La culpa no es de Guardiola

Omnisport.
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La culpa es de Guardiola. Estáis mal acostumbrados. Sois injustos. Tenéis que entender que aquello no volverá.

Normalmente te lanzan la frase como arma arrojadiza. En todas y cada una de las ocasiones -con independencia de si la escucho o la leo- las palabras suenan con superioridad y condescendencia, como si la persona al otro extremo de la locución estuviera haciéndote un favor al llevarte por el buen camino. Cada vez que este Barça despliega un juego mediocre, algo que ha ocurrido con demasiada frecuencia en los últimos dos años, esta es la respuesta más elaborada que los conformistas son capaces de construir. Son los mismos que, ante idéntico juego pero un resultado adverso, corren a buscar el hacha de guerra. Mientras la calculadora diga que todo va bien, ellos tienen razón y tú eres un anciano que vive del pasado, anclado en la nostalgia de tiempos mejores a los que parece estar prohibido aspirar de nuevo.

La semana de los dos Clásicos ha destapado la mentira que se esconde tras este supuesto argumento. Cuando el equipo es reconocible, cuando Arthur está en el campo, cuando la consigna desde el banquillo es ser protagonista e ir a por el partido en lugar de especular con un resultado, se produce un doble fenómeno. Por un lado, los yonkis de Pitágoras son incapaces de entender que el Barça del 0-1 nos deje mejores sensaciones que el Barça del 0-3. Por el otro, su argumento de la nostalgia queda groseramente desactivado. Se demuestra que no hace falta rescatar a ningún equipo de épocas pretéritas, pues el Barça de Valverde puede jugar mejor al fútbol. Se demuestra que la única nostalgia que podemos tener algunos es la de un presente mejor.

Acusar a tu rival de lo que realmente haces tú pasa por ser una estrategia política y militar reconocida. A ver si los verdaderos nostálgicos van a ser ellos, los que tienen a Guardiola en la punta de la lengua cada vez que el equipo actual no carbura. Dejemos a Xavi e Iniesta en el pasado y preocupémonos de que Arthur y Dembélé se impongan a Vidal y Coutinho. Ilusionémonos con De Jong. Pensemos incluso en Aleñá o Riqui Puig, que solo tienen mañana pero a la vez nos reconcilian con el ayer. Ese es el camino, libre de calculadoras, que deberíamos recorrer todos juntos. Me temo, aún así, que todos estos deseos podrían tener fecha de caducidad. Cuando el equipo vuelva a no jugar a nada y algunos lo destaquemos, volverán a lanzarnos la misma frase de marras. No hay problema. Volveremos a decir alto y claro que no. Que la culpa no es de Guardiola.