Italia 90. El escándalo con la Ferrari de Maradona antes de la final y el mito de la máquina negra

Rod Stewart, Luciano Pavarotti, Eric Clapton, David Gilmour y Nick Mason, el sultán de Brunei, el hijo de Saddam Hussain y Diego Maradona. Todos experimentaron la intransferible sensación de manejar una Ferrari F40. Un auto de carrera con patente. Un ultra veloz deportivo de calle. Todos ellos, y muchos más, por cierto, en algún momento, fueron propietarios de algunas de las 1311 joyas mecánicas -originalmente iban a ser 400- cinceladas en Maranello hasta 1996.

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Maradona recibió la suya en 1989. Era roja. Así salió de fábrica por algo más de US$ 400.000. Nunca fue negra, al menos mientras perteneció al Nº 10. Desde fines de mayo de 1990, tenía un lugar reservado en la concentración de Trigoria. Allí, la selección esperaba la final de Italia '90 con Alemania. Para jugadores, periodistas y visitantes, era inevitable dirigir la mirada hacia el primer auto del mundo que logró alcanzar los 324 km/h.

La noche del 5 de julio, 'Lalo', hermano de Maradona, y Gabriel Espósito, el 'Morsa', su cuñado, salieron a dar una vuelta con esa máquina de avanzada, la de la inconfundible identidad que le otorgaba su imponente alerón trasero, la que respetaba la tradición de la casa italiana. Un simple paseo sobre el último modelo supervisado por Enzo Ferrari, diseñado para celebrar los 40 años de la marca del Cavallino Rampante, cumplidos en 1987.

No resultó una buena elección. El escenario no era el ideal para sentir la potencia del motor V8 biturbo de 478 HP, capaz de acelerar de 0 a 100 km/H en apenas 4s10/100. Encima, no tenían licencia para conducir. De la irregularidad, inadmisible, claro está, tenía conocimiento Gabriel Quaderni, uno de los encargados de la seguridad en Trigoria. En él también se reflejaría el radical cambio de trato hacia los argentinos. En Italia perduraba el dolor. No se disimulaba la bronca de los tifosi por la eliminación en las semifinales de Nápoles, consumada dos días antes. Jamás perdonarían la afrenta deportiva que truncó su sueño de campeones del mundo en casa.

No sorprendió, entonces, que la salida haya durado poco. Fue muy breve. Pero no se debió a las incomodidades de un interior espartano, ni a la falta de dirección y frenos asistidos o a los limitados componentes electrónicos de la Ferrari, que ponían a prueba la habilidad y el esfuerzo del conductor. Lalo Maradona y Espósito volvían escoltados por carabinieri. Quaderni no dejó pasar la oportunidad. Había puesto al tanto de todo a los policías. Diego Maradona lo intuía. Y fue a pedir explicaciones.

Los insultos de Quaderni derivaron en agresiones físicas. Camarógrafos de la red O' Globo, de Brasil, filmaron la escandalosa pelea. "Todo fue una provocación. Mi hermano me pidió salir a dar una vuelta en la Ferrari F40 y el que estaba en la puerta lo vendió.Sabía que no tenía registro. Bueno, ya todos saben lo que pasó. Prefiero no hablar del tema, que ya quedó solucionado con el pago de la multa", dijo Maradona.

Más allá del incidente, el tiempo, algunos relatos y hechos documentados no sólo alentaron y derribaron mitos sobre la historia de la F40. También alumbraron insospechadas revelaciones sobre ése y otros icónicos modelos de Ferrari que, directa o indirectamente, tuvieron que ver con el capitán del seleccionado, antes y después de Italia '90.

Hace poco, el analista Massimo Emanuelli reconstruyó días de tensión en la ciudad que venera a San Genaro y no olvida a Maradona. Nápoles. El eje, hacia fines de 1986, era la renovación del contrato con el club propiedad del ingeniero Corrado Ferlaino. Emanuelli confesaba: "Periodistas de toda Europa vinieron a nuestros estudios -los de Canaledieci, de Nápoles- porque teníamos en exclusivo el contrato de Maradona, que incluía una cláusula sobre una futura "compensación económica" con la entrega de una Ferrari F40".

Maradona, Giordano y la Ferrari... roja

El analista citaba como fuente a Giampiero Boniperti, legendario futbolista de Juventus, por entonces presidente de ese club, que, secretamente, negociaba incorporar a Diego. La repetida y divertida, pero no por ello menos atrapante historia de Guillermo Coppola, asegura que "la F40 negra" llegó a Maradona como "un regalo de Ferlaino que costó un millón de dólares".

Era la llave para que el dirigente recuperara "el saludo de Diego" cuando volviera a Italia como campeón del mundo en México. El regreso fue en agosto de 1986. Para esa fecha, la F40 sólo existía en la imaginación de Enzo Ferrari y su diseñador, Pinifarina. La nueva creación con el logo del Cavallino Rampante se conoció el 17 de de julio de 1987. Casi un año después del retorno de Diego. No lo esperaba en la pista del aeropuerto. Y mucho menos era negra...

