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Injusticia en el fútbol femenino: se destroza la mano entrenando y rescinden su contrato

La portera del Espanyol Mariajo Pons atrapa el balón ante una delantera del Barcelona.
La portera Mariajo Pons (derecha), del Espanyol, durante un partido contra el Barça en 2017. Foto: VI Images via Getty Images.

¿Una sanción? ¿Un mal resultado? ¿Incluso un descenso a una categoría inferior? No cabe duda de que esas circunstancias son durísimas para cualquier deportista, traumáticas a veces. Pero en el fondo todas ellas pueden llegar a remediarse. Lo peor que le puede pasar a alguien en la competición de élite es una lesión. Por el tiempo perdido, por los daños a futuro que causa al cuerpo, y porque si las cosas se tuercen más de lo esperado, pueden llegar al punto de terminar con toda una carrera.

Es ni más ni menos que lo que le ha pasado a María José (Mariajo) Pons. Guardameta natural de Sabadell a punto de cumplir los 36 años, en su momento internacional tanto en categorías inferiores como absoluta, defendía en las últimas temporadas la portería del Espanyol; antes había pasado por otras plantillas como la de su ciudad natal o las del Barça, el Levante y el Valencia. Los daños sufridos en su mano derecha le impiden continuar jugando.

Mariajo se ha pasado todo el curso en blanco. Estaba de baja desde agosto de 2019, cuando, durante un entrenamiento en plena pretemporada, sufrió una fractura por arrancamiento de la falange distal del tercer dedo, tal como informó su club. Se sometió en octubre a una cirugía que tendría que haberle permitido volver a los terrenos de juego en pocas semanas, pero la dolencia se agravó hasta el punto de que su extremidad ha quedado casi inútil.

Según ella misma cuenta, le ha quedado una funcionalidad de apenas el 20 %, aparte de dolores permanentes en la articulación. Le va a ser imposible seguir delante de una portería, y bastante difícil hacer casi cualquier otra cosa. Que es lo que le toca ahora, ya que el Espanyol ha optado por rescindirle el contrato. Lo ha denunciado ella públicamente, aunque el propio club ya lo había anunciado hace unos días.

“Ahora a buscarse la vida”, se queja Mariajo. Su compromiso con la entidad blanquiazul estaba firmado hasta 2021, pero es el equipo el que ha decidido prescindir de sus servicios y dejarla en la calle. “Estas cosas a día de hoy no deberían seguir pasando en el fútbol femenino”, protesta la afectada.

Porque, si bien es cierto que ya no puede aportar desde el césped (debido, no olvidemos, a un daño generado mientras trabajaba para el club), sí podría haber pasado a desempeñar cualquier otra función, por ejemplo en el cuerpo técnico, donde su experiencia podría ser muy útil. De hecho, según el diario La Grada, el Espanyol se había comprometido a prorrogarle el vínculo laboral otra temporada a modo de compensación por haberle dado la baja federativa para poder fichar a otra portera (la estadounidense Kelsey Dossey). Pero llegado el momento la directiva perica se ha echado atrás.

Uno de los motivos por los que el Espanyol ha podido “quitarse de encima” a Mariajo sin mayor problema es la falta de un convenio colectivo en el fútbol femenino español. En rigor, existir, existe; lleva tiempo negociándose, y de hecho, tras la huelga de jugadoras durante el pasado mes de noviembre, se llegó a alcanzar un acuerdo entre los sindicatos AFE y Futbolistas ON y la Asociación de clubes que hace las veces de patronal. En él se recogían derechos laborales como bajas por embarazo y maternidad, salarios mínimos y, precisamente, cobertura ante lesiones graves que generaran incapacidad.

Todo el mundo parecía estar conforme, o casi todo, porque tres equipos (Barcelona, Athletic Club y Tacón-Real Madrid) no forman parte de esta asociación, y además el UGT impugnó una de las cláusulas. Estos problemas, mal que bien, se podían solucionar. Con lo que no se contaba era con la pandemia del coronavirus, que ha paralizado buena parte de los trámites administrativos, de manera que el convenio no se ha publicado aún en el BOE y, por tanto, oficialmente no está en vigor.

De esta forma, las mujeres futbolistas todavía tienen no solo menos ingresos que sus compañeros hombres (algo comprensible debido a la diferencia de ingresos que generan), sino también, tanto oficialmente como en la práctica, menos derechos laborales. A la injusticia que esto supone se suma, en el caso de Mariajo, la falta de tacto de su club. El Espanyol femenino (que, pese a terminar último en lo que se pudo jugar de la pasada temporada, permanecerá en Primera, puesto que se decidió que no habría descensos) no es una entidad independiente, sino que está integrado en la estructura del equipo masculino. Tampoco es que ellos hayan hecho una campaña brillante, más bien todo lo contrario, pero sí que disponen de recursos para afrontar con más dignidad una situación semejante.

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