La potencia y pasión que no se refleja en el futbol... aunque no es porque ellas no quieran

Yamila Rodríguez (derecha) de Boca Juniors, enfrenta la marca de Mayra Gauna, de Lanús, en el partido de la liga femenina de Argentina, el sábado 9 de marzo de 2019, en el estadio La Bombonera de Buenos Aires. La Asociación de Fútbol de Argentina presentó su candidatura para organizar el Mundial femenino de 2023 (AP Foto/Natacha Pisarenko).
Yamila Rodríguez (derecha) de Boca Juniors, enfrenta la marca de Mayra Gauna, de Lanús, en el partido de la liga femenina de Argentina, el sábado 9 de marzo de 2019, en el estadio La Bombonera de Buenos Aires. La Asociación de Fútbol de Argentina presentó su candidatura para organizar el Mundial femenino de 2023 (AP Foto/Natacha Pisarenko).

En el ejercicio 2018, la Conmebol registró que la Copa Libertadores de América, versión masculina, le generó a la entidad ingresos cercanos a los 159 millones de dólares, es decir el 70.4% del total obtenido por la entidad en ese año (225 millones). El mismo evento, en la rama femenina, tan solo le reportó 30 mil dólares, que ni siquiera alcanzaron a marcar el 0.1% (el documento señaló 0.0%).

La diferencia presupuestal entre ambas ramas es abismal y es uno de los factores que ha impedido que el desarrollo del fútbol femenino en la región avance como muchas quisieran.

El próximo 7 de junio se dará inicio en Francia a la novena edición de la Copa Mundial femenina de la FIFA. La representación femenina por el continente americano será de Estados Unidos y Brasil, las dos potencias de la región que nunca han fallado a este evento; Canadá, que solo se ausentó en la primera cita, en China 1991; Argentina, que acumula tres participaciones (muy pocas para ser una potencia futbolística) y los debutantes Chile y Jamaica.

De todos, y sin contar a los países no hispanohablantes, la mayor sorpresa la dio Chile, país en el que los avances en esta categoría se respaldan en la consolidación de una liga local desde 2008.

Brasil sigue varios escalones por encima

De las siete Copas América que se han disputado en la historia desde 1991, Brasil ha ganado siete. La otra se la quitó Argentina, en 2006.

Mirando más en detalle, sus clubes han levantado en siete ocasiones la Copa Libertadores de América, de un total de diez ediciones, y en 2018 sus seleccionados juveniles obtuvieron todos los títulos en los torneos menores avalados por Conmebol.

La arquera Bárbara consuela a Marta (10) luego de que Brasil cayó por penales ante Suecia en las semifinales del torneo olímpico de fútbol femenino en el Maracaná el 16 de agosto del 2016. La FIFA proyecta que en 2026 habrá 60 millones de futbolistas en el mundo (AP Photo/Natacha Pisarenko)
La arquera Bárbara consuela a Marta (10) luego de que Brasil cayó por penales ante Suecia en las semifinales del torneo olímpico de fútbol femenino en el Maracaná el 16 de agosto del 2016. La FIFA proyecta que en 2026 habrá 60 millones de futbolistas en el mundo (AP Photo/Natacha Pisarenko)

Es indudable el dominio brasileño en la región, lo preocupante es que luego de tantos años no haya otro país que lo haya puesto en duda, pues aunque ha perdido en algunas competencias, la constante es que Brasil se corone en cuanto evento participe, incluyendo los Juegos Panamericanos, en los cuales ha ganado tres de los cinco oros posibles (Canada y EEUU se reparten el resto).

Sus torneos locales se disputan desde 1993. Hace cinco años se realiza el Brasileirao femenino, el cual reemplazó a la Copa de Brasil, que estuvo vigente por cerca de diez años. Aún con los resultados obtenidos, y el respaldo que le da ser la potencia futbolística por excelencia en el planeta, los recursos escasean.

Lo advirtió Marta, la emblema del fútbol femenino brasileño, cuando estaba en la cúspide en 2014. Ella, ganadora en cinco ocasiones de la distinción a la Mejor jugadora del planeta de la FIFA, reclamó por la falta de estructura organizativa en su país, y adujo que con torneos profesionales que duraban de dos a tres meses era difícil crecer en el desarrollo.

