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Por qué la nueva normalidad no es por la pandemia

Que la industria de las noticias produzca un escándalo tras otro -de manera que en nuestra atención se vayan tapando sucesivamente- es una dinámica que lleva décadas en la sociedad. Eso no quiere decir -no en todas partes- que los temas centrales que ocupan a las sociedades -y son sus prioridades- queden relegados de la agenda. A menos de que quien detenta el poder tenga el interés en que así sea.

PORTLAND, OR - AUGUST 30: An Oregon State Trooper arrests journalist Gabriel Trumbly during a crowd dispersal near the Portland east police precinct on August 30, 2020 in Portland, Oregon. City leaders asked for calm and time to conduct an investigation after a man was shot and killed near a pro-Trump rally on Saturday. (Photo by Nathan Howard/Getty Images)

Cuando es así, las novedades son escandalosas, intensas y suceden sin pausas. Las naciones dejan de pensar calmadamente en nada, hasta que lo colectivo deja de ser interés de todos para convertirse en un padecimiento del que es mejor huir.

Así como hay poderes que utilizan frontalmente la censura, como en las dictaduras más clásicas, hay otros que regulan la agenda mediante vías distintas, más sofisticadas. Fustigar lo que se discute y no le conviene, olvidar los puntos que eran de un interés distinto al propio, bombardear afirmaciones o propuestas espectaculares, por absurdas o imprevistas, que llamen la atención de la audiencia. Hasta que el público se maree, se canse, se abrume.

Lo inmediato te impide pensar en el largo plazo, o, como reza el lugar común de la autoayuda, lo urgente te impide ocuparte de lo importante.

A todos nos pasa

Puede ocurrir en muchos registros de la vida. En las parejas, en los trabajos y en las comunidades. Las diferencias por pequeñas cosas "engrinchan" a parejas que traen resquemores con la vida por razones pasadas e individuales, y la constante crispación por nimiedades les produce un malestar que les hace olvidar la conexión que los animó a estar juntos.

En los trabajos es común. Las competencias por el poder, las abundantes reuniones, las alianzas y desavenencias entre bandos, los salarios y los cargos... la razón y misión de un empleado y el negocio en el que se encuentra muchas veces están sentadas en tercera o cuarta fila, esperando a que la inmediatez y los inconvenientes e incomodidades veredes se resuelvan antes.

Así, las empresas, mientras más grandes, más lentas. Es la naturaleza de una organización en la que media las visiones, ambiciones y limitaciones de todos y cada uno de sus individuos en sus roles.

Pero todas esas trabas tienen un límite que es el negocio. El liderazgo de la empresa tiene por misión vigilar que la empresa sea un negocio siempre. Si no hay negocio, no hay empresa. Y a menos de que las razones para que el negocio caiga sean externas, la permanencia en el cargo de su líder/supervisor dependerá, entre otras cosas, de que efectivamente la empresa siga siendo productiva, o cada vez más productiva, a pesar de las complejidades naturales que tiene una compañía conformada por tantos mundos como seres humanos la integran.

En los países, en cambio, cuando el poder supedita su permanencia o su liderazgo por encima de los intereses del país, no ocurre igual.

Demasiados casos para el gusto de cualquiera

Vamos saliendo de la crisis más profunda: AMLO
Instituciones, opositores y víctimas levantan su voz contra la violencia en México, pero López Obrador se encarga de encontrarse todas las mañanas con la prensa y distraer la atención pública con una ensalada de temas. Así, las noticias dejan de ser sobre los problemas y el mandatario se encarga de ser él la noticia o de generar alguna nueva

En México, por ejemplo, ha pasado desde el inicio del actual gobierno. La pobreza y los desequilibrios sociales son un tema relevante para la administración de Andrés Manual López Obrador, pero otros como la violencia producto de las organizaciones criminales, y las estruendosas cifras de feminicidios, que no solo permanecen sino que aumentan, se han quedado huérfanas de atención.

Instituciones, opositores y víctimas levantan su voz, pero López Obrador se encarga de encontrarse todas las mañanas con la prensa y distraer la atención pública con una ensalada de temas en lo que ha llamado "las mañaneras". Así, las noticias dejan de ser sobre los problemas y el mandatario se encarga de ser él la noticia o de generar una(s) nueva(s).

Las políticas pasadas de problemas puntuales y trágicos han sido abandonadas por el actual mandatario, pero los problemas no han desaparecido ni mejorado con las nuevas o ausentes políticas de AMLO. Para lo cual, AMLO invierte su discurso en distraer con otros problemas, crear confrontaciones nuevas, hacer anuncios e hipnotizar a la audiencia encubriendo el qué con el cómo.