Seguramente, el relato del representante del N° 10 haya sido producto de una azarosa mezcla de recuerdos. El paso de los años terminó por atraparlo. Sólo así se entiende que no haya reparado que recién el 18 de marzo de 1987 Maradona se daba el gusto de tener la primera Ferrari, como documenta el sitio Autoblog. Era una Testarossa.

Salió de Maranello por alrededor de 200.000 dólares, pintada de Glasurit Nero Met 901/C, código que técnicamente identificaba el color deseado por Diego. Tenía motor boxer de 12 cilindros y 390 caballos de potencia, que le permitía llegar hasta 290 km/h. Fue la segunda que rompía con la tradición roja de Ferrari. La primera la encargó el actor Sylvester Stallone. La tercera Testarossa negra fue para el cantante pop Michael Jackson, quien, en forma particular, decidió transformarla en cabriolet para usarla en una publicidad de Pepsi.

"Nos subimos los dos y Diego empezó a mirar para todos lados. Le dije: '¿Qué pasa?' Y él me preguntó: '¿Y el estéreo?' Le dije: '¡¿Cómo el estéreo?! No tiene estéreo. Es un auto de carrera, no tiene estéreo ni aire acondicionado, no tiene nada".

La respuesta de Maradona es conocida. Y si no, imaginable. Más allá de las palabras, no se privó de utilizarla, aunque en 2014 la Testarossa fue subastada. Su segundo propietario, un coleccionista español de seudónimo MM, que la conservó en estado inmaculado, con nada más que 20.000 kilómetros recorridos, cobró 250.000 euros.

La pasión de Ferlaino

Ferlaino representó un papel protagónico en las llegadas de las Ferrari a manos de Maradona. Pareciera haber influido más en las gestiones por la F40. De todos modos, un misterioso halo sigue posándose sobre el tema. En cambio, es real y le otorga un ineludible magnetismo a toda esta historia el vínculo del ex presidente de Napoli con Il Commendatore. ¿Cómo surgió, desde cuándo, por qué?

Ferlaino llegó al apogeo de su poca conocida, irregular y casi romántica práctica del automovilismo el 26 de abril de 1964. En el Circuito della Madonie, de 720 kilómetros, en los que se alternaban curvas ciegas, trepadas interminables y bruscos descensos, sobre un terreno que combinaba asfalto y ripio, se desarrollaba la 48ª Targa-Florio. Todo con el marco de miles de espectadores que ocupaban las plateas de las deslumbrantes colinas sicilianas.

Ese fue el escenario sobre el cual Corrado Ferlaino, en pareja con Luigi Taramazzo, triunfó en la división hasta 3000cc y ocupó el quinto lugar en la clasificación general. Lo hacía con una Ferrari 250 GTO Scaglietti particular. El equipo oficial no participó de la prueba. Se preparaba para las 24 Horas de Le Mans. Los puntos ganados por Ferlaino fueron decisivos para que Ferrari conquistara el Mundial de marcas GT de esa temporada.

Poco más de medio siglo después, ese auto pasó a ser el de mayor valor de la historia adquirido en una subasta. Había cobrado notoriedad bajo la conducción del norteamericano Phil Hill, campeón de la Fórmula 1 en 1961 con Ferrari. El 25 de agosto de 2018, la casa Sotheby's, en Monterrey, al sur de California, vendió la 250 GTO en 44 millones de dólares, 48,4 millones si se incluyen las comisiones. Ya no era propiedad de Ferlaino. Lo había transferido en 1965. Sus compromisos profesionales, más la conducción del Napoli, club del que había sido elegido presidente a principios de 1969, le imponían otras prioridades.

En la vida de Ferlaino, a la más valiosa estrella automovilística le sucedía el más grande astro del fútbol. En 1984, Maradona desembarcaba al pie del Vesubio. Barcelona recibía US$ 7.500.000 por el pase. "Muchos me criticaron. Decían que Nápoles era una ciudad pobre y era injusto invertir tanto en un jugador. Pero era mi dinero y quise gastarlo así. Era un atleta perfecto, profesional. En su casa tenía sus problemas, pero en la cancha nunca pude criticarlo", reconoció Ferlaino, que el 18 de mayo cumplió 89 años.

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Con Diego, la Italia de los pobres africanos del sur derrotó a la de la opulenta riqueza del norte. Ferlaino y Napoli asistían a la mejor versión del N° 10. Y coleccionaban títulos como nunca: dos scudetti, 1986/87 y 1989/90, la Copa Italia '87, la Supercopa '90 y la hoy Europa League '89. Encima, el capitán era campeón del mundo en México '86.

Así como celebró la contratación de Maradona, Ferlaino nunca se perdonó haber vendido la 250 GTO, "el auto más importante, deseable y legendario que jamás haya existido", según Sotheby's. "Hoy tendría 44 millones de dólares más", se lamentaba el ingeniero.

Seguramente nunca advirtió que su fortuna fue otra. Única. Inigualable. Se dio el lujo de tener en su equipo al mejor jugador del mundo, festejar los títulos que nunca había conquistado y triunfar con el auto más codiciado de la historia. ¿Hay alguien que pueda decir lo mismo? Nadie.

* Enviado especial de LA NACION a Italia '90