Juan Antonio Pizzi: el hombre que vio surgir a Lionel Messi, Pep Guardiola y José Mourinho

Mientras sueña con San Lorenzo, Pizzi acepta un fascinante viaje entre Cruyff, Guardiola, Mourinho, Valdano, Van Gaal, Redondo y el crack rosarino, al que conoció de "chavalito"

Carolina habla con frecuencia con Cristina. Carolina es la esposa de Juan Antonio Pizzi y Cristina..., la mujer de Pep Guardiola. Ellas cuidan el vínculo entre las familias porque las agendas de sus maridos dificultan el trato directo. Pizzi conversa con Van Gaal, con Bobby Robson, con Luis Enrique, e incluso ha visitado a Jupp Heynckes en su casa en la campiña alemana, cerca de Gelsenkirchen. Pero Guardiola..., jugaron juntos en Barcelona y se recibieron juntos como entrenadores en España. "No me imaginé que iba a llegar a este nivel. Nadie puede proyectar que una persona se volverá tan exitosa. Pero los fundamentos del juego, Pep los veía como ninguno. Lo mamó desde chiquito con Cruyff. Johan le enseñó los perfiles, mirá acá, mirá allá, y técnicamente Pep era muy inteligente. Tuvo una evolución futbolística muy buena, pero jamás me imaginé que iba a trascender como trascendió". Nada desafía más a Pizzi que su presente en San Lorenzo, a horas del segundo bautismo santo. Pero a su vez, desmenuzar su carrera es sumergirse en un manual de vivencias fascinantes.

-¿Guardiola es el dueño de la última gran revolución en el fútbol mundial?

-No. Es Messi el que revoluciona el fútbol. Pep acompaña, ayuda y participa de la revolución, pero el que hace la gran revolución es Messi. Cambia el fútbol a partir de cómo juega Messi.

-¿Cuándo escuchaste por primera vez el nombre de Lionel Messi?

-Pronto..., yo seguía ligado a Barcelona y lo fui a ver. Se destacaba muchísimo, pero no de la forma en la que explotaría después. Él jugaba en la Liga de Catalunya, torneos regionalizados contra equipos muy pequeños. Y la diferencia que hacía era enorme: ganaban por 11 o 12 goles de diferencia y Messi anotaba tres o cuatro. Lo hacía en una categoría con otros tres o cuatro chicos, que ahora no recuerdo sus nombres, que eran impresionantes. Pero nunca me imaginé que Leo iba a ser esto..., ya batió mil récords y seguramente irá por más.

La sonrisa genuina de Pizzi, pleno a los 51 años, un hombre que cosechó experiencias por todo el mundo

Pizzi desembarcó en 1996 en Barcelona para inaugurar la era posterior al 'Dream Team' de Johan Cruyff. Vaya desafío. No llegó a dirigirlo la leyenda holandesa, pero... "Tuve trato con él, claro. Un trato corto. Era un tipo que te encandilaba cuando te hablaba, siempre era atrapante. ¡Hablaba de básquetbol y te hacía pensar que él tenía que irse a dirigir a los Lakers! Un hombre muy seductor y muy seguro en sus conversaciones". En aquellas dos temporadas catalanas, Pizzi jugó con el brasileño Ronaldo, Figo, Stoichkov, Laurent Blanc, Rivaldo, el rumano Popescu, el nigeriano Amunike, Dugarry, Vítor Baía, Fernando Couto..., justo cuando la Masia promovía a los chavalitos Xavi y Puyol. "Creo que ese fue el mejor plantel de la historia de Barcelona. Los que vinieron después, en el Barça de Pep, jugaban mejor, pero en nombres aquel fue inigualable. Era impresionante. Teníamos ocho jugadores en la selección española. Estábamos todo el día juntos: Nadal, Sergi, Guardiola, Ferrer, Luis Enrique, Cuellar...", y viaja en el tiempo.

-¿Cómo era ese vestuario?

-Yo me metí enseguida en el grupo de los catalanes porque convivíamos mucho en la selección. A eso se le sumaba una buena relación entre nuestras mujeres. Los más cerrados eran los jugadores de Europa del Este, pero después éramos 12 o 13 pibes que nos llevábamos muy bien. Al tiempo subieron Iván de la Peña y Albert Celades. Y Puyol, que al principio era extremo derecho y tenía una intensidad terrible. Lo llevaban porque en el entrenamiento era fuerte, batallador. También Xavi Hernández, que tenía 17 años.

