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Kevin Benavides: "El Dakar es un desafío muy técnico, porque si no se convierte en peligroso"

El trofeo más deseado en las manos de Kevin Benavides: el salteño se convirtió en el primer piloto latinoamericano en ganar en la categoría motos el Rally Dakar
Fuente: LA NACION - Crédito: Ignacio Sánchez

Toma la botella de agua mineral y bebe. Uno, dos, tres sorbos pequeños y vuelve a mirar el trofeo, de casi ocho kilos, que reposa sobre sus rodillas. Lo levanta, lo besa para la sesión de fotos. Lo abraza como un niño que se aferra a un peluche al momento de dormir. No descansó Kevin Benavides hasta cumplir su sueño, aunque tampoco quiere despertar de la aventura mágica que terminó de desandar el viernes en el desierto de Arabia Saudita: el salteño se consagró como el primer piloto latinoamericano en ganar en la categoría motos, la más compleja y peligrosa del Rally Dakar, la carrera más extenuante y de riesgo del deporte motor. "El motociclismo no tiene el impacto del fútbol, pero estas carreras llegan por el lado de las dificultades, de la aventura y la supervivencia. El Dakar cautiva, se vio cuando en 2009 llegó al país: un acontecimiento, una locura que se vivió también en los años siguientes, con la gente en las calles, en las rutas... Yo quería hacer historia, dejar la bandera argentina en lo más alto. Era el desafío que me propuse desde que empecé a correrlo. El Dakar es durísimo, se siente en el cuerpo y en el alma", señala Benavides, que espera en el salón Malvinas Argentinas, del aeropuerto de Ezeiza, la conexión que lo llevará a Salta, su lugar en el mundo.

Todavía carga con algunas secuelas físicas Benavides. La herida cortante en la nariz, un tobillo con un esguince y el otro también maltrecho, tras la caída en la quinta etapa. Pero no existe huella que le borre la sonrisa. "Salté una duna y en la caída le pegué al GPS, me rompí la nariz y también destrocé el casco. El dolor en las piernas era terrible, pero me volví a subir a la moto pensando que ese golpe y esa caída no me podían doblegar. En los siguientes kilómetros retomé la confianza al punto que no sentía los dolores", le comenta a LA NACION, quien además de piloto profesional es licenciado en Administración de Empresas.

-¿De chico te interesaba el Dakar? ¿Cuándo empezaste a vislumbrar que podías ser parte de uno?

-Cuando se corría en África no le prestaba atención, era como algo irreal. A partir de 2009 es cuando realmente lo empecé a ver como una posibilidad y empecé con la idea. Mi primer Dakar fue en 2016, aunque yo ya me dedicaba al Enduro. Ese año tuve la propuesta de Honda Argentina, ellos me abrieron la puerta y empecé a probar con el rally. La verdad que mi primer Dakar lo hice con muy poca experiencia, pero el cuarto puesto me catapultó para sumarme al equipo oficial de Honda. Mi llegada a Honda se dio como son los Dakar, un poco locos. El rally me gustó mucho, tuve un gran feeling y eso me posibilitó tener un crecimiento rápido.

-En 2016 debutás con una gran actuación y una lesión te dejó fuera de la carrera del año siguinete, ¿cómo te repusiste de esa frustración?

-Era mi primer año como piloto factory [oficial de Honda] y en el último entrenamiento de 2016 -un martes 13 de diciembre, cómo olvidarme del día- me caí en un entrenamiento en Chile, cerrando la temporada. Me fracturo y me pierdo el Dakar. De todo se aprende. Ese momento fue muy duro, de los más decepcionantes de mi carrera. Todo un año de preparación se fue a la basura. No me di por vencido, me levanté y traté de volver más fuerte.

¿Cómo se prepara un Dakar?

-Desde lo físico es todo un año de entrenamiento: mucho de aeróbico y anaeróbico, gimnasio, ejercicios para lograr movilidad, flexibilidad, estabilidad. También le agrego mucha bicicleta. Son rutinas que se arman para realizarlas dos veces al día, no siempre con la intensidad del video que anda dando vueltas. Pero la parte más exigente de la preparación es un entrenamiento durísimo. En lo mental trabajo con un psicólogo, Gustavo Ruiz. No es de ahora, lo hago desde hace varios años. Hacemos ejercicios de concentración, de motivación, meditación. No viajó a Arabia Saudita, nos mandábamos mensajes. Me ayuda mucho, sé que hay otros pilotos que también buscan ayuda externa: no sabría quiénes verdaderamente, pero no soy el único.

-¿Tenías referentes en el Dakar?

-Cuando llegué los referentes eran Marc Coma y Cyril Despres. Me hubiera gustado correr contra ellos, pero cuando empecé ellos dejaban [Coma fue el director deportivo el año del estreno de Benavides]. Entré con la camada de nuevos pilotos.

-¿La nueva camada es más rápida o las motos son mejores?

