La poca libertad que le queda a la Copa Libertadores

Organizar la final de la Copa Libertadores de América en España lleva consigo una contradicción de fondo y de concepto. Aquella libertad deseada en los años en que tantas naciones de Sudamerica se independizaron del reino español inspiró la denominación de esta competición que organiza la Conmebol desde 1960. Lo que son las cosas, aquel yugo que estranguló a pueblos enteros y del que huyeron en cuanto pudieron tuvo su origen en la tierra de Cervantes, la misma que ahora da cobijo a una competición que enaltece, al menos en lo que a su título se refiere, el concepto de la independencia.

La decisión de llevar la final de la Libertadores a Madrid es como una daga clavada en el corazón no solo de los aficionados de Boca Juniors y River Plate, ni siquiera exclusivamente de Argentina, sino de todo Sudamérica porque, a fin de cuentas, la Libertadores perdió la libertad.

Un aficionado de Boca Juniors en Buenos Aires. (Getty Images)
Un aficionado de Boca Juniors en Buenos Aires. (Getty Images)

Apuntar con el dedo es tan fácil que mejor no entrar en reiteraciones sobre los agujeros que existen en materia de seguridad, corrupción, permisividad convenida con las barras bravas, desigualdad social, fracaso del sistema educativo y demás lacras que han precipitado esta final lejos del lugar donde debería haberse jugado originalmente.

Y así, el presidente de la Conmebol, Alejandro Domínguez, no decidió llevársela a Chile, Paraguay o Uruguay. Tampoco optó por alejarla más aún de la zona cero de la vergüenza que provocó todo este desaguisado trasladando el partido a México o Miami. Eligió Madrid, una ciudad que vive sumida en una división entre los que temen estar albergando un encuentro de alto riesgo y los que se frotan las manos con unos beneficios estimados de 42 millones de euros en negocios lícitos. En los ilícitos, las cifras aún son incalculables.

Fans de River Plate. (Getty Images)
Fans de River Plate. (Getty Images)

El negocio de la reventa está de lo más activo tal y como informó el programa Jugones, de la televisión española La Sexta. Precios que comienzan en los 200 euros y ascienden a más de dos mil. Anuncios en internet, personas que merodean en las inmediaciones del Santiago Bernabéu y todo tipo de técnicas para sacar provecho de esta histórica final. Cada club distribuyó cinco mil entradas en Argentina a través de un sistema de seguridad que contará incluso con pulseras de acceso.

Las cribas contra el ingreso de miembros de las barras bravas son muchas. Incluso los cientos de agentes de la seguridad privada del Bernabéu se encargarán de que las entradas no correspondan a individuos violentos. No será tarea fácil aunque tienen herramientas para detectar casos sospechosos. Este férreo control perjudicará a aquellas personas que hayan adquirido entradas de reventa y ni siquiera sean violentos.

El jugador de Boca Juniors, Carlos Tévez, llega al hotel de Madrid. (Getty Images)
El jugador de Boca Juniors, Carlos Tévez, llega al hotel de Madrid. (Getty Images)

Uno de los aspectos que más preocupan en Madrid es que, a pesar de la separación de las dos aficiones en el estadio y sus inmediaciones, éstas se encuentren en otros puntos de la ciudad antes y después del encuentro. Los alrededores del Bernabéu estarán blindados con miles de agentes de la Policía Nacional (se desplegarán alrededor de 5,000 a lo largo de la ciudad según la Cadena Cope). Ambos fanáticos estarán separados por dos kilómetros y accederán al estadio por puertas opuestas. Los seguidores del equipo ganador se quedarán dentro del complejo durante una o dos horas para evitar que se encuentren con sus contrarios, pero ¿quién garantiza que núcleos de fans violentos se vean en bares, restaurantes o plazas? Nadie.

Aficionados de Boca Juniors. (Getty Images)
Aficionados de Boca Juniors. (Getty Images)

Desde Argentina aseguran que aquellos que tienen prohibida la entrada a los estadios no podrán salir del país. A pesar de que una juez permitiera viajar al jefe de la barra de Boca, Rafael Di Zeo, las últimas informaciones apuntan a que finamente no lo hará ya que teme que cuando aterrice en Madrid le retornen a su país automáticamente, como sucedió con otro jefe de la barra brava. En otros casos, hay sospechas de que aficionados violentos están encontrando otras maneras de llegar a España como volando a otros países y trasladándose por tierra a Madrid.

Lo que debería haber sido una fiesta del fútbol se acabó convirtiendo en un partido de despachos, de planificación, de pánico, de dudas, de desencuentros. Lo que era un evento que engrandecía en lo deportivo a Argentina acabó presa de los desalmados. No solo la Libertadores perdió la libertad, el fútbol quedó entre rejas y Madrid, blindada por culpa del sinsentido.

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