Ya inmortal, Maradona tocó, al fin, la mano de Dios

La Mano de Dios: el gol que marcó para siempre la vida de Diego
Fuente: LA NACION

CIUDAD DE MÉXICO.- Hace años entré a un taxi de Buenos Aires convertido en una capilla rodante. En todas partes había fotos de Diego Armando Maradona. De manera lógica, hablamos de la deidad que presidía ese altar. "Ni mi mujer, ni mis novias, ni mis hijos, ni mis amigos me han dado tanta felicidad como Diego", exclamó el conductor, señalando su nuca, tatuada con el canónico número 10.

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La más tempestuosa hinchada del planeta encontró un ídolo a su medida en el Pelusa, el hijo pródigo de la barriada de Villa Fiorito que lograría algo más que ser el mejor futbolista del mundo: triunfar contra todo pronóstico. Sus principales hazañas dependieron del raro estímulo de no parecer posibles.

Capaz de dominar una mandarina como si se tratara de un balón, Diego ejerció el virtuosismo en los potreros y los estadios. Pero no se consagró por esa magia. Pocos han tenido su habilidad para el regate, pero su temple mítico se forjó en la adversidad e incluso en la paranoia. Las malas noticias hacían que lograra lo inaudito.