-Se va mucho más rápido ahora, pero es un conjunto de cosas que cambiaron. No pasa por los pilotos o por las motos. Las motos cambiaron, la forma de correr cambió y hoy hay diez o quince pilotos con capacidad para pelear por la punta, mientras que antes eran dos. Hoy, sí o sí tenés que exigirte al máximo en cada etapa, porque en cuanto te aflojás caés diez puesto por en el clasificador. Antes era un juego que se controlaba, prácticamente, entre ellos dos.

-¿Qué le dirías a un joven que quiere copiar tu carrera?

-Muchos aceleran antes de aprender a frenar y ese es un problema. Primero tiene que saber que no es fácil, que esto genera mucho sacrificio. Y no hablo de correr un Dakar, que es durísimo: hablo de cuando sos adolescente y vos te vas a dormir, mientras tus amigos se van a bailar. Pero si lo sienten, todo es posible. Que yo lo haya hecho no significa que soy un superhéroe, aunque hay que dedicarle tiempo, horas, constancia. Acá te vas a caer y tenés que tener la fortaleza mental para levantarte. Se trata de perseguir un sueño, para mí era un sueño que arrastraba desde hace años, de toda una vida de ser piloto profesional. Logré muchas cosas importantes a lo largo de mi carrera, esto es enorme.

-¿En qué sentís que maduraste en estos años?

-Siento que tuve una maduración emocional, de manejo y, en particular, de navegación. Correr el Dakar es un desafío muy técnico, porque si no se convierte en peligroso. Por eso ganar el Dakar depende de muchos factores: no existe el Dakar perfecto. Tenés que trazar estrategias de cómo encarar cada etapa, porque hay altos y bajos. Este Dakar tuvo siete líderes y la navegación, al tener el road-book apenas un rato antes de largar, era muy compleja. Tuvimos más horas de carrera y aunque fue más lento que el de 2020 se aceleró fuerte, no se pensó en cuidar neumáticos a pesar de la reglamentación de las seis gomas traseras para toda la carrera, no se viajó más lento a pesar de lo trabado del recorrido.

-¿Cómo es el salto del Enduro al Rally?

-Es grande. Motocross y el Enduro podríamos decir que son similares: el primero es en un circuito, con saltos y de un minuto o dos por vuelta; el Enduro es más un campo abierto con algunas similitudes de saltos y de antemano uno ya conoce siempre el recorrido. El Rally, en cambio, nunca sabés por dónde vas y combinas todo lo anterior: vas saltando, pasando por lugares complicados: dunas, montaña, ríos... Es bueno tener la técnica de los dos anteriores para desembocar en el rally.

-Ganaste el Dakar, que era tu sueño: ¿cuál sería el nuevo reto?

-Me tengo que sentar y pensar qué hacemos. Seguramente será defender el título, retenerlo. Pero también me gustaría ser campeón del mundo del campeonato de rally, que es un título que me queda pendiente. En trascendencia, reconocimiento y dureza, el Dakar es más importante, porque son dos semanas, con carreras todos los días: este año tuvimos doce carreras y una jornada de descanso. Agotador.

-¿Correr en equipo junto con tu hermano Luciano entra en los planes?

-Sería ideal. Ahora hay que ver qué puede pasar: mi contrato con Honda se termina, aunque hay muchas chances de renovarlo. Pero también hay interés de otras marcas.

-¿Por qué Honda se convirtió en ganadora?

-Honda entró y obviamente debía pagar lo que llamaríamos un derecho de piso, que es descubrir las fallas y para eso hay que probar. Es muy difícil entrar en una disciplina, después de una ausencia prolongada, y ganar. Honda invirtió mucho, se hicieron test y ahora es una moto fiable y ganadora, pero hace tres años, en 2018, yo estuvo muy cerca de ganar: tuve un fallo en la navegación. Demostramos lo fuerte que somos: el año pasado ganó Ricky Brabec y este año me tocó a mí. Pero el Dakar no es solo la moto: es el piloto, los mecánicos, el equipo.

El trofeo que simboliza el sueño de Kevin Benavides: a partir de 2009, el salteño empezó a evaluar como una posibilidad competir en el Rally Dakar, cinco años después cumplió el desafío de la victoria
Fuente: LA NACION - Crédito: Ignacio Sánchez

-¿Qué tan difícil competir contra tus compañeros de equipo?

-Todos queremos ganar, pero trabajamos muy bien: hay una gran relación entre todos. Las motos en sí fueron prácticamente las mismas: se mantuvo el modelo, se trabajó en algunos puntos débiles, en las suspensiones y también se ajustó el motor. Se comparte mucha información con el compañero, porque el Dakar te tiene una etapa arriba y en la siguiente abajo y aunque a veces depende de la posición en que largaste -al abrir camino se pierde más tiempo-, después al terminar se analiza el recorrido para descubrir si el retraso es por un problema mecánico, de estrategia, de navegación. Y eso se hace en equipo.

-¿Te imaginás corriendo el Dakar en otra categoría o solo en motos?

-Me gustaría, aunque creo que tengo varios años más para intentar seguir en motos. En el futuro, los autos o en UTV creo que serían buenas opciones para competir en el Dakar.