Manu Ginóbili nos enseñó el valor de una tapa sobre la bocina

Manu Ginóbili tapona el intento de James Harden de empatar el partido. Foto: AP
Manu Ginóbili tapona el intento de James Harden de empatar el partido. Foto: AP

No sólo de las canastas se alimentan los jugadores de baloncesto. El sueño de todo profesional de anotar un triple ganador sobre la bocina está masticado hasta la saciedad, saboreado como un dulce de leche.

Pero ¿dónde está el anhelo de evitarlo? El resultado, a fin de cuentas, puede ser el mismo. Marcar tiene una consecuencia idéntica a impedir que lo haga un contrario, y esto quedó claro en el último partido que disputaron Houston Rockets y San Antonio Spurs, donde Manu Ginóbili demostró que una tapa a tiempo puede valer más que un encuentro, unas Finales de la Conferencia Oeste – si su equipo es capaz de vencer el Juego 6 en Houston.

Gregg Popovich mantuvo sobre el parqué al internacional argentino en los segundos finales. Sobraron las razones para ello porque el olfato tras 15 años en la élite del baloncesto es vital para impactar positivamente en ambos lados del rectángulo de juego. Todo vale cuando se trata de ayudar al equipo.

Ginóbili no había contribuido de manera extremadamente activa en los cuatro partidos anteriores de la serie (5.7 PPJ, 2 APJ y 3 RPJ), ni tampoco en los de la eliminatoria ante Memphis Grizzlies, donde alcanzó 2.3 PPJ, 2.3 APJ y 1.8 APJ en en 15.5 minutos de media. Pero es lo que tienen este tipo de jugadores, que de estar dormidos, se despiertan para dar zarpazos certeros que lo valen todo. De eso, el de Bahía Blanca sabe un rato. El día en que Ginóbili concretó un bloqueo histórico, contribuyó como nunca antes en estos playoffs: con 12 puntos, siete rebotes y cinco asistencias en 32 minutos.

“Probablemente mañana no me pueda ni mover”, aseguró el héroe de la cita.

Restaban nueve segundos para que finalizara el compromiso y los Spurs contaban con tres puntos de ventaja (110-107). Manu estaba más que conectado antes de que el esférico volara por los aires en el salto neutral. La última posesión valdría oro para quien la tuviera. El argentino agarró a Ryan Anderson, quien logró hacerse con el balón. Ahora tocaba ser la oposición más sólida, evitar un lanzamiento exterior que empatara el partido. Precisamente en eso de los triples el talento de los Rockets es letal.

Ginóbili encimó a Anderson, quien se despojó de la redonda para dársela a James Harden. Cuando eso sucedió, el ganador de cuatro anillos con los Spurs se convirtió en el marcador directo de la barba más temida de la NBA. Le cubrió como si no hubiera mañana y Harden logró salvar la oposición. Cuando el gatillo ya estaba listo para disparar a canasta, la mano de Manu apareció por detrás para arrebatarle el balón. El tapón sobre la bocina le dio la victoria a los Spurs y Ginóbili fue alardeado como si de un triple se tratara.

La tapa llegó llena de adrenalina pero con la cadencia suficiente como para que la jugada no terminara en la línea de tiros libres. El escolta subió el brazo, espero unas décimas de segundo hasta que lo vio claro y soltó la mano para cortar de raíz y con una limpieza extraordinaria el tiro que pretendía Harden. Genio y figura, la inteligencia del básquetbol personificada y retratada en una imagen para la historia.

Manu disfrutó de la gloria de convertirse en el protagonista del partido. Y cuando éste finalizó, él prefirió hablar del conjunto, de la importancia del equipo en lugar de sobre su logro individual.

Quién sabe cuántos momentos como éste le quedan, pocos seguramente, porque Ginóbili podría estar viviendo un adiós silencioso, una gira de despedida que lleva por dentro.