La foto de mujeres en minifalda que influyó en la decisión de Trump sobre Afganistán

En una muestra del poder de la imagen, las minifaldas habrían tenido un curioso impacto en la continuación de la presencia militar estadounidense en Afganistán.

El presidente estadounidense Donald Trump dijo, al anunciar su estrategia hacia Afganistán, que su primer impulso era en contra de mantener la presencia militar de Estados Unidos en ese país, donde Washington ha librado una guerra que ya lleva más de 16 años.

Al final, la cruda realidad en ese país de Asia Central, donde subsisten con empuje creciente los grupos fundamentalistas del Talibán y terroristas vinculados a Al Qaeda y el Estado Islámico, motivó a Trump a decidir la permanencia (y el incremento) de las fuerzas armadas estadounidenses.

Una foto que, se afirma, muestra a mujeres afganas portando minifalda en una calle de Kabul, Afginistán, a principios de la década de 1970. (Twitter/nycjim)
Una foto que, se afirma, muestra a mujeres afganas portando minifalda en una calle de Kabul, Afginistán, a principios de la década de 1970. (Twitter/nycjim)

Pero se afirma que una singular fotografía habría sido un factor adicional en la decisión de Trump de no sacar a Estados Unidos de Afganistán (lo que él exigió antes de ser candidato presidencial y estaba implícito en el aislacionismo de su política ‘Estados Unidos primero’ o ‘America First’).

De acuerdo al periódico The Hill, el general H.R. McMaster, asesor de Seguridad Nacional, mostró a Trump una fotografía tomada en 1972 que muestra a tres mujeres afganas en minifalda caminando por Kabul, capital de Afganistán.

Lo hizo, se cuenta, para mostrarle al presidente que en Afganistán aún habría esperanza, dado que los valores occidentales tuvieron allí vigencia en una época, anterior al régimen Talibán, y podrían volver a prevalecer.

Siempre y cuando, en esa lógica, Estados Unidos esté allí para promoverlos. O imponerlos.

En su cuenta de Twitter, el periodista Jim Roberts mostró la que, se infiere, sería una fotografía similar a la de mujeres afganas en minifalda que McMaster supuestamente mostró a Trump, anécdota que fue revelada primero por The Washington Post.

En esa foto tres mujeres jóvenes con faldas cortas y blusas con escotes discretos caminan por una calle, que se indica es en Kabul. Muestran en su andar soltura y confianza, aunque en todo caso no se trataría de una escena representativa de la sociedad afgana en general.

Entonces habría sido posible vestir así sin enfrentar el grado de represión que se dio durante el régimen Talibán, el contexto amplio en ese país, en esa época y en la actualidad.

Otras imágenes de la vida en Afganistán en la década de 1950 y 1960 pueden consultarse, por ejemplo, en el portal Bored Panda y en un reportaje al respecto de The Atlantic.

Pero más allá de qué tan representativa o no sea la foto que supuestamente McMaster mostró a Trump, la noción de que con más soldados estadounidenses se logrará un cambio sociocultural en Afganistán a un grado tal de que las mujeres podrán vestir de modo generalizado prendas occidentales como las minifaldas tiene su carga de fantasía (y muchos dirían que de delirio) y de una suerte de prepotencia que presupone que las costumbres y prácticas occidentales son superiores o preferibles a las de otras regiones del mundo.

Valores como los derechos fundamentales y la libre determinación, que son pilares de Occidente, son ciertamente loables y deseables a escala global, pero cada pueblo y nación cuentan con sus propias prácticas y estructuras, a las que se debe respeto y cabe preservar en tanto resulten compatibles con los preceptos humanos fundamentales. Por ello, la esperanza para Afganistán, si bien puede incluir la libertad para vestir como se desee en el contexto apropiado, debería fincarse primero en la paz, la seguridad, el fin de la violencia y la creación y ampliación de oportunidades de empleo, de salud y de vida digna.

La escena de la foto de las mujeres en minifalda no habría sido, ciertamente, la única ni la más relevante razón por la que el presidente Trump optó por mantener y ampliar la presencia militar estadounidense en Afganistán (se ha dicho que las razones de peso fueron la necesidad de contener y erradicar la amenaza de Al Qaeda y el Estado Islámico y apuntalar al gobierno afgano para evitar la vuelta de un régimen fundamentalista como el Talibán). Pero la anécdota de esa foto deja entrever que el presidente, al aprender sobre las realidades de la geopolítica, presta especial atención al poder de la imagen. Algo similar se dijo, por ejemplo, sobre su decisión de bombardear Siria: fotos de niños muertos en ataques del régimen de Damasco habrían pesado en su decisión.

Con todo, la presencia de decenas de miles de soldados extranjeros, primero soviéticos en la década de 1980 y luego estadounidenses y de otros países de la OTAN de 2001 a la fecha, con el interludio de la guerra de facciones locales y de la dictadura talibán, han sido episodios cruentos, con enorme sufrimiento para la población afgana. En todo ello las tensiones internas y las ambiciones extranjeras han tenido tremendos impactos que no será fácil revertir.

Lograr una foto contemporánea como la de las mujeres en minifalda, o simplemente de un país con su propia identidad, en paz y sin amenazas para sí y para el exterior, luce como una posibilidad aún remota e incierta, en un futuro lejano.

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