Pizzi jugaba con ellos en Barcelona. Luego, se incorporaba a la selección española... "Me generaba inquietud saber cómo eran Raúl, Hierro, Zubizarreta y otros. En definitiva, eran todos hombres con dos manos y diez dedos. Pero aun sabiendo que yo me había nacionalizado, me dieron un trato fabuloso, como si fuese uno de ellos.

-Para España, le marcaste un gol a la Argentina en 1995 y le ganaste la final de la Copa América en 2016.

-Ninguna de las dos situaciones fue agradable. Lo celebré porque me correspondía, y lo de la Copa América se trató de un logro profesional muy importante en mi carrera. Pero hubiese preferido que el rival fuese otro.

-Dirigiste en seis países y en tres continentes. ¿El fútbol es universal?

-No, no es igual. Cada país tiene su ADN que se refleja después en las selecciones. Los argentinos, uruguayos o chilenos juegan de una forma en Europa y cuando van a su seleccionado cambian la manera, se adaptan rápidamente. Y se debe a su gran nivel competitivo.

Pizzi: "Pep acompaña, ayuda y participa de la revolución, pero el que hace la gran revolución es Messi"

-Hablás de identidad. ¿La selección argentina no perdió la suya en los últimos años?

-Argentina estuvo a un penal de generar el proceso más exitoso de la historia de este país. Si le ganaba a Chile las dos veces, y ni hablar de la final del Mundial de Brasil, estaríamos hablando de otra cosa. Con esos tres títulos se hubiera consolidado la mejor etapa argentina. Por un lado, el ADN nacional de competir y ser favorito se ve cubierto con esto. Pero de manera pública, el hecho de perder esas finales fue dinamitando la confianza de los entrenadores, de los jugadores y generó una presión inaguantable para muchos de ellos. Por eso varias veces no pudieron exponer lo que son como futbolistas. Y a todo eso hay que sumarle el contexto de lo que sucede afuera, cuando se viven situaciones malas. Todo lo que ha sucedido es producto de la desconfianza, de los cambios. Yo estoy en contra de la palabra recambio, es un término que no me gusta. En un seleccionado debe haber incorporaciones, pero no modificaciones tan bruscas.

-¿Cómo evaluás la actual renovación? ¿Y a Scaloni?

-Creo que es un buen inicio el hecho de mantener esta estructura de cara a las eliminatorias. Lógicamente, el propio Scaloni declaró que tiene mucho que aprender y que no tiene experiencia. Yo tampoco la tuve cuando asumí en Chile, a pesar de haber estado en clubes. No tiene nada que ver una cosa con la otra, son otros jugadores, tenés otros tiempos, es otro trabajo. Scaloni está rodeado de chicos muy exitosos en su etapa de futbolistas, como Ayala, Samuel y Aimar, y esa experiencia debería ser considerada.

-¿Podés elegir la mayor alegría de tu carrera? La Copa América con Chile, haber sido Pichichi en España...

-Es imposible elegir, pero lo resumo con un momento que no es tan mediático: un partido que ganamos por la Libertadores 2001 con Central frente al América, en Cali. Íbamos perdiendo en los cuartos de final, lo dimos vuelta y avanzamos por penales. Estaba en el club donde quería jugar, ya cerca del retiro, y aquella era una gran oportunidad de llegar a la final. Fue imborrable, la mayor alegría que viví adentro de la cancha.

-Y entre las tristezas: no llevar a Chile al Mundial de Rusia 2018, no llegar a Primera con Central.

-Esa, esa, no hay otra. No hay comparación. No ascender a Primera con Central en 2012 fue muy doloroso, un palazo durísimo para mí, para mi familia y para los hinchas.

Una postal del tiempo: Pizzi, delantero de Central, luego de brillar en un partido contra San Lorenzo, hace 20 años

-¿Hay una palabra para definir esta profesión? ¿Cruel?