Hoy la situación ha variado, y las futbolistas de los clubes más importantes cuentan con un contrato profesional que les permite dedicarse a esta actividad.

Los países en estado emergente

La presencia de Chile en Francia 2019 refrescó el panorama regional, que estaba sujeto al dominio de Brasil, las intermitencias entre Colombia (dos veces mundialista) y Argentina, y una aparición espontánea de Ecuador en Canadá 2015 (ocupó la última posición).

De todos ellos, Colombia ha sido el que más avances ha exhibido en años recientes, con las participaciones en las citas orbitales de Alemania 2011 y Canadá 2015, dos subcampeonatos consecutivos en la Copa América (2010 y 2014), que le valieron dos asistencias a Juegos Olímpicos (Londres 2012 y Río 2016). Además, sumó un título sudamericano en la categoría sub17.

En dicho país se han disputado dos ediciones de la Liga profesional de fútbol, que fue creada en 2017. Uno de los hitos más importantes fue la asistencia de más de 35 mil personas a la final del primer torneo, entre Santa Fe y Huila, en el estadio El Campín de Bogotá, con transmisión nacional por TV.

Pero el éxito deportivo no estuvo acompañado del esfuerzo administrativo, y la liga local no se disputa desde el primer semestre de 2018, en medio de denuncias por supuestos vetos y escándalos sexuales que involucraron a jugadoras, entrenadores y dirigentes, que afectó hasta a la selección nacional, la cual estuvo casi un año sin competencia de ningún tipo.

La Copa Libertadores obtenida a fines del 2018 por el Atlético Huila, de visitante en Brasil ante el Santos, le dio un nuevo aire al fútbol femenino colombiano, que ya anunció el reinicio del torneo nacional en el segundo semestre de 2019. De paso, el equipo nacional volvió a ser convocado y ya disputó partidos amistosos ante Perú y Chile.

Entre tanto, en Chile el furor por la participación en el mundial de Francia se siente desde que la selección fue subcampeona de la Copa América de 2018, de la cual fue el anfitrión.

A nivel de selecciones, ese fue su mejor resultado histórico, seguido por dos terceros lugares en ese mismo evento en 1995 y 2010, pero poco más hay por contar, salvo en el ámbito de clubes, en el que acumulan un título de la Copa Libertadores con el Colo Colo en 2012, y cuatro subtítulos con el mismo Colo Colo en 2011, 2015 y 2017, y el Everton en 2010.

Estos logros les han permitido a los actores del fútbol femenino chileno soñar en que el panorama mejore en el futuro cercano. “Dejamos de ser invisibles el 2018 y yo creo que el 2019 va a ser tema de la opinión pública lo que pasa en el fútbol femenino. Entonces claramente soy optimista en que las cosas, no es que vayan a cambiar, yo creo que van a suceder. Porque ya no necesitamos esperar que cambien, llevo escuchando 15 años que van a cambiar y no quiero escuchar más cambios. Quiero que las cosas sucedan” dijo a Radio Universidad Chile la entrenadora Paula Navarro, del Santiago Morning, actual campeón de la primera división.

La misma Radio aseveró en el informe, citando un documento enviado por los clubes afiliados a la Asociación Nacional de Fútbol Profesional -ANFP- de Chile, que “un 78% de los clubes no les paga a sus jugadoras, mientras que un 13% entrega una ayuda para la movilización y un 9% una ayuda social”.

Frente a este panorama, y apelando a los buenos resultados conseguidos en cancha, las jugadoras reclaman mejores condiciones contractuales que les den las garantías para dedicarse a su labor.

En Ecuador, el otro país sudamericano que ha tenido experiencia mundialista, el fútbol femenino recién avanza hacia su profesionalización, si bien existe desde hace seis años un campeonato nacional, y su seleccionado ha obtenido como máximos logros un tercer lugar en la Copa América que organizó en 2014, y dos cuartos lugares en 1995 y 1998.

En 2019, esta categoría ha recibido un impulso con la creación de la Superliga, en la cual participan 22 equipos, como una manera de crecer en el ámbito de clubes, cuya competitividad a nivel suramericano ha sido muy pobre, sin ocupar siquiera un podio en todas las Copas Libertadores que se han efectuado (solo un cuarto lugar del Deportivo Quito en 2010).

