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La fiebre del oro en el Draft de la NBA no garantiza la riqueza

Markelle Fultz es el jugador más deseado del Draft. Foto: Yahoo Style.
Markelle Fultz es el jugador más deseado del Draft. Foto: Yahoo Style.

No todo lo que brilla es oro y en la NBA hay muchos ejemplos de cómo quedar cegados ante la presencia de sabia nueva dorada. En términos generales es fácil caer en la tentación de elegir a jugadores a los que durante toda su vida les han dicho lo buenos que son y desdeñar a otros que han tenido que batirse el cobre para hacerse un hueco en la mejor liga del mundo.

El mercadeo de talentos está a punto de comenzar y los movimientos previos al Draft 2017 no se dejaron esperar. Boston Celtics sacrificó la primera posición, o lo que es lo mismo, a Markelle Fultz, para elegir en tercer lugar y adquirir una primera ronda en 2018 o 2019. La estrategia se traduce en que los de Massachusetts prefieren tener a un top 3 y un jugador de primera ronda en lugar de al más destacado de la clase de 2017.

LeBron James fue el número 1 en 2003. Foto: ED BETZ/Associated Press
LeBron James fue el número 1 en 2003. Foto: ED BETZ/Associated Press

En la fiebre del oro no hay nada garantizado. Era difícil que los LeBron James, Kevin Durant y James Harden salieran rana, sin embargo los fracasos en las elecciones de los prospectos más atractivos han sido una constante a lo largo de los años (Anthony Bennett, Greg Oden, Michael Olowokandi…). Incluso equipos que contaron con numerosas elecciones de draft altas, como Minnesota Timberwolves o Philadelphia 76ers, aún no fueron capaces de despegar.

Al mismo tiempo, otros jugadores por los que pocos daban un céntimo se convirtieron en referencia de la NBA. Draymond Green fue elegido en el puesto 34, Jimmy Butler en el trigésimo, Hassan Whiteside lo fue en el trigésimo tercero, Kawhi Leonard en el número 15, Stephen Curry en el séptimo, Rudy Gobert en el vigésimo séptimo o ¡Isaiah Thomas en el puesto 60!

La clase del 2009 fue una de las más prolíficas. Foto: Seth Wenig/Associated Press
La clase del 2009 fue una de las más prolíficas. Foto: Seth Wenig/Associated Press

El proceso de elección y scouting no es fácil. Percibir el brillo exterior es lo más sencillo, porque desde el básquetbol de la escuela ya se saben quiénes serán los jugadores que destacarán en el instituto y en la universidad. El ser atlético, el tener envergadura, destreza, buen lanzamiento, carácter sobre la duela, solidez… esos atributos se ven a leguas. Lo que no se percibe de una manera tan clara es si un jugador acostumbrado a los halagos es capaz de mantener vivo el deseo de mejorar, o salir indemne del ‘qué dirán’ y la presión mediática.

El caso de D’Angelo Russell es uno de los más recientes. El chico recaló en Los Angeles en 2015 con el cartel de estrella antes incluso de que empezara la liga. Fue seleccionado en la segunda posición y desde su año de novato se le vieron más detalles de inmadurez en su comportamiento que destellos en la pista. Desde el incidente que le costó la boda a su compañero, Nick Young, a pequeños altercados que nada tienen que ver con el deporte e incluso su incursión en la banda de celebridades de Los Ángeles y sus distracciones.

Fue más serio en su segundo año, pero su éxito en el juego sirvió más para convertirle en un activo para posibles cambios (y una liberación de espacio salarial junto a Timofey Mozgov) que en un pilar para reconstruir la franquicia. Finalmente, el martes se confirmó que recalará en Brooklyn Nets a cambio de Brook Lopez y la vigésimo séptima elección en el draft del jueves.

Caleb Swanigan podría ser uno de los jugadores sorpresa. Foto: Getty Images.
Caleb Swanigan podría ser uno de los jugadores sorpresa. Foto: Getty Images.

La de 2017 no apunta, a priori, a convertirse en una clase como la de 2003, 2009 o 2011. Los jugadores que más brillaron en la universidad (Fultz, Lonzo Ball, Josh Jackson o Jayson Tatum) aún no tienen el cielo ganado, mientras que otros como Luke Kennard, Harry Giles, Josh Hart, Frank Mason, Caleb Swanigan, Cameron Oliver, Jonatan Isaac o Alec Peters pretenden convertirse en los tapados que acaben demostrando que no siempre los primeros son los que más lejos llegan.

La riqueza no es instantánea, ni el oro de la NBA brilla de primeras.

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