Intrusos en el periodismo deportivo

Kiko Rivera
Kiko no hizo el arquero. (Foto: Canal Sur)

La columnita de esta semana comienza con un drama en tres actos:

I. Kiko Rivera (Paquirrín para los de mi generación) anuncia que va a comentar en Canal Sur Radio los partidos de su equipo, el Sevilla FC, comenzando por la Supercopa de Europa contra el Bayern.

II. Tras el previsible aluvión de críticas al tratarse de una emisora pública, Canal Sur decide aplicar la ley de transparencia a los emolumentos de “el DJ Kiko Rivera”: 85 euros por partido, como el resto de colaboradores.

III. Tras el primer partido, Kiko anuncia que lo deja, que no piensa facturar los 85 euros e invita a alguno a metérselos donde le quepan.

La efímera experiencia de Kiko jugando a ser Valdano ha servido para agitar el eterno debate acerca del intrusismo en los medios de comunicación. Y eso que poco debate puede haber en su caso: una persona sin dotes para la comunicación (de estudios ya ni hablamos) ni conocimientos deportivos profundos, más allá de su condición de aficionado, y cuya aportación (no a los oyentes sino a la emisora, en forma de publicidad) se limita a ser famoso.

Olvidémonos, pues, de Kiko y centrémonos en el intrusismo, un tema que hace a bastantes periodistas sacar las uñas y decir cosas, en mi opinión, bastante ridículas. Algunos se nos ponen muy dignos. El plan de estudios de nuestra carrera —lo dice uno que la acabó en la Complutense— no es precisamente un filtro de genios y, tal vez por eso, muchos licenciados se esfuerzan por equiparar su formación a la de otros profesionales más reputados. Por algún extraño motivo, el campo de conocimiento con el que más paralelismos trazan los dignos es la cirugía cardiaca. Será por lo que se parecen.

El periodismo es un oficio que se puede aprender en poco tiempo, especialmente si uno tiene algún tipo de talento —escribir, comunicar, olfato, don de gentes…— y ocasión de ponerlo en práctica. Las facultades, en teoría, no proporcionan tanto los conocimientos técnicos necesarios sino un bagaje intelectual. Repito: en teoría. Es un hecho que muchos licenciados salen de clase sin una gran cultura general, sin hábito de leer y sin conocer siquiera los códigos de la profesión, o los olvidan en cuanto entran en una redacción al darse cuenta de que la competitividad de las empresas informativas es el mayor obstáculo para poder cumplirlos.

En los programas deportivos hallamos cada vez más “asimilados” del famoseo. Antes que a Kiko Rivera vimos a El Sevilla, cantante de Mojinos Escocíos, y al humorista Mariano Mariano en el ‘Tiempo de juego’ de Cope con José Antonio Abellán a los mandos. La actriz Bibiana Fernández (Bibi Andersen para los de mi generación) y el cómico Leo Harlem participaban en Radioestadio de Onda Cero con Javier Ares. Y ahí tenemos a Gonzalo Miró en el resto de programas, y en alguno de los citados también. Ninguno de ellos ha quitado el trabajo a un informador, al tratarse de meros opinadores.

Ahora bien, ¿qué sucede cuando los intrusos ejercen de periodistas? Es decir, cuando hacen reportajes, entrevistas, piezas a cámara… e incluso presentan. Entre los exdeportistas, la puerta giratoria nos ha deparado entrevistadores como Lucio Angulo en Movistar+ o José Antonio Flecha y Álex Corretja en Eurosport, donde Alberto Contador ha hecho ya algún reportaje. Un entrenador como Piti Hurtado se apoya en la edición de vídeo para profundizar en sus análisis baloncestísticos. Alberto Urdiales le habla a la cámara en Teledeporte, donde Eli Pinedo presentó un programa de entrevistas. Y qué decir de Michael Robinson, cuya habilidad para conectar con el espectador trascendía incluso la barrera del idioma.

Aquí los dignos vuelven a rugir y a reivindicar sus años hincando los codos, como si hubieran aprobado una oposición: “Que opinen, pero que no entrevisten. Para eso hace falta un profesional”. Habría que defender menos la titulación y más la profesión. Porque pedir a Pablo Laso una valoración del partido contra el Casademont Zaragoza puede ser una labor tan compleja como operar a corazón abierto, proyectar un palacio de congresos o pilotar un Dreamliner. Un reto sólo al alcance de un verdadero licenciado en periodismo.

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