En un informe publicado en 2018 en el portal Bendito Fútbol, el periodista Paúl López denunció: “Constantemente se reciben reclamos de dirigentes de los clubes sobre el personal que trabaja y gestiona el desarrollo del fútbol femenino. Los clubes llaman a la Confa y la institución no tienen claros los presupuestos para los equipos en: trasporte, número de comidas, no saben dónde viajan, y los procesos no se agilitan. Difícil planificar y gestionar de manera inmediata cada fecha o torneo.

Argentina: una potencia no tan potencia

Cuesta creer que en un torneo sudamericano de fútbol, en cualquiera de sus categorías, ningún equipo argentino haya sido campeón. Peor aún, que no ocupe las dos primeras posiciones e inclusive no alcance el podio

En la historia de la Copa Libertadores femenina, este país solo ha logrado la tercera posición en tres ocasiones, con Boca Juniors (2010), UAI Urquiza (2015) y River Plate (2017).

Un dato revelador del desarrollo del fútbol para damas en el país que vive este deporte con más pasión en Latinoamérica y en el que los hombres compiten desde hace más de un siglo, pero que en el lado de las mujeres recién en 2019 ha dado pasos cruciales rumbo a su categorización.

El 9 de marzo del presente año, por primera vez las mujeres disputaron un partido profesional en la mítica Bombonera del Boca Juniors. El club local ganó 5-0 a Lanús, aunque solo fue para un acto conmemorativo del Día de la Mujer.

Una semana después, la Asociación de Fútbol Femenino -AFA- anunció el inicio de la profesionalización de esta actividad, que incluirá, según la entidad, la formalización de contratos con las deportistas. Esto ocurre luego de 28 años en los que hubo competencias nacionales, pero que se jugaban bajo el amateurismo.

A nivel de selecciones, Argentina ha podido trascender con participaciones mundialistas, pero muy rezagado de su máximo rival, Brasil. De hecho, en sus dos torneos orbitales anteriores al de Francia 2019 (EEUU 2003 y China 2007), no ganó ni un solo partido, es más, los perdió todos.

Un caso icónico en Argentina ha sido el de la futbolista Macarena Sánchez, integrante del UAI Urquiza, quien reclamó por la igualdad de sus derechos respecto a los hombres, y por tomar esa posición fue liberada de su club.

Tras el impase, Macarena fue contratada luego por el San Lorenzo, y obtuvo notoriedad pública, que se ha reforzado con el anuncio de la AFA respecto a la profesionalización.

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No soy más jugadora del Club Deportivo UAI Urquiza. En el comunicado les cuento lo sucedido. #FutbolFemeninoProfesional #FutFemProfesional #SeVaACaer

Una publicación compartida de Maca Sánchez (@macasanchezj) el 21 Ene, 2019 a las 4:14 PST

¿Y cómo va México?

La potencia norteamericana dio un paso atrás en su proceso de fortalecimiento del fútbol femenino, al no superar siquiera la primera fase de la Copa de Oro, que oficiaba como premundial rumbo a Francia 2019. En esa etapa fue superada por Panamá y Estados Unidos.

De todos modos, dicho resultado contrasta con el orden organizativo que han demostrado en años recientes los mexicanos en la categoría. La Liga MX ha logrado consolidar una programación permanente que ya completa tres años de sostenimiento, con hitos tan importantes como el récord de asistencia a la final entre los rivales de la misma ciudad, Tigres y Monterrey (51 mil aficionados en 2018).

Son cerca de 400 las futbolistas que están vinculadas con los 16 equipos que disputan la máxima categoría del fútbol mexicano, que reciben un sueldo como profesionales, aunque aún la brecha con los hombres es muy marcada.

Todas estas realidades dan cuenta de un fenómeno en común: las dificultades para conseguir apoyo y recursos que permitan que el fútbol femenino pueda alcanzar el mismo grado de notoriedad que sus colegas masculinos, o al menos que los porcentajes de ingresos y presupuestos superen los paupérrimos niveles que balances como el de la Conmebol en 2018 permiten ver.