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Hugo Lamadrid, de puño y letra: su vida, el pase millonario que no fue al Atlético de Madrid y cuando Basile le pidió que se saque el yeso para jugar por Racing

-¿Pero, cómo te sentís? ¿Te duele el tobillo? No podés jugar, ¿no?

-Estoy enyesado Coco. Estoy todo roto. Me operan en unos 15 días calculo yo.

-¿Y si te sacás el yeso y probás? Te necesito para el viernes. A vos y al Pato.

"Coco" es Alfio Basile, el entrenador que había devuelto a Racing a primera en 1985, con el que había cortado la sequía de títulos con la Supercopa de 1988 y con quien había regresado a la Copa Libertadores tras más de veinte años. El enyesado es Hugo Lamadrid, quien jugó rengo seis partidos en esa Libertadores de 1989 en la que la Academia quedó eliminada en los octavos de final de manera ajustada, ante Atlético Nacional de Medellín, que luego fue campeón. La mínima diferencia en esa llave se gestó en un error del dolorido Lamadrid. Son secretos, detalles que se conocen 31 años después y que marcan el curso de un partido, de un torneo.

"Queda la sensación de que le cargo las culpas al Coco, pero para nada. Lo amo al Coco. Él -explica Lamadrid- quería un equipo para ganar la Copa. Me preguntó si podía jugar y le dije que sí. En el arco estaba el Pato Fillol, a mi izquierda Rubén Paz, adelante lo tenía al Mencho (Medina Bello), a la derecha a Olarticoechea. ¿Cómo no iba a jugar? Al Coco lo quiero muchísimo. Le podría haber dicho que no. Pero dije que sí. Podría haber escrito en el libro 'algún técnico' para 'cuidarlo'.¿Pero por qué no decir que fue Coco? Fue Coco, no hay problema. Y cada jugador después le podrá poner otro nombre, porque es la descripción de lo que pasaba en el ambiente del fútbol. Cambiá Lamadrid por "Fernández", cambiá Basile por "Pérez" y la situación va a ser la misma. Creo que muchos jugadores se van a sentir identificados con muchas partes del libro".

Lamadrí -El Renacido-. Gloria, Caída y resurrección de un trabajador del fútbol es el largo título del libro que acaba de publicar Hugo Lamadrid. No podría ser más gráfico. El mediocampista que trascendió más por su humor en redes sociales que por sus quince años de carrera abre el corazón y sus recuerdos a lo largo de 132 páginas para lograr un retrato sincero de lo que era ser un jugador de fútbol a finales de los 80 y principio de los 90. El libro atraviesa las vivencias de Lamadrid, pero podrían ser las de cualquier otro. Como avisa el escritor Hernán Casciari en el prólogo: "Su historia es la historia de la mayoría de los jugadores de fútbol en la Argentina y, por eso, no se cuenta".

Lamadrí -El Renacido-, de Ediciones Al Arco, alterna las tensiones entre lo cómico y lo dramático. Es el relato del recorrido de un futbolista que pasa de jugar una Copa Libertadores con la tibia astillada a terminar detenido con los botines puestos en un calabozo de Bella Vista, Tucumán, por un partido del Torneo del Interior: las charlas de vestuario, que lo busca el Atlético de Madrid, que lo sigue Bilardo, una operación sin que la anestesia haga efecto, la apretada de los dirigentes, el 15%, la campaña de esos mismos directivos para que ningún club argentino lo contrate, un representante que es capaz de ubicar a un rústico mediocampista como un enganche con gol en la Universidad de Chile y más. "Lo turbio que rodea a veces al fútbol y que los jugadores comentan muchas veces en off, lo estaba empezando a vivir en primera persona. El fútbol -escribe Lamadrid- es una mierda".

