarios para que los jugadores se sintieran a gusto en el vestuario, para que hicieran piña todos juntos, para que aportaran su mejor fútbol en el campo y para que ayudaran al equipo a llegar a las cotas más altas. Zidane ha sabido reconducir la situación de Keylor Navas, la de Isco, la de James, incluso las de Danilo y Coentrao; además de convertirse en el hombre que se atrevió a sentar a Ronaldo… por su propio bien. Todo ello sin una palabra altisonante, sin un mal gesto, sin una salida de tono. De la manera más tranquila y normal del mundo.

Zidane es el máximo ganador de esta Liga y ahora apunta a la Champions League.

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