Basta ver el desempeño del Covid, uno de los más catastróficos del mundo, procesado con una retórica que elude responsabilidades y le da vueltas sin mayores estrategias reales para proteger a la población. Un escándalo convertido en normalidad, como la violencia criminal que termina con muchos. Y el resultado es que la sociedad mexicana termina normalizando los temas que les deberían ser urgentes, bajándoles volumen.

Malas costumbres

En Cuba, la estrategia del poder ha sido más agresiva y sostenida por décadas. Desde la llegada de Fidel Castro al poder, problemas gravísimos fueron sustituidos por problemas ideológicos, Los segundos le hacían permanecer en el poder y le justificaban. Los primeros, prácticamente de sobrevivencia, eran sepultados.

Así, con sangre, fusilamiento y torturas, el régimen cubano reprimió el hambre para hablar del hombre nuevo, eliminó las libertades para hablar del bloqueo, y prohibió la disidencia mientras abanderaba atletas olímpicos. Una retórica acompañada con el más sangriento garrote llevó a la sociedad cubana a acostumbrarse, con increíbles excepciones (en un panorama así, una mujer como Yoany Sánchez es aún más valiosa de lo que uno se puede imaginar), a que la vida se tratara de sobrevivir, de acumular más o menos alimentos y otras propiedades materiales de las que tanto escasean.

Pero la libertad, la participación política, la creatividad, la decisión de tu propio destino y todos los valores liberales de la civilización occidental, ocupan ya como si fuera normal, un estadio silencioso en la vida de los cubanos. Un cuarto prohibido en el cerebro de sus habitantes. La vida transcurre como si esa fuera una normalidad estándar.

Procesan a supuestos emisarios de Cabo Verde que hablaron con Maduro de Saab
Nicolás Maduro, máximo representante del chavismo en Venezuela

Es un proceso que ha querido seguir en Venezuela el chavismo desde hace 20 años. Primero comprando medios, en los tiempos de la bonanza petrolera, luego judicializándolos y apresando a periodistas y políticos. Y finalmente en un proceso de agudización de carestías tal que el venezolano, muy acostumbrado a resistir y rebelarse, apenas tiene energía para sobrevivir, si quiere informarse casi no encuentra medios para hacerlo y si quiere participar se encontrará con una represión ilegal que puede terminar desapareciéndolo en una de las tantas cárceles clandestinas donde el chavismo acumula disidentes sin procesos judiciales o con juicios absolutamente viciados.

La agenda es, pues, el caos con el poder de facto. Y la permanencia en el poder depende, entre otras cosas, de que los venezolanos se acostumbren a eso.

Un escándalo tras otro

Estados Unidos vive su propio proceso desde la llegada de Trump, con algunos momentos más climáticos que otros. No hay censura de facto en ningún caso, sino que, por el contrario, la crispación que produce la polarización mantiene a los medios de comunicación, a los ciudadanos y, lamentablemente, poco a poco a las instituciones, sin racionalidad política, atacando y defendiendo enfurecidamente su punto de vista, anteponiendo la legitimidad de su bando antes que el interés de todos.

LOS ANGELES, CA - AUGUST 17, 2020 - - Anthony Steimle, 21, left, has his temperature checked by Campus Health and Screening Ambassador Avery Theus, 23, on the first day of academic instruction at USC for the Fall 2020 semester in Los Angeles on August 17, 2020.  Steimle, not a student at USC, was visiting the campus with his brother. All students and visitors to the campus have to go through a wellness check, answer questions regarding COVID-19 symptoms and have their temperature checked before they are allowed to enter campus. (Genaro Molina / Los Angeles Times via Getty Images)

Eso azuzado por un mandatario que prende el fuego y lo disfruta, hace declaraciones incendiarias, altera impredeciblemente el sentido común, tuitea de madrugada, da ruedas de prensa, opina sobre sus contrarios, despide gente. Es un escándalo, tras otro escándalo, tras otro escándalo.

Una fotografía del resultado es que, a pesar de estar en plena campaña electoral, y ese ser un flanco para sus adversarios, en Estados Unidos se están muriendo un promedio de mil personas al día a causa del Covid. Pero entre tanto humo pseudo-bélico, eso no parece ser un tema de importarle a nadie ya.

La polarización, que encima ha crecido enormemente con el ardor de la campaña electoral, parece hacernos pensar que primero está decidir el destino político de Estados Unidos, y luego atender a los pacientes y tratar de evitar las muertes por el coronavirus.

Pero antes de que el Covid-19 existiera, otras cosas pasaban que nos llenaban de urgencia. El impeachment, la afirmación de Trump según la cual los inmigrantes son animales, las banderas de la confederación, George Floyd, las amantes de Las Vegas, el abogado traidor, el ex asesor disidente... La agenda de la opinión pública norteamericana es el escándalo, y el estadounidense parece estarse acostumbrando a que esa es su nueva normalidad.

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