-No. Es apasionante. Los sentimientos cuando ganás, pero más cuando perdés, son inigualables. Es difícil de explicar con palabras y no se compara tampoco a cuando sos jugador. Ahora me duele mucho más la derrota. Y hablo del dolor, porque con la alegría todo es mucho más fácil: ya te juntás a comer un asado con tus amigos y seguramente surgirán muchos motivos de alegría. Atravesar el dolor es bien diferente.

-Hoy, ¿lo más difícil es gestionar las emociones?

-Las exigencias de los futbolistas son cada vez más grandes. Su preparación es mejor y el nivel es más alto y parejo. Hay que tomar decisiones porque todos quieren jugar. Todos se creen mejores que el resto. Hay egos. También existen visiones y necesidades diferentes de los futbolistas con respecto a las que tenemos los entrenadores. A todo eso hay que saber gestionarlo, y solo si se logra una buena armonía es beneficioso.

-Cuando jugabas, ¿te detenías en esas dificultades que debía resolver el entrenador?

-No, nunca. Al técnico lo miraba como tal. Jamás me puse en sus zapatos ni en las decisiones difíciles que debía tomar. En ese momento no pensaba en el DT. Hoy, a la distancia, sí pienso en las cosas malas que pude haber hecho como jugador.

-Fuiste el Pichichi de la temporada 95/96 en Tenerife, el goleador con 31 tantos. Desde entonces, solo cuatro jugadores superaron esa marca.

-Messi, Cristiano., tal vez Suárez, ¿no? ¿Y el cuarto?

-Forlán. Nadie más.

-Claro. Y, esa temporada fue impresionante. Tenía una confianza bárbara. Salía convencido de que iba a meter goles y se lo decía a mi mujer. Ese año lo tuve a Jupp Heynckes, y él llevó a un preparador alemán que me sugirió cambiar la alimentación. Encima, las pretemporadas en las montañas me costaban. ¡Yo desayunaba Donuts! Pero empecé con las frutas y bajé 3 o 4 kilos. Además, le sumé yogurt con cereales en vez de leche y estaba muy consolidado. Fueron modificaciones alimentarias que me hicieron muy bien.

Juan Antonio Pizzi, entrenador de San Lorenzo

-Algunos nombres en tu vida. Jorge Valdano.

-Un gran amigo, por el que tengo un gran respeto. Nos llevamos muy bien. Me hubiese gustado que fuera entrenador mucho más tiempo, se lo dije. Pero está mucho con los medios, con la literatura. Creo que era un potencial entrenador para la selección argentina. Tiene una capacidad inigualable, gran visión y convencimiento. Lo admiro.

-Fernando Redondo.

-Un crack. Está dentro de los 3 o 4 mejores futbolistas de la historia argentina. Maradona, Messi, Marito Kempes., él. También me gustaría verlo más ligado al fútbol.

-Louis van Gaal.

-Es el que mayores conocimientos técnicos me dejó. Muy riguroso con la parte táctica y mucho menos humano que Bobby [Robson, el anterior DT en Barcelona]. Muy profesional y serio. Era difícil entablar una relación, pero igualmente mantenemos el contacto. De hecho, para ir a Arabia Saudita yo contraté a un entrenador de arqueros que estaba con él, Frans Hoek, que para mí está entre los mejores.

-Conociste al primer José Mourinho, el que llegó a Barcelona como traductor.

-Sí. Una buena persona, inteligente. Tuve una buena relación con él cuando Robson lo trajo a Barcelona como traductor. Entonces, no se veía que iba a ser lo que fue. Cuando llega Van Gaal, José se queda. Pero dentro de su rigurosidad, Van Gaal no lo quería sólo como traductor, y lo mandaba a analizar a determinados jugadores de otros equipos. José aprendió mucho en lo táctico y en el manejo de grupos. Y fundamentalmente en el liderazgo. Dentro de un papel secundario, José fue muy astuto para aprender a conducir, a ver cómo trabajaba el médico, éste y el otro. Capitalizó todas las situaciones. Al tiempo se fue a Portugal y comenzó su carrera. Es un tipo que formó equipos consecuentes, competitivos, responsables y obedientes tácticamente. Por eso consiguió los resultados que todos pudimos ver. Su parte futbolística es espantosa, es espantosa... No, me corrijo: contraria a mi pensamiento.

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