Gerard Piqué: una historia de amor y odio con España

Piqué, con el brazalete de capitán, durante un partido de la selección española (REUTERS/Maxim Shemetov).
Piqué, con el brazalete de capitán, durante un partido de la selección española (REUTERS/Maxim Shemetov).

En la última edición del ranking de la FIFA, que ordena a todas las selecciones del mundo que han disputado algún partido en los últimos cuatro años, aparecen 211 combinados. Suponiendo (por redondear) una media de 20 hombres en cada convocatoria de cada una de ellas, nos da que existen a día de hoy, más o menos, 4.220 futbolistas internacionales, cantidad que es mayor si sumamos los jugadores en activo que, por circunstancias varias, no han sido llamados últimamente pero que aspiran a volver. Pongamos 4.500, en números redondos. De todos ellos, será dificilísimo encontrar a alguien con una relación tan complicada con el equipo del país que representa como la que tiene, o más bien sufre, Gerard Piqué con España.

En lo meramente deportivo, la hoja de servicios del central del Barcelona es impecable. Acumula ya 94 presencias con la Roja desde su debut en 2009 (antes ya había jugado, y triunfado, con las categorías inferiores), y fue pieza clave en éxitos como las victorias en el Mundial de 2010 y la Eurocopa de 2012. Tanto Vicente del Bosque, que le dio la alternativa, como su sucesor, Julen Lopetegui, confían plenamente en él.

Y sin embargo, aunque aún es relativamente joven (el próximo 2 de febrero cumplirá los 31 años), el eterno número 3 ha anunciado que abandonará el fútbol internacional este verano, después del Campeonato del Mundo que se disputará en Rusia y a cuya clasificación ha contribuido. Su motivo: “centrarse en otras cosas” y “cerrar bien” su etapa como integrante del equipo español. “La selección me ha dado muchísimo y yo siempre he intentado devolvérselo con trabajo y sacrificio”. O al menos eso es lo que ha dicho durante su acto de renovación de contrato con el Barça.

No somos quién para dudar de su palabra, pero es de suponer que hay otros factores que han pesado en su decisión, puesto que ni es tan mayor en comparación con sus compañeros (Iniesta tiene 33 años, Silva 32, Sergio Ramos 31) ni se aprecia una bajada en su rendimiento. Un elemento muy influyente pueden ser las críticas sistemáticas (y, en vista de los hechos, poco fundadas) de un sector de la prensa y de la afición por su supuesta falta de implicación, que derivaría de su posición política con respecto al asunto que monopoliza la actualidad desde hace ya unos meses: el intento independentista de Cataluña.

Gerard Piqué nunca se ha declarado favorable a la secesión. Sí se ha mostrado partidario de que el pueblo catalán decida su futuro, ha criticado la represión del referéndum del 1 de octubre y ha reclamado que se respete la voluntad popular, sea esta abandonar España o permanecer unidos. Pero a título personal, no ha dicho que él quiera que Cataluña se convierta en un país nuevo. De hecho, lo recordó, con los matices habituales, en octubre pasado: “No es mi caso, pero creo que un independentista podría jugar en la selección española, porque no existe selección catalana”.

Piqué (izquierda) junto a Sergio Ramos en un entrenamiento de la selección (Omnisport).
Piqué (izquierda) junto a Sergio Ramos en un entrenamiento de la selección (Omnisport).

Algunos, sin embargo, consideran que su moderación esconde separatismo del más radical, y han llegado a hacer lo nunca visto: abuchearle, silbar a uno de sus propios jugadores, durante varios partidos de la selección en territorio nacional desde mediados de 2015, en ciudades como León, Oviedo y Alicante. Y no solo: también el pasado octubre, en una concentración en la Ciudad Deportiva de Las Rozas (Madrid), hubo aficionados que se acercaron hasta el lugar solamente para insultarle y recordarle, como si no lo supiera, que “España es tu nación”. Por si fuera poco, hay medios que sacan de contexto detalles irrelevantes con tal de tacharle de antipatriota; un caso sonado ocurrió en octubre de 2016, cuando se le acusó de recortar las mangas de su camiseta para eliminar de ellas el puño con el que van rematadas, y que luce una bandera rojigualda. No importó que ese adorno solo existiera en el modelo de manga corta, mientras que Piqué usa la larga; tampoco que en el pecho llevara el escudo nacional y lo luciera con orgullo. Aunque algún medio que se hizo eco de la “noticia” acabó rectificando, la opinión pública que lo vio por la tele y que escuchó las insidias de los comentaristas ya había quedado condicionada.

Estas reacciones le molestaron. Mucho. Tanto, que justo después de ese mismo partido contra Albania salió a hablar con la prensa (llevando consigo el trozo de tela recortado, en el que no había rastro de la bandera) y anunció, ya entonces, que permanecía en la selección por fidelidad al proyecto de Lopetegui, pero que después del Mundial ruso se marcharía. “Esta es una más, no es una decisión de hoy, no es una calentura”, contó. Un año después, sin embargo, hizo saber que se había planteado continuar tras el campeonato “porque no quiero salir por la puerta de atrás”. Y luego, tras el episodio de Las Rozas, llegó a sugerir a sus compañeros la posibilidad de marcharse si su presencia les incomodaba, aunque finalmente todos decidieron que siguiera. Las declaraciones de ahora parecen venir a confirmar que la opinión inicial se mantiene y a partir de julio no le volveremos a ver de rojo.

“Me duele que se dude de mi compromiso”, protesta un hombre que lleva desde los 15 años, la mitad de su vida, vistiéndose de rojo. Las malas lenguas dicen que el origen de la polémica no tiene que ver con la selección, sino con su club, o más concretamente con una burla a su gran rival, el Real Madrid, tras la conquista azulgrana del triplete en junio de 2015: el famoso “gracias a Kevin Roldán, contigo empezó todo”, en referencia al cantante colombiano que actuó en la fiesta de cumpleaños de Cristiano Ronaldo… inmediatamente después de una derrota blanca por 4-0 en el Vicente Calderón. La hipótesis puede tener sentido, ya que las fechas cuadran; el propio Piqué ya dijo que estaba de acuerdo con ella. Otros creen que tienen peso actitudes como la del referéndum, o que en alguna vez haya dicho que juega con España porque “ahora mismo” es español, o su justificación a otra pitada: la de las aficiones del Barça y el Athletic de Bilbao en la final de la Copa del Rey de aquel mismo año, de la que dijo que no lo defendía pero que entendía “perfectamente” que “la gente se pueda manifestar”.

Decida el lector cuál es la causa originaria de una situación tan incómoda. Lo que está claro es que, por hache o por be, uno de los mejores defensas centrales del mundo va a dejar de defender los colores de la selección española. Los que le querían fuera, y cuanto más lejos mejor, ¿estarán contentos?

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