"Como ya no estoy dentro del mundo del fútbol, me importa poco si alguien se enoja o no. No me siento condicionado, lo conté. Hay cosas que no conocen los periodistas y tampoco la propia familia. Lo que le pasa realmente al jugador no se enteran ni en su casa. Estás con cara de culo, sin hablar y te fuiste a dormir. Y nadie se entera. Tal vez los quilombos grupales trascienden, pero de los sentimientos personales no se enteran ni su propia familia", explica Lamadrid, que además de la buena y sentida prosa con la que relata su historia le agregó a su libro una buena estrategia de marketing para que se venda a gran ritmo, pese a haber salido a la cancha con librerías cerradas y sin posibilidades de hacer una presentación en medio de estos más de 100 días de cuarentena. Recibe pedidos a través de sus redes o por Mercado Libre, y él se encarga de dedicarlo de puño y letra, con envíos a través de amigos por CABA, zona Oeste y La Plata.

Mientras el ex mediocampista de Mandiyú atiende el llamado de LA NACION empaca un envío que despachará por correo a Nueva York. Más temprano se había acercado a la estación Villa Domínico del tren Roca para entregarle el libro a un maquinista que lo pidió por Mercado Libre. Así de diverso es el público. "Creo que a esta altura todo el mundo tiene mi teléfono. La mayoría de los que lo piden son de Racing, sí, pero hay de todo: Atlanta, Gimnasia, Boca", bromea.

-¿Por qué un libro?

-Yo venía escribiendo hace bastante, sobre todo cosas de comedia, de stand up. Escribía mis monólogos. Así arranqué con algunas cosas, aunque no tenían que ver con el fútbol. Un tiempito más adelante me invitó Luis Rubio a su show en el Paseo La Plaza. Y me convenció de que tenía que escribir de fútbol, de que él -con el personaje de Eber Ludueña- tenía todo guionado y yo tenía las vivencias. Me di cuenta que tenía material y empecé a escribir. Hablé con Hernán Casciari para que me dé algunos consejos. Y en ocho meses escribí el libro. Algunas cosas me las olvidé de contar, sobre todo algunas charlas picantes con Julio Grondona por el tema de Racing y la pelea contra Blanquiceleste, de esa época. Pero las estoy anotando porque seguramente en algún momento me sentaré a escribir otra vez.

La puerta a la intimidad del jugador que abre Lamadrid en el libro es también la pregunta de cuánto se conoce en verdad de lo que ocurre en un equipo de fútbol, más allá de los 90 minutos que se ven en la cancha cada semana. Y de la cabeza de un hombre que trabaja de futbolista y que en unos años puede pasar de sentirse "inmortal, con plata y fama", a tener que vivir en casa de sus suegros, atrapado en una depresión, con adicción por las cafiaspirinas y la idea del suicidio dando vueltas por su cabeza.

"Las repercusiones para mí son increíbles. Gente que me dice que se terminó el libro en una tarde, o que se abre y me cuenta su drama personal porque se sintió identificada con la historia que cuento. Creo que los traspiés que yo tuve en el fútbol, a muchos les tocó vivirlos también, se arma un paralelismo. Quizá alguno se esperaba algo más liviano, en joda. Y por eso se asombra", asegura quien ahora es Director General de Medios del municipio de Avellaneda, pero pasó por diversos oficios luego de retirarse en Douglas Haig de Pergamino: panadero, bancario en HSCB, vendedor de seguros de vida, trabajador estatal y apariciones en distintos medios.

-¿Te sirvió escribirlo para sanar algunas de las angustias que relatás?

-Yo ya pegué la vuelta. El libro es la elaboración de un montón de años. Terminé mi carrera en el fondo del mar, pero tengo muchas culpas por haber tomado decisiones. Lo que tuve que procesar es no cargar culpas en el otro. Yo le podría echar toda la culpa de mi carrera a Juan Destéfano (expresidente de Racing en 1987 y 1995) pero fueron 15 años de carrera. Empecé a elaborarlo. Terminé sin un mango, sin casa para dormir porque fui un pelotudo muchas veces. Tan malas decisiones terminan definiendo la manera en que me retiré. Me costó mucho, claro. Yo no podía mirar fútbol de primera, no podía mirar fútbol. No es que no tenía ganas, no podía. Fue un proceso. Hasta que entendí que tenía que reírme de lo que me pasó. El Atlético de Madrid podría haber pagado 5 palos verdes por mí, sí. Pero no fue. Qué le vamos a hacer.