Cómo es jugar sin público en el US Open: entre la falta de energía y la posibilidad de lograr mayor concentración

Nueva York es una ciudad sin comparación. Eléctrica, creativa, multicultural, luminosa. De día y de noche. Distinta a todas, con lo agradable y lo antipático. También es escenario del US Open, único Grand Slam de tenis que nunca se canceló, ni siquiera durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial. La competencia, en tiempos de pandemia, estuvo en riesgo, pero, con esfuerzo, protocolo y burbuja sanitaria de por medio, el certamen sobrevivió. Claro que se lleva adelante sin un condimento vital: el público. Gabriela Sabatini, radiante campeona de Flushing Meadows en 1990, hace unos años le contó a LA NACION: "La gente en Nueva York es distinta, es muy latina, se involucraba en los partidos, me alentaba mucho, me quería y eso me fortalecía". Si siguiera jugando, hoy Gaby ya no contaría con esa particularidad que la impulsaba.

"Creo que todo el mundo está acostumbrado a jugar sólo con ruido", reconoce la estadounidense Sloane Stephens, actual 39° y ganadora del US Open en 2017. Y tiene razón: el Arthur Ashe, el estadio para tenis más grande del mundo, con capacidad para 23.700 espectadores, es un escenario bullicioso como pocos. Los partidos nocturnos convencionales, sobre todo, son un show con tribunas alborotadas, donde se combinan los sonidos de los impactos de la pelota con el contacto de los cubiertos y los platos de aquellas personas que se ubican en los palcos más para alimentarse y pasar un buen momento social que para seguir atentas el deporte de las raquetas. "Esta realidad nos remonta a los 12 años, a cuando éramos niñas y estabas con tus padres, la otra chica con la que jugabas y sus padres, y nadie más", acepta Stephens, 3° del ranking mundial en 2018.

"Lo más difícil de no tener público es cuando necesitas un poco de estimulación. Estoy seguro de que ha habido jugadores que perdieron sets porque necesitaban esa energía para alimentarse", apunta el canadiense Milos Raonic, actual 18° y finalista, hace un puñado de días, de Cincinnati, el torneo que integró la "burbuja" neoyorquina creada por la Asociación de Tenis estadounidense (USTA) y se jugó en Flushing Meadows sin espectadores. "Ahora, todo lo que escuchas a tu alrededor son grillos. Tienes que cavar profundamente y tratar de encontrar esa energía dentro de uno -reconoce Raonic-. Es un poco más similar al entrenamiento: cuando practicamos lo hacemos frente a, prácticamente, nadie. Tal vez algunas personas pasan a mirar. Pero la mayoría de nuestras prácticas tienden a realizarse, digamos, a puerta cerrada".

El Ashe, el Louis Armstrong (con 14.000 butacas), el Grandstand (8000) y cada court del centro nacional de tenis Billie Jean King tiene, generalmente, su electricidad. "Ahora es todo un poco solitario y más cuando no tienes un buen día", comenta la japonesa Naomi Osaka, 9° del ranking. "Definitivamente no hay ruido, por lo que puedes escuchar todo lo que sucede en la cancha. Lo más difícil es tener que producir toda la energía uno mismo. No tener esa energía de los fanáticos para superar los momentos difíciles ha sido realmente difícil", aporta la estadounidense Madison Keys, 14° de la WTA y finalista del US Open en 2017. Aunque Osaka, campeona del Grand Slam neoyorquino en 2018, destaca un matiz positivo: "Lo mejor (de no tener público) es que no me distrae. A veces veo a una persona con un atuendo genial o algo así, o que están haciendo algo y, por momentos, me distraigo. Ahora, no".

