Anuncios

En Inglaterra, las reglas cambiantes por el virus afectan los partidos de fútbol

Los equipos Bromley y Torquay United juegan en el estadio Hayes Lane sin la asistencia de fanáticos debido a las restricciones por el coronavirus, en Bromley, Inglaterra, el 10 de octubre de 2020. (Andrew Testa/The New York Times)
Los equipos Bromley y Torquay United juegan en el estadio Hayes Lane sin la asistencia de fanáticos debido a las restricciones por el coronavirus, en Bromley, Inglaterra, el 10 de octubre de 2020. (Andrew Testa/The New York Times)

LONDRES — Durante el fin de semana se jugaron dos partidos en Hayes Lane, un estadio pulcro y compacto ubicado en un tranquilo rincón del sureste de Londres. El primero, el sábado por la tarde, se jugó en medio del silencio absoluto que ha caracterizado a los deportes en medio de la pandemia. Al igual que en la Liga Premier, los fanáticos no pudieron ir a ver cómo el Bromley FC —el equipo dueño del lugar— se enfrentaba al Torquay United en la quinta división del fútbol inglés.

El domingo fue el turno del otro residente de Hayes Lane, el Cray Wanderers. Ese equipo se encuentra un par de divisiones más abajo que el Bromley, su “casero” por más de dos décadas. La mayoría de los años, sus juegos solo atraen a un par de cientos de fanáticos. “Somos el club más antiguo de Londres”, afirmó Sam Wright, su director ejecutivo. “Quizás tenemos también a los fanáticos más viejos”.

Wright esperaba que este fin de semana en particular fuera diferente. Sin juegos de la Liga Premier en televisión, gracias a una pausa internacional, tenía la esperanza de que llegaran al estadio hasta unos 500 aficionados. Al final, la multitud llegó solo a 357: más de lo que el Cray habría atraído normalmente, pero, aun así, en palabras de Wright fue “bastante decepcionante”.

El hecho de que dos juegos del mismo deporte se celebraran el mismo fin de semana, en el mismo estadio y bajo regulaciones diferentes es un indicativo del laberinto confuso y a menudo contradictorio de reglas y restricciones que ha caracterizado los intentos del Reino Unido de frenar la propagación del coronavirus.

Tras un verano en el que el primer ministro Boris Johnson alentó a los británicos a “salir a comer para ayudar” al debilitado sector de la hostelería, el gobierno ha dado un giro radical en las últimas semanas. El mes pasado, después de semanas de decirles a los trabajadores de oficina que había llegado el momento de reanudar sus desplazamientos diarios al trabajo, el gobierno dio marcha atrás y les ordenó que continuaran trabajando desde casa siempre que fuera posible. Luego, tras ordenarle al principio a los pubs de todo el país a que cerraran una hora antes de lo normal, el gobierno les ordenó el 12 de octubre a que cerraran por completo en Liverpool, la ciudad considerada como de mayor riesgo de propagación del coronavirus.

Apenas la semana pasada, Johnson le había pedido a la población que fuera al cine para evitar la pérdida de empleos. Esta semana presentó un nuevo sistema de tres niveles de cierres localizados. Varias ciudades —la mayoría en el norte de Inglaterra— ahora están regidas por límites rigurosos a la socialización, y a algunos negocios se les ordenó cerrar por completo.

Al mismo tiempo, varios espacios cubiertos dedicados al arte en Londres —incluyendo el Royal Albert Hall, la Royal Opera House y el O2 Arena— han anunciado planes para reabrir sus puertas este invierno a un público socialmente distanciado. Sin embargo, la asistencia a eventos deportivos en grandes recintos al aire libre sigue estando prohibida.

En la actualidad, las reglas funcionan así: todos los denominados “juegos de élite” deben realizarse sin fanáticos. En este sentido, “élite” aplica para las seis primeras divisiones del deporte, desde el glamoroso y mimado mundo de la Liga Premier hasta bien abajo en las ligas nacionales del norte y el sur, divisiones repletas de una mezcla de equipos profesionales y semiprofesionales.

Debajo de eso, en los tramos vastos y agazapados del fútbol sin liga profesional, se permite la presencia de aficionados. Pero incluso allí, la cantidad de fanáticos permitidos varía de una liga a otra. En algunos casos, existe un límite de 350. En otros, se eleva hasta 600. Estas cantidades no están relacionadas con las tasas locales de infecciones por el virus ni con la severidad de las cuarentenas regionales, sino con una fórmula única basada en el tamaño de los estadios en cada liga.

Las cosas se complican aún más cuando hay encuentros entre equipos de diferentes ligas y niveles, como suele suceder en las primeras rondas de la Copa FA. Cuando un equipo que califica como “élite” es local, no se permiten fanáticos. Si un equipo que no pertenece a la élite recibe a un equipo élite, solo se permitirá el ingreso de los fanáticos locales. Si juegan dos equipos que no son de la élite, los fanáticos de ambos equipos pueden asistir al juego.