La bielorrusa Victoria Azarenka, número 1 del mundo en 2012 y actual 27°, reconoce que lo mejor de que no haya gente en el complejo neoyorquino es la facilidad que tienen para trasladarse de un sitio a otro, sin atascamientos. Pero, ganadora del torneo de Cincinnati el último sábado, dice: "Realmente extraño mucho la energía de la gente. En los grandes momentos, la multitud gritando, siendo parte de nuestro mundo. Honestamente, para eso practico: para jugar frente a la multitud. Sí creo que esas pantallas del Arthur Ashe son realmente extrañas, muy extrañas".

¿A qué se refiere la dos veces campeona del Abierto de Australia? A nueve pantallas de LED gigantes ubicadas en sectores estratégicos del court central que aportan "apoyo virtual" de los fanáticos (y también de los familiares de los jugadores). El sonido sube y baja, dependiendo del momento del match. "Jugar sin público es diferente. El torneo hace cosas para que se sienta el ambiente, pero es difícil, porque hay ciertas emociones dentro del punto, esa adrenalina antes de entrar. Es difícil de explicar, hay que vivirlo y así se siente frío. Esa es la palabra, pero así son las nuevas reglas", explica el azuleño Federico Delbonis, a quien le tocó debutar -y perder- en la noche del martes en el Arthur Ashe frente al ruso Daniil Medvedev, finalista de 2019.

Andy Murray, un ejemplo de resiliencia, eligió Nueva York para disputar sus primeros partidos oficiales de la temporada al recuperarse de las cirugías de cadera. Se destacó en Cincinnati (alcanzó los octavos de final) y también en este US Open, presentándose con una victoria ante el japonés Yoshihito Nishioka, en 4h39m y tras recuperarse dos sets a cero en contra. Su primer contacto sin público fue hace unos días, durante el Masters 1000 y contó, con una sonrisa: "Metí un passing-shot a la carrera en la línea y solamente recibí silencio. Uno se alimenta del público en esos momentos. Y esta realidad explica ciertos bajones en un partido. A menudo, cuando estoy tocado y hay grandes multitudes, me involucro, hago contacto visual con la gente y me ayuda". El canadiense Denis Shapovalov (17°) suma su mirada: "Nueva York es conocida por su vibra. Los estadios son electrizantes. Pero este es un gran cambio; es un poco pacífico".

Para el entrenador argentino Franco Davin, actualmente trabajando con el británico Kyle Edmund (44°), fue todo un contraste pasar, por ejemplo, de estar en 2009 en el box del campeón del US Open (Juan Martín del Potro) a sentarse en la primera fina del estadio Arthur Ashe, sin compañía, para ver el partido de su pupilo frente al serbio Novak Djokovic (NdR: por la segunda ronda; ganó el número 1 en cuatro sets). Sin embargo, Davin destaca el contexto: "No está bueno jugar sin público y cuanto más avancen las llaves, peor, porque jugar una semifinal o una final sin nadie no es lindo. Pero, por otro lado, me parece que todo esto que está pasando en Nueva York y en el circuito de tenis es un bonus, porque están muy difíciles las condiciones para estar viajando por el mundo en este momento. Que se esté jugando hay que tomarlo como algo positivo".

En la misma línea se manifestó la leyenda estadounidense Serena Williams (8°): "Sin público hay un poco menos de presión. Pero lo más importante de este evento es que se lleve a cabo. El deporte desapareció durante tanto tiempo, especialmente el tenis. Nos perdimos dos Grand Slams. El US Open es el primer gran evento de tenis desde el Abierto de Australia. La moral puede estar muy baja en el mundo con todo lo que está sucediendo. A veces solo quieres distraerte y la gente lo ha estado haciendo durante generaciones a través del deporte. Esa es una de las razones por las que apoyé tanto el US Open. Sentí que era un buen momento para volver y para que los fanáticos, simplemente, se desconectaran".

Fueron, aproximadamente, 800.000 los espectadores que visitaron Flushing Meadows en 2019. Hoy, el major neoyorquino no cuenta con esa masa de público enfervorizada que consume y camina de un court al otro. Sin embargo, el torneo sobrevivió y está en marcha, lo que ya es mucho en estos tiempos.