Como bien dejó claro un comunicado del equipo Corinthian Casuals, las regulaciones dan la impresión de que “el coronavirus es lo suficientemente inteligente como para distinguir” aficionados de diferentes equipos.

Sin embargo, el principal problema con la maraña de reglas y decretos son todos los agujeros que tiene. Jeff Hutton, el gerente general del Bromley —condenado a jugar sin fanáticos— dijo que su club se estaba enfocando en cómo soportar el daño financiero de jugar en un estadio vacío. “Nos cuesta dinero poner en marcha el juego, gestionar una transmisión en vivo y, por supuesto, pagarles a los jugadores”, dijo. El gobierno de Reino Unido ha prometido subsidios para ayudar a clubes como el Bromley a sobrevivir —varias potencias de la Liga Premier elaboraron hace poco un plan propio—, pero el dinero aún no ha aparecido.

Al mismo tiempo y en el mismo lugar, Cray está teniendo un repentino aumento de asistencia. “Somos el nivel más alto que puedes ver en un estadio en este momento”, dijo Wright. “En un día como el domingo, cuando no hay Liga Premier en la televisión, esperamos ser un gran atractivo”.

“Suena extraño decirlo dada la situación, pero esto nos ha ayudado mucho como club”.

Y en un momento en el que millones de aficionados no pueden ir a ver jugar a sus equipos en persona pero sí se les ha pedido que vayan al cine y quizás también que compren un boleto para el Royal Albert Hall, hay muchos equipos aprovechando el mismo momento que Cray.

En el suroeste de Londres, el Corinthian Casuals ha notado un aumento en su público desde que comenzó su temporada el mes pasado, gracias a la ayuda de aficionados de equipos más grandes que han tomado la única oportunidad que tienen de ver fútbol en persona. “Hemos tenido la presencia de fanáticos de equipos como Brentford y Fulham”, dijo un funcionario del equipo. “Definitivamente hemos notado una tendencia en esa dirección”.

En el noreste de la ciudad, el Walthamstow FC ha registrado su mayor número de espectadores “en 30 años”, según Andrzej Perkins, el gerente de comunicaciones del club. “No siempre llegaremos a las 300 personas en cada juego, pero ha sido increíble para nosotros”, afirmó. “Hemos tenido personas que han visto su primer partido de fútbol con nosotros. Es local, está al aire libre, puedes descansar, y no hay mucho más que hacer en otros lugares”.

Keith Trudgeon, gerente de comunicaciones del Stalybridge Celtic, un baluarte de los equipos sin liga profesional ubicado cerca de Manchester, confirmó que su equipo también ha tenido asistencias “por encima del promedio de la temporada pasada”. Sin embargo, dijo que el efecto no ha sido tan pronunciado como podría haber sido porque en la región hay muchos lugares para ver partidos de ligas inferiores de fútbol.

“Esto es prácticamente un semillero”, dijo Trudgeon. “Hay cinco equipos sin liga profesional en Tameside, por lo que la gente tiene opciones”. Solo uno de ellos, el Curzon Ashton, no está aprovechando la situación: califica como un equipo de “élite”, por lo que no tiene permitido recibir aficionados.

Trudgeon, como muchos, está desconcertado con las reglas. Stalybridge tiene el estadio más grande de su liga y está convencido de que el club podría recibir de manera segura a más aficionados de los que tiene permitido en la actualidad. “La mayoría de los recintos a este nivel son de acceso abierto, con gradas abiertas”, dijo. “Hay muchos equipos que podrían tener partidos con mil personas distanciadas socialmente y no se les permite, y sin embargo los cines están abiertos. No tiene sentido”.

Esta es una visión compartida en todo el panorama futbolístico de Inglaterra. Esta semana, las diversas autoridades del juego —incluyendo la Liga Premier y la Asociación Inglesa del Fútbol, la cual rige el deporte en Inglaterra— iniciaron una petición para alentar al gobierno a flexibilizar sus reglas y permitir el regreso de los fanáticos a los juegos de élite, como ya ha sucedido en Alemania, Francia y los Países Bajos.

Creen que el fútbol, y los deportes en general, están siendo limitados mientras que otros sectores han tenido la autorización para reabrir, y que las reglas, tal como están, no tienen mucho sentido.

Una anécdota del Walthamstow quizás reafirme ese argumento. “Unos policías se aparecieron un día en uno de nuestros juegos como locales”, dijo Perkins. Los oficiales habían recibido reportes de personas que habían visto a fanáticos de fútbol reunirse en cantidades mayores a las permitidas en el vecindario.

Temiendo que los fanáticos pudieran estarse dirigiendo a ver al Leyton Orient, el equipo de “élite” más cercano, los policías fueron enviados a investigar la situación. Eso, después de todo, habría sido ilegal. “Pero cuando se dieron cuenta de que los fanáticos venían a vernos a nosotros, nos dijeron que todo estaba bien”, dijo Perkins. “Miraron a su alrededor y nos dijeron que estábamos haciendo un gran trabajo asegurándonos de que todos estuvieran cumpliendo con el distanciamiento social”.

This article originally appeared in The New York Times.

© 2020 